lunes, 23 de enero de 2017

UN SECRETO: CAPITULO 25






Pedro no pudo evitar darse cuenta de la meditabunda expresión que esbozó Paula al observar cómo se marchaba la pareja.


A pesar de la aparente felicidad ante el acuerdo que ellos dos habían hecho en el pasado y de que había negado querer casarse con él, se preguntó si ella deseaba llevar un anillo de compromiso en la mano izquierda… al igual que Petra en aquel momento.


—¿Qué estás pensando? —le preguntó.


—Momentos como éste son los mejores de mi trabajo. Dos personas lo suficientemente valientes como para intentar vivir juntos que vienen a Alfonso Diamonds en busca de un símbolo permanente de su amor.


—Paula…


Ella le sonrió, pero sus ojos reflejaban cautela.


—¿Sí?


—Acerca de anoche…


—Anoche fue una excepción. Sólo una noche, Pedro. Eso fue lo que decidimos —contestó Paula, dándose la vuelta y cerrando con llave el mostrador.


Estaba claro que no quería hablar de la experiencia que habían compartido la noche anterior, experiencia que para él había sido increíble. Contuvo la decepción que se apoderó de él.


—Lo sé. Pero he estado pensando…


Pedro, ¿qué estás haciendo aquí?


El silenció la maldición que le vino a la mente al oír la sorprendida voz de su hermana.


—Pensaba que Garth, el tío Vincent y tú ibais a ir a Janderra hoy mismo, ¿no es así? —dijo Karen.


—Hemos pospuesto el viaje porque falta muy poco para la exposición —contestó Pedro.


Karen miró a su hermano. Entonces miró a Paula.


—Entiendo —comentó.


Pedro frunció el ceño con la intención de que su hermana no tomara conclusiones equivocadas.


—Me temo que Holly no puede reunirse con nosotros para comer —le dijo Karen a Paula—. Pero tomaré notas de todo lo que necesite saber.


—¿Vais a tener una comida de negocios? —preguntó Pedro.


Karen asintió con la cabeza.


—En Flavio's, que está al otro lado de la calle. Tenemos que repasar los detalles finales de la exposición de joyas antes de vernos el lunes por la mañana con el coordinador del evento.


—He oído hablar de esa reunión —dijo Pedro—. Yo tengo que asistir.


—Te advierto una cosa —Karen le dirigió a su hermano una perversa sonrisa—: si asistes a la reunión del lunes, yo pasaré más tiempo hablándole al coordinador de la ceremonia que Raul y yo vamos a celebrar para renovar nuestros votos.


Pedro suspiró exageradamente.


—Lo mejor que he podido hacer ha sido mudarme aquí abajo. Las oficinas centrales estaban comenzando a parecer una despedida de soltera. Ahora, permitidme que tome mi chaqueta y que os acompañe a comer. Creo que debería estar allí ya que vais a hablar de la exposición.


Karen frunció el ceño y miró a su hermano  taimadamente. Pero Pedro se dio cuenta enseguida de que Paula no parecía tan divertida.


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