jueves, 23 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 11




Cuando llegó el fin de semana siguiente, Paula estaba al borde de un ataque de nervios. Todo el pueblo estaba hablando del «maravilloso romance entre Pedro Alfonso y esa adorable chica de los Chaves», y. por si fuera poco, Nico Scallon había ido un par de veces a visitarla a la tienda. Y encima estaba Cata, que aprovechaba cualquier ocasión para someterla al tercer grado. y ese sábado no fue una excepción.


—Bueno, y entonces, ¿cómo va? —inquirió. 


Paula suspiró y meneó la cabeza.


—Cata, me preguntas eso cada día, y cada día te digo lo mismo: bien.


Su amiga se sentó junto a ella y escrutó su rostro.


—Si todo estuviera bien no tendrías puesta esa cara. 
Pareces exhausta, Paula, a mí no me engañas. ¿No van bien las cosas entre Pedro y tú?


—No es eso. Es solo que… —la joven se esforzó por encontrar una excusa, pero no se le ocurría ninguna—. Supongo que estoy algo confundida, eso es todo.


—¿Sobre lo tuyo con Pedro, o es por Scallon? —preguntó Cata. Paula dejó escapar una risa amarga.


—¿Sabes?, tiene gracia porque al principio creía que Nico Scallon me gustaba, pero cuanto más lo veo más me molesta… me parece que no es más que un adulador.


—Sí, bueno, yo diría que es un lobo con piel de cordero —sonrió Cata frotando el brazo de su amiga en un gesto comprensivo—. ¿Y qué me dices de Pedro?


—Eso es otra historia completamente distinta —murmuró masajeándose las sienes—. No sé ni por dónde podría empezar a explicarte.


—¿Te ha besado otra vez? —inquirió Cata.


¡Vaya que si lo había hecho…! Paula asintió con la cabeza.


—¡Cielos! —exclamó Catalina con una amplia sonrisa—. Y tú no sabes qué hacer ahora, ¿verdad?


Aun sin saber toda la historia, su amiga había dado en el clavo, como de costumbre.


—Es que… las cosas ya no son lo que eran, y odio eso. Echo de menos lo bien que lo pasábamos juntos, y quisiera que todo volviera a ser como antes.


—¿Y cómo fue? En una escala del uno al diez, quiero decir.


—¿Qué? —inquirió Paula, mirándola confusa.


—Que qué tal fue el beso, en una escala del uno al diez.


—Cata, si vas a reírte de mí, me voy —le dijo. Su amiga sacudió la cabeza.


—Te lo estoy preguntando completamente en serio. Necesito saberlo para darme una idea de la magnitud del problema. Además, no puedes irte, porque esta tienda también es tuya.


Paula parpadeó incrédula, pero finalmente se encogió de hombros y se mordió el labio inferior, considerando la pregunta. Había pensado tanto en ese beso durante toda la semana que no le llevó mucho dar una respuesta:
—Un quince —contestó en un tono tan abstraído como la expresión en su rostro.


—¡Ja, lo sabía! Siempre pensé que sería más de un diez.


—¡Cata! No me estás ayudando nada.


—Lo siento. ¿Te habían besado alguna vez por encima de un ocho? —murmuró su amiga poniéndose seria. La expresión abstraída volvió al rostro de Paula.


—No —musitó.


—Um… Estás ante el típico dilema. Puedes arriesgarte a perder una gran amistad por un amante increíble, o aferrarte a esa amistad y pasarte el resto de tu vida preguntándote cómo habría sido si os hubierais hecho amantes.


—Genial, corrígeme si me equivoco, pero me parece que con las dos opciones salgo perdiendo. Creía que querías ayudarme.


—Lo intento —contestó Cata—, solo estaba pensando en voz alta. Dime, ¿lo amas?


Paula se quedó con la boca abierta y dejó escapar una risa temblorosa.


—Cata, ¿estás preguntándome si lo amo? Estamos hablando de Pedro, por amor de Dios, no de un tío con el que haya tenido una cita a ciegas.


Paula levantó las manos en un gesto aplacador.


—De acuerdo, de acuerdo, cálmate. Las dos sabemos muy bien que te importa, pero, ¿crees que podrías sentir algo más por él?


—No seas ridícula. Me ha besado un par de veces… ¿y esperas que caiga rendida ante él? Estamos hablando de Pedro. No puedo enamorarme de Pedro. Sería como… Dios, no sé, sería como enamorarme de un hermano mayor.


Pedro no es tu hermano, Paula —le dijo Cata ladeando la cabeza—. ¿Quieres mi consejo? Deja que las cosas fluyan, que ocurran con naturalidad si tienen que ocurrir. Si estáis hechos el uno para el otro no hay nada que puedas hacer para evitarlo excepto mentirte a ti misma. Es un tipo estupendo, Paula, y creo que se merece que le des una oportunidad. Nada es estático, ni siquiera la amistad, todo está sujeto a constantes cambios. Espera un poco para ver cómo se desarrollan los acontecimientos y deja de atormentarte.


Paula se mordió el labio inferior. ¿Qué pensaría Cata si se enterase de toda la historia? Era un poco difícil dejar que las cosas fluyesen por sí mismas cuando, para empezar, lo que estaban haciendo era parte de una apuesta. Solo en ese momento se dio cuenta de lo mal que podía acabar aquel juego. Estaba arriesgándose a perder para siempre a su mejor amigo.




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