jueves, 23 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 10




Paula y Nico alzaron las cabezas al unísono. Fue solo un instante, pero durante ese breve momento, la joven no reconoció a Pedro, del mismo modo que no había reconocido el tono áspero y amenazador en su voz. Sus facciones estaban rígidas, y parecían haberse oscurecido por los celos.


—Ah, Alfonso… Lo siento, no lo había visto —farfulló Nico quitando la mano del hombro de Paula y levantándose—. Simplemente estaba saludando a Paula y diciéndole lo bien que le sienta ese traje de baño.


Pedro dio un paso hacia él, con el agua chorreándole por todo el cuerpo.


—Pues la próxima vez que se le ocurra decírselo con las manos, tendrá que vérselas conmigo, ¿me ha entendido? —masculló.


Paula se puso de pie como un resorte. ¿A qué venía aquel numerito?


—¡Pedro! Eso ha sido una grosería.


Nico se había quedado mirando a Pedro con una sonrisa burlona en los labios, pero cuando Paula intervino en su defensa, se volvió hacia ella y la sonrisa se tornó empalagosa.


—Está bien, Paula, no pasa nada, lo comprendo —se giró otra vez hacia Pedro—. Obviamente él siente la necesidad de defender su territorio: he captado el mensaje.


—Más le vale —masculló Pedro mirándolo con frialdad.


—¡Pedro! —volvió a reprenderlo Paula.


—¿Qué? —le espetó él irritado—. ¿Este tipo se pone a sobarte y me dices que no te importa? Pues a mí sí que me importa.


Paula estaba poniéndose roja como un tomate y, olvidándose de Scallon, agarró a Pedro de la mano y lo arrastró hasta una arboleda alejada de la orilla, donde no podrían oírlos ni verlos.


—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —le gritó a Pedro. Estaba furiosa, y no había pasado tanta vergüenza en toda su vida.


—Todo el mundo cree que somos pareja, ¿no? Bueno, pues no creo que esperen que me quede mirando mientras un pervertido toquetea a mi novia.


Paulaquería estrangularlo.


—Idiota —masculló—. Si fueras mi novio de verdad te mataría por comportarte como un Neandertal.


—Bueno, no te pongas así, lo siento. La verdad es que me hizo saltar. No me gusta que te manoseen así, aunque sea solo tu amigo —Paula aún no le había soltado la mano, y Pedro se la apretó suavemente.


La joven al fin sonrió un poco.


—Están todos esperando que salgamos, ¿verdad? —inquirió sin atreverse a asomarse fuera de la arboleda.


—Me temo que sí.


—¿Qué hacemos? ¿Esperamos un poco?


—Probablemente lo más acertado sería un beso de reconciliación antes de volver a nuestro sitio.


Pedro… —protestó ella frunciendo los labios.


—¿Qué? Es lo que estarán esperando, que cuando salgamos parezca que hemos hecho las paces. Además, necesitamos practicar un poco antes de hacerlo en público. Y para que realmente parezca que nos hemos estado besando, tendremos que…


—Me hago una idea, Alfonso —lo interrumpió ella azorada. Por alguna razón de repente se había vuelto muy consciente del hecho de que Pedro solo llevaba puesto un bañador, y se notaba la boca seca—, así que cierra el pico y bésame antes de que me arrepienta.


—Y dicen que el romanticismo ha muerto… —murmuró él sarcástico.


Aquella vez Paula estaba preparada para el beso. Incluso se humedeció los labios automáticamente antes de que él inclinara la cabeza. «Es solo Pedro, es solo PedroPedro…», se repetía mentalmente una y otra vez. Sin embargo, muy pronto le resultó imposible seguir concentrándose en aquellas palabras.


Pedro lo pilló desprevenido el que Paula empezara a responderle. Era increíble hasta qué punto lo excitaba, y la facilidad con que sus labios encajaban, como las piezas de un puzzle. Cada vez que había besado a una mujer, había tardado un rato en encontrar el «ajuste» correcto, pero no en esa ocasión. Aquel beso fue perfecto desde el primer momento.


Sin darse cuenta siquiera de lo que hacía, Paula le soltó la mano y rodeó el cuello de Pedro con sus brazos, poniéndose de puntillas para pegarse contra su cuerpo húmedo. El a su vez la tomó por la cintura, maravillándose al sentir hasta qué punto parecían ser dos partes de un todo que se habían encontrado al fin.


En cuanto la lengua de Pedro tocó la suya, Paula se perdió en las sensaciones que la inundaban y se dejó llevar, apartando todo pensamiento de su mente. No recordaba que en toda su vida la hubiese besado nadie tan apasionadamente. Y pensar que era Pedro quien… ¡Pedro


Oh, no… Aquello no podía estar pasando. No podía estar disfrutando con un beso de Pedro… ¡por amor de Dios, era su mejor amigo! Se suponía que no debería sentirse así con un amigo.


Pedro se apartó despacio de ella, esperando un momento antes de alzar la vista para mirarla a la cara. Paula tenía los ojos muy abiertos y no pestañeaba, como si fuera la primera vez que lo veía. Sus labios estaban hinchados y enrojecidos por el beso, y las mejillas estaban teñidas de rubor. Estaba preciosa. ¿Cuándo se había vuelto tan bonita? De pronto se había dado cuenta de que aquello era lo que había cambiado, lo que le había parecido distinto desde que ella volviera de Estados Unidos. Había crecido y madurado, convirtiéndose en una mujer muy hermosa.


—Con eso bastará. No creo que les quede duda de qué hemos estado haciendo. Vamos —y la tomó de la mano, dándose la vuelta para salir de la arboleda.


Paula tardó aún unos segundos en volver a reaccionar, mientras lo seguía como una autómata.


«Al menos uno de los dos no se ha olvidado dé por qué estamos haciendo esto».






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