miércoles, 25 de enero de 2017

UN SECRETO: CAPITULO 32





Tras aquella semana tan ajetreada, Paula estuvo casi todo el fin de semana durmiendo. No había duda de que su cuerpo estaba cambiando, se estaba hinchando, engordaba cada día. Mientras se dirigía en coche hacia el trabajo el lunes por la mañana se dijo a sí misma que después de la exposición iba a compensar todo el estrés que estaba sufriendo e iba a estar una semana entera durmiendo.


Su día laboral no comenzó bien. Cuando entró en la sala de exposiciones le informaron de que Emma, una de las dependientas, había telefoneado diciendo que estaba enferma y les había dejado cortos de personal. Y después, esbozando una gran sonrisa, Candy dijo que habían vendido el diamante rosado que tanto le gustaba a ella.


Pero al enterarse de que Pedro había estado ya por allí y que se había marchado para asistir a una reunión en Pitt Street, se tranquilizó un poco. Suspiró silenciosamente. Por lo menos tendría un poco de tiempo para prepararse para verlo de nuevo.


A mediodía, tras haber atendido a muchos clientes y haber estado varias horas de pie, necesitó un descanso. Se preparó un té y se dirigió a su despacho para ponerse al día con sus correos electrónicos. Y allí la encontró Pedro, que entró en la sala, cerró la puerta despacio tras de sí y se apoyó contra ella. Paula se puso tensa, temerosa de una confrontación tras su último encuentro… en el que había rechazado su oferta de matrimonio.


—Hola, ¿cómo te encuentras? —preguntó él con algo curiosamente parecido a la dulzura reflejado en los ojos.


—Estoy cansada. Estoy ganando más peso del que debería.


Pedro se acercó a ella y repentinamente el espacio del despacho pareció muy pequeño.


—¿Puedes sentir cómo se mueve el niño?


—No, pero mi tripa está creciendo. ¿Quieres tocarla? —sugirió ella.


—Tendré cuidado —aseguró él, a quien se le iluminó la cara.


Paula sintió un nudo en la garganta al observar cómo Pedro se arrodillaba delante de ella y colocaba cuidadosamente las manos sobre su tripa.


—Ya se nota un poco tu embarazo —comentó él, acariciándola.


—Estoy engordando.


—Tú nunca estarás gorda. Eres preciosa, Pau.


—Gracias —dijo ella, mirándolo.


Pedro le estaba acariciando la tripa con mucha delicadeza y ella dejó de sentirse tan cansada y tan pesada. Todo porque él le había dicho que era preciosa.


—Durante la hora de comer tengo una cita para realizarme mi primera ecografía —le informó. Entonces vaciló un poco—. ¿Te gustaría venir?


—Nada me detendrá —contestó él con el placer reflejado en la mirada.



***


Mientras esperaban en la consulta del médico, Pedro le agarró la mano. Cuando llegó el momento de entrar, Paula le presentó al doctor Waite, el cual no pudo ocultar su sorpresa al conocer al señor Alfonso. Entonces ella fue a cambiarse de ropa y, cuando regresó, vestida con un camisón de hospital, una enfermera le indicó que podía tumbarse en una camilla.


Paula se tumbó donde le habían indicado y Pedro se sentó en una silla que había al lado. Le tomó de nuevo la mano mientras la enfermera le cubría a ella la tripa con un gel muy frío.


Segundos después, el doctor Waite indicó la pantalla.


—Mirad, ahí está el feto.


—Puedo verlo —dijo Pedro, apretándole aún más la mano a ella.


Paula lo miró y vio que estaba observando la pantalla con la intensidad que normalmente reservaba para los balances.


—Paula, aquí está la razón por la que has estado tan cansada y hambrienta. Así como también la razón de que hayas ganado tanto peso —continuó el médico.


—¿Qué es? ¿Qué hay mal? —preguntó ella, ansiosa.


—Hay otro corazón latiendo.


—¿Otro? —repitió Paula, desconcertada. Miró la pantalla y trató de comprender.


—Son gemelos —dijo Pedro—. Por el amor de Dios, eso es lo último que esperaba.


Paula se estremeció.


Pedro iba a arrepentirse de haberle propuesto matrimonio e iba a salir corriendo de allí. Y ella no podría culparlo. ¿Por qué iba a quedarse con la embarazada hija de un mecánico, que estaba esperando gemelos, cuando podía elegir a la mujer más bella de Sidney?


—¿Hay gemelos en tu familia, Paula? El gen de los gemelos puede ser hereditario por parte de la madre —explicó el doctor Waite.


—Mi madre tiene una gemela —contestó ella, tratando de concentrarse. Estaba muy impresionada.


Pero entonces Pedro la miró y ella pudo ver que no estaba esbozando la expresión de un hombre que estaba a punto de salir corriendo. Si no hubiera sabido como era él, si no hubiera sabido lo cauteloso que era acerca de perder la libertad que le ofrecía su lujosa vida de soltero, quizá habría sido lo suficientemente tonta como para pensar que el brillo de sus ojos, la emoción que reflejaban, era amor.




2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyy, cómo sufre Pau. Pero Pedro ya está cayendo a sus pies jaja.

    ResponderBorrar
  2. Me encanta los capítulos siempre me quedo con ganas de más capítulos para leer

    ResponderBorrar