lunes, 20 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 2




Pedro era guarda forestal, y Paula, que lo conocía bien, sabía que en ningún otro lugar era tan feliz como al aire libre. 


No era capaz de imaginarlo desempeñando ningún otro trabajo. Le sonrió cuando él giró la cabeza y la vio mirándolo entre la gente que había acudido a la barbacoa con baile que se celebraba todos los veranos para los residentes en el pueblo de Boyle.


En ese preciso momento Pedro estaba hablando con dos hombres de negocios y sus esposas, quienes parecían estar escuchándolo con mucha atención. Era un miembro muy respetado en la pequeña comunidad, pero Paula se decía que era porque no lo habían visto nunca haciendo el payaso como lo hacía con ella.


Tomó un sorbo de su copa de vino e inspiró profundamente. 


Era agradable volver a estar en su pueblo natal. En ningún otro sitio sentía tanta paz como allí.


—Hola, creo que no nos conocemos —la saludó una voz masculina detrás de ella.


Paula había dejado de creer hacía tiempo en aquel cliché de las mariposas en el estómago que solía describirse en las novelas rosas, cuando la heroína escucha por primera vez la voz del galán que la enamora, pero de repente, por primera vez en su vida, le sucedió. La voz de aquel hombre era profunda, e innegablemente sexy, incluso intrigante.


Al girarse se encontró mirando a un hombre rubio, con los ojos más azules que había visto nunca, y rostro moreno de rasgos increíblemente simétricos. Paula sonrió, peinándose el cabello con la mano sin darse cuenta.


—No, creo que lo recordaría si nos hubiésemos conocido.


El hombre sonrió también.


—Eso mismo estaba pensando yo —le dijo tendiéndole la mano—. Me llamo Nico, Nicolas Scallon, y acabo de mudarme a la casa que hay junto a Doon Cottages.


—Oh, ¿de veras? Entonces debe de ser usted el magnate del que la gente no ha dejado de hablar los últimos meses —se rio estrechándole la mano, sonrojándose al ver que él no la soltó durante un buen rato—, el que lleva ese negocio de las cabañas para turistas, ¿me equivoco? No sé si lo sabe, pero es el principal tema de conversación en el supermercado.


—Lo imagino —contestó él riéndose también—. ¿Y usted es…?


—Paula Chaves. Y vivo en… bueno, vivo con Pedro Alfonso.


—Oh.


Paula casi se abofeteó, y se apresuró a aclararle:


—Pero solo somos amigos. Quiero decir… conozco a Pedro de toda la vida… es como un hermano para mí… en fin, quiero decir que no somos…


—Ya veo —murmuró Nico, sonriendo al ver su azoramiento—. ¿Entonces no me matará si le pido un baile?


—No, no, claro que no. ¿Por qué habría de importarle?






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