jueves, 26 de enero de 2017

UN SECRETO: CAPITULO FINAL





—¿Quién es ése? —le preguntó Paula a Pedro. Tal y como había prometido, él había estado a su lado, abrazándola posesivamente por la cintura y dejando claro a todos los allí presentes que ella estaba con él.


—¿Quién?


—Ese hombre alto y guapo que ha estado mirando a Briana como si se hubiera quedado embelesado. Ha despertado interés en varios periodistas.


—Ése es Javier Hammond —contestó Pedro—. Y los periodistas están fascinados con el hecho de que haya venido un Hammond. Están esperando por si hay algún nuevo escándalo esta noche.


—¿Ése es Javier Hammond? Es gracioso, pero no se parece en nada a como yo me lo había imaginado. Es muy diferente de Mateo.


—No son hermanos de sangre. Mi tía Catherine y mi tío Oliver no podían tener hijos.


—¿Así que Javier es adoptado? —supuso Paula.


—Sí. Pero ha sido criado como un Hammond, por lo que debes advertirle a Briana que tenga cuidado con él —masculló Pedro.


Las modelos estaban desfilando en el escenario con las espectaculares joyas Alfonso y el público aplaudía entusiasmado.


—A juzgar por la apreciación del público, se diría que la exposición está siendo todo un éxito —comentó entonces Pedro.


—Creo que tienes razón —concedió Paula, asintiendo con la cabeza.


—Gran parte de este éxito se debe a ti —dijo él, que se sentía orgulloso de ella.


Cuando la música comenzó a sonar más alta, Paula se dirigió de nuevo a él.


—El final se está acercando.


Entonces apareció Briana. Bajó las escaleras del escenario vestida con un exquisito y simple vestido de novia. La seguían tres modelos vestidas de damas de honor que llevaban rosas blancas y unos espectaculares diamantes. 


Briana llevaba colgado del cuello un solo diamante…


—¡La Estrella del desierto! —gritó alguien al lado de ellos.


Entonces los aplausos inundaron la sala.


—Mira la expresión de Javier Hammond —le susurró Paula a Pedro—. Está destrozado.


—No debe de ser nada fácil para Javier. No olvides quién es su hermano y quién era la hermana de Briana.


—Oh… Mateo y Marise.


—No creo que Javier pueda superar esos obstáculos.


—Silencio —dijo entonces ella—. Es el gran momento.


Pedro miró el escenario y vio que Briana y sus damas de honor estaban lanzándole las rosas blancas al público. Le llegó una a él y se la entregó a Paula.


—Para ti.


Ruborizada, ella la aceptó.


Cuando la novia y sus damas de honor se retiraron del escenario, el desfile llegó a su fin. Raul Perrini dio un breve discurso de despedida y el público se levantó y guardó un minuto de silencio en memoria de Enrique Alfonso y de todos los demás que murieron junto a él.


Al cerrar los ojos, Pedro sintió un terrible sentimiento de pérdida. Su padre se había marchado. Para siempre.


Pero Paula estaba viva.


Su amor estaba vivo. La abrazó estrechamente, completamente ajeno a las miradas que estaban captando.


—¿Sabes una cosa? Las peores horas de mi vida fueron cuando pensé que habías muerto en el accidente —le dijo a ella al oído. Entonces le dio un beso en la sien—. He cambiado. Jamás seré como mi padre.


A continuación le puso un dedo debajo de la barbilla y le levantó la cara para poder mirarla.


—Te amo, Pau. Por favor, cásate conmigo.


—¿Aunque signifique el fin de tu exclusiva vida de soltero? —preguntó ella—. ¿Aunque implique que vayas a tener una esposa y dos hijos antes de finales de año?


—Eso no me va a asustar.


—¿Es éste el mismo hombre que juraba que no quería gatos, niños ni anillos de compromiso? No me lo puedo creer.


—Oye, eso comenzó a cambiar hace un tiempo. Ya te lo dije, con tal de que regreses a casa, puedes traer contigo a ese maldito gato que tienes.


—Se llama Picasso.


—Bien. Y te pedí que te casaras conmigo después de saber que estabas embarazada, así que lo de los niños tampoco se aplica.


—Pero eso era cuando pensabas que sólo había un bebé, pero ahora hay dos. No te culparé si te marchas corriendo.


—No me voy a marchar a ningún lado. Y ya he tratado de darte un anillo de compromiso, pero lo has rechazado.


Paula aguantó la respiración. Agarró la mano de Pedro y la puso sobre su vientre.


—Creo que en esta ocasión no voy a poder rechazarlo.


—¿Qué ha sido eso?


—Creo que uno de nuestros bebés ha decidido hacernos saber que está aquí.


—¡Vaya! —exclamó él.


Bajo las manos de ambos, uno de los bebés se movió de nuevo. A Pedro se le iluminaron los ojos.


En ese momento Paula se dio cuenta de que él los quería a todos, a sus hijos y a ella.


—Sí, me casaré contigo.


—¿Por los bebés? —preguntó Pedro, sonriendo irónicamente.


—No, porque te amo.


Entonces él sacó de su bolsillo la cajita con el anillo. Cuando la abrió, ella se quedó sin aliento.


—Te acordaste.


Paula se quedó mirando el anillo que había estado admirando durante meses.


—Candy me dijo que se había vendido y me quedé muy decepcionada. Pensé que era una señal de que el matrimonio y yo no nos compenetrábamos.


Pedro se rió. Antes de que ella pudiera decir nada más, le puso el anillo en el dedo y detuvo a un camarero que pasaba por su lado para tomar dos vasos de agua mineral de su bandeja.


—Por nosotros.


—Por nosotros.


Ensimismados, ambos se quedaron mirándose el uno al otro.


Detrás de ella, Dani gritó.


—¡Paula, levanta la mano! ¿Es eso un anillo de compromiso? ¡Pedro, taimado, nadie lo sabía!


Todos se acercaron a felicitarlos. Karen y Raul. Briana y Jake. Vincent y el resto de los primos Alfonso, así como Sonya y Garth, que no se mostraron tan entusiasmados como el resto. Entonces brindaron con champán.


—Por Pedro y Paula.


—¿Eres consciente de que tendremos que ponernos en contacto con un agente inmobiliario? Voy a tener que poner el ático a la venta —le murmuró Pedro a Paula al oído—. No es la clase de lugar en el que un par de gemelos puedan dejar marcas de sus pegajosos dedos.


Unos rizos rubios captaron la atención de Paula.


—Sé que Kitty Lang es una agente inmobiliaria magnífica, pero no la vamos a contratar.


—Me ha parecido que Kitty estaba tratando de atrapar a un hombre rico, por lo que de todas maneras tal vez no estaría disponible —comentó Pedro, sonriendo—. Todo lo que quiero es encontrar una casa en la que podamos ser felices junto a nuestros hijos.


—Y junto al gato. No te olvides de Picasso —le recordó Paula—. Y, desde luego, tú también tienes que ser feliz.


—Yo seré un hombre feliz y nuestra casa estará llena de risas… siempre y cuando te tenga a mi lado —le aseguró él, dándole un cariñoso beso en los labios.



Fin




2 comentarios: