martes, 28 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 28




La cita fue la distracción perfecta para Paula. Después de almorzar, Pedro la había llamado para decirle que se encontrarían en el embarcadero del lago a las siete. Cuando llegó allí, estaba esperándola en un balandro que había alquilado, y navegaron hasta una de las pequeñas islas que había en medio de la vasta masa de agua. Pedro se había encargado incluso de preparar sándwiches y granizada de limón, y había comprado tarta de queso.


Cuando hubieron terminado de comer, se tumbaron los dos al pie de un sauce, ella con la cabeza apoyada en el pecho de Pedro, con los brazos de él rodeándola.


—¿Sabes? —murmuró la joven girando un poco el rostro para mirarlo—. Me recuerdas a alguien que conocí hace años… a alguien a quien creía conocer.


—Hum… —dijo él con una sonrisa divertida—. ¿Era un tipo muy atractivo?


—Era pasable —respondió ella para picarlo.


—¿Y con un increíble sentido del humor?


—Bueno, de vez en cuando lograba hacerme reír.


Pedro se inclinó y le susurró al oído.


—¿Y besaba como nadie?


Paula se rió.


—Eso entonces no lo sabía.


—¿Y lo lamentas? —inquirió él besándola en la punta de la nariz.


—La verdad es que mi vida en aquella época ya era bastante complicada sin añadirle nada más —repuso ella riéndose.


Pedro se quedó callado un momento, pensativo.


—¿Te has preguntado alguna vez qué habría pasado si las cosas hubieran sido de otro modo? —le preguntó, besándola suavemente en los labios.


Paula se incorporó un poco, apoyándose en el codo para poder mirarlo de frente.


—Sí, algunas veces. La verdad es que muchas, últimamente —admitió.


—Sí, pero yo me refería a completamente diferentes —matizó él—: si nunca nos hubiéramos conocido, si nunca hubiéramos sido amigos… Entonces tú no habrías salido con Kieran, y tal vez no te habrías ido jamás a Estados Unidos. Y tampoco habrías vuelto después de seis años, ni ahora seríamos amantes.


La joven lo miró a los ojos mientras él le apartaba un mechón y trazaba con sus dedos el contorno de su rostro, hasta llegar a los carnosos labios.


Pedro… quería decirte que no cambiaría por nada del mundo el haberte conocido, y que no me arrepiento en absoluto de lo que hicimos anoche.


Pedro esbozó una sonrisa de alivio: una duda menos. Su mano bajó por el cuello de Paula hasta detenerse en el cuello en uve del suéter que llevaba puesto.


—Se llama «hacer el amor» —le dijo en un susurro seductor—. Porque no fue solo sexo. Tal vez suene a cliché, pero fue mucho más que eso.


Paula lo abrazó.


—Lo sé —musitó, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de él.


La otra mano de Pedro se deslizó hacia la nuca de la joven, y la atrajo hacia sí, besándola con ternura.


—Me alegró —murmuró—, porque cuando volvamos a hacerlo, quiero estar seguro de que sabes lo que estamos haciendo.


—Oh, así que esperas que volvamos a hacerlo, ¿eh? —lo picó Paula.


—Ya lo creo que vamos a volver a hacerlo.


—¿Así que una vez no fue suficiente para ti?


—Escúcheme bien, señorita Chaves, si ha creído por un minuto que el haberlo hecho una vez ha disminuido en algo mi deseo por usted, está muy equivocada.


—Gracias por aclarármelo, señor Alfonso —murmuró ella contra sus labios—. Y ahora, cállese y béseme.


El beso que siguió fue apasionado, y duró varios minutos, hasta que al fin tuvieron que separarse para tomar aliento. 


Se quedaron mirándose a los ojos, con la frente de uno apoyada en la del otro.


—¿Aún no quieres decírmelo? —inquirió Pedro.


La joven se quedó dudando.


—Hasta ahora siempre nos lo habíamos confiado todo —murmuró él.


—Es verdad —asintió Paula—. Y lo cierto es que a ti no se te daba nada mal aconsejar, teniendo en cuenta que eras un chico —añadió con una sonrisa.


Pedro le apretó la mano suavemente


—Vamos, Chaves, si no puedes hablar con tu mejor amigo cuando tienes un problema, ¿a quién vas a contárselo?


Paula se apartó un poco de él, y suspiró.


—Ya, pero es que antes era diferente porque no éramos… bueno, no éramos también amantes.


—¿Y no se supone que precisamente por eso deberíamos hablar más, confiar más plenamente en el otro?


—Bueno, técnicamente sí, pero…


—¿Pero qué?, ¿cuál es la diferencia entre ahora y antes, Paula?, ¿por qué no puedes contármelo?


La joven se quedó callada un momento, e inspiró profundamente, haciendo de tripas corazón:
—Se trata de Kieran.


Pedro se apartó de ella sin darse cuenta siquiera, y su expresión se tornó muy seria.


—Te escucho.






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