lunes, 23 de enero de 2017
UN SECRETO: CAPITULO 26
Flavio's era un restaurante elegante y moderno. Cuando el camarero se acercó a la mesa donde estaban sentados, Paula pidió linguine Alfredo. Los mareos matutinos ya habían pasado y ella había desarrollado el apetito de un luchador de sumo.
Mientras Pedro analizaba la carta de vinos, Paula pidió un refresco y le dio gracias al cielo por no beber alcohol con frecuencia, ya que él no sospecharía de su abstinencia.
—Y una botella de Saxon sauvignon blanco, por favor —dijo Pedro. Una vez que el camarero se hubo retirado, se dirigió a su hermana—. Me han dicho que ese vino sabe a pomelo con un leve toque de melón… y a verano.
—Parece que te lo dijo un experto en relaciones públicas —comentó Karen, riéndose—. ¿Te lo dijo Megan?
Pedro asintió con la cabeza.
—Es prima nuestra —le explicó a Paula—. Pero los Saxon nunca se inclinaron por el negocio de las gemas. Producen vino.
—La pobre Megan es la hermana pequeña de tres hermanos —terció Karen.
Paula recordó que había oído que Karen nunca podría tener hijos. Era muy triste. Se tocó el vientre y pensó que quizá no tuviera el amor de Pedro, pero que había sido muy afortunada al ser bendecida con un bebé. Entonces se percató de que él la estaba mirando.
Se apresuró a sacar la lista de cosas sobre las que quería discutir y comenzó a hablar. La siguiente media hora transcurrió muy rápido. Trataron el tema de las modelos, de los estilistas y de las joyas. Los interrumpió el teléfono móvil de Pedro.
Él lo agarró y miró quién lo llamaba.
—Número oculto. Me dan ganas de no contestar.
—¡Vamos, ya sabes que no te puedes resistir! —se burló Karen—. Contesta, nosotras te perdonamos.
Pedro se disculpó con ellas y contestó a la llamada. Las respuestas que dio fueron cortas y poco comunicativas.
—No estoy dispuesto a comentar nada hasta que nos veamos —dijo.
Entonces terminó la llamada. La expresión de sus ojos reflejaba preocupación.
—Nunca termina —comentó, sentándose de nuevo a la mesa—. Era un tal Tom Macnamara.
—Si era un periodista, deberías habérmelo pasado a mí y no haber quedado tú directamente con él —lo reprendió Karen.
—No es periodista. Es investigador privado… de Investigaciones Macnamara.
—¿Qué es lo que quiere? —preguntó Karen, impresionada.
—Dinero, ¿qué si no? —contestó Pedro.
—Oh, no. ¡Otro escándalo no! —exclamó Karen, palideciendo—. No sé cuánto más vamos a poder soportar, la repercusión que tendrá sobre las acciones…
—Espera —dijo Pedro, levantando una mano—. Debería haber aclarado que no nos está sobornando ni amenazando con ir a los periódicos con ninguna información. Lo que quiere es que se le pague una factura que dice que le debemos.
—¿Qué factura? —preguntó Karen—. ¿Y quién le ha retenido el pago?
Paula sintió un nudo en el estómago ante el silencio que se creó.
—Parece ser que fue nuestro padre —contestó Pedro—. Lo contrató para encontrar a Dario…
—No es el primero —dijo Karen, agitando una mano.
—Pero dice que tiene una pista —Pedro dejó de hablar cuando el camarero les llevó sus cafés—. Quiere verse con nosotros, pero primero tenemos que pagarle lo que dice que se le debe. Aparentemente le mandó la factura a Ian Van Dyke, el abogado que falleció en el accidente.
—Oh —murmuró Karen—. Desde luego. Le pagaremos. Pero primero queremos oír lo que tenga que decir.
—¡Exactamente! —concedió Pedro—. Me he ofrecido para verme con él mañana. Ha dicho que no está en la ciudad, pero que regresará en un par de semanas. Si es un fraude, lo desenmascararemos.
—Pero ¿y si dice la verdad? —dijo su hermana—. ¿Y si Dario está vivo?
Paula miró a ambos hermanos.
—Nos ocuparemos de ese asunto si ocurre —contestó Pedro, tenso.
—Debes saber que Raul me dijo esta mañana que se rumorea que Mateo Hammond ha ido a Alice Springs.
—¡Demonios! —Pedro dio un puñetazo a la mesa—. Eso es lo último que necesitamos.
—¿Qué quieres decir? —terció entonces Paula, sobresaltada.
Ambos hermanos se quedaron mirándola con la impresión reflejada en la cara.
—Lo siento —se disculpó Pedro—. Me olvido de que no todo el mundo conoce la dinámica de la bastante complicada familia Alfonso. Vincent vive en Coober Pedy, pero ahora mismo está en Alice Springs. Si Mateo ha viajado a Alice, ello significa que está detrás de las acciones de Vincent.
—¡Oh! —exclamó Paula—. ¿Vendería sus acciones tu tío?
—Ésa es la pregunta del millón. Bajo circunstancias normales, probablemente no —contestó Pedro, encogiéndose de hombros—. Pero han ocurrido ciertos problemas y mi tío ya no es tan joven, por lo que quizá esté dispuesto a vender.
—Los primos no se lo permitirán —aseguró Karen con firmeza.
—Ésa es la única esperanza que tenemos —contestó Pedro.
—¿Qué ocurrirá si Mateo compra esas acciones? —preguntó Paula.
—Mateo ya tiene el diez por ciento de las acciones que le compró al tío William… —respondió Karen.
—Pero con las acciones de Vincent, Mateo tendría una posición peligrosa. Con sólo unas pocas acciones más estaría en una posición tan fuerte que podría intentar una toma de poder sobre Alfonso Diamonds. Tenemos que hacerle una oferta a Vincent.
—Con la fortuna de papá congelada hasta que se legalice el testamento será difícil detener a Mateo —dijo Karen, que parecía preocupada—. Conllevaría una gran cantidad de dinero… más de lo que podemos gastar ahora mismo para comprar acciones. Tenemos que mantener reservas para dirigir el negocio.
—Tú podrías pedir un préstamo —sugirió Paula cautelosamente.
—¿No supondría eso una contravención?
—No —interrumpió Pedro a su hermana—. Es una idea estupenda, Pau —añadió, sonriendo—. Pero tendría que ser un préstamo que pidiéramos a un banco, no a la propia compañía. Tenemos suficientes activos para asegurar los fondos. Yo tengo acciones, mi ático… y está la casa que poseéis Raul y tú.
—Tendré que discutirlo con Raul. La casa es… —comenzó a decir Karen.
—Tenemos que detener a Mateo antes de que destruya Alfonso Diamonds —la interrumpió Pedro—. Incluso podríamos pedir un préstamo por Miramare.
—¿Miramare? —repitió Karen con los ojos como platos.
—La primera vez que vi la mansión fue tras el funeral. Antes sólo la había visto en fotografías —terció Paula.
—Vale millones —explicó Karen.
—Siempre y cuando el albacea testamentario esté preparado a autorizar el préstamo, no será muy difícil —Pedro puso su taza de café sobre la mesa y se echó hacia atrás—. Garth no tendrá ningún problema. Con todos los demás activos que tenemos, no tendríamos que utilizar los fondos. Sólo queremos asegurarnos de tener ese crédito extra… por si lo necesitamos para pelear contra Mateo Hammond. Hablaré con el banco.
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NO me está gustando este Pedro que en lo único que piensa es en la empresa. Muy buenos los 3 caps.
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