domingo, 8 de enero de 2017

PELIGRO: CAPITULO 9






Pedro se despertó de su profundo sueño y descubrió que había una mujer en su cama. Levantó la cabeza y vio a Paula Chaves dormida a su lado. Retiró la mano del pecho de Paula y trató de apartarse, pero la cama era demasiado estrecha y tenía la espalda contra la pared.


Apenas recordaba haberle pedido que durmiera con él. 


Debía de haber perdido la cabeza. Su cuerpo sabía exactamente lo que quería hacer con aquella mujer cuyo trasero se arrimaba a su potente erección.


Miró alrededor de la habitación y se dio cuenta de que la electricidad había vuelto. Pensaba que había apagado la luz de la mesa, pero estaba equivocado.


Paula se movió. El se apartó lo que pudo, pero enseguida descubrió que no había sido una buena idea porque le proporcionó espacio para darse la vuelta y estirarse.


Se quedó a la espera de que abriera los ojos y se asustara. 


Sin embargo, ella los abrió lentamente, lo miró y sonrió soñolienta.


—Buenos días —dijo ella, acariciándole la cara—. ¿Has dormido bien o te he molestado?


Sus dedos eran cálidos contra su mejilla. Ni un santo podría resistirse a aquella mujer. El se inclinó hacia ella y acarició sus labios, pensando que lo apartaría.


Pero una vez más, se había equivocado. Ella acercó su boca a la suya en una inocente respuesta. Con su lengua, recorrió sus labios y ella abrió la boca. El beso duró y duró hasta que Pedro supo que tenía que detenerse. No estaba en forma para hacerle el amor, a pesar de la necesidad que sentía de penetrarla.


Se obligó a apartarse y la miró. Su rostro estaba sonrojado y sus labios brillaban por aquel intenso beso.


—Necesito levantarme —dijo él.


—Oh, lo siento —dijo ella y salió de la cama.


Por primera vez desde que llegara, Pedro deseó tener su propia manta para preservar su intimidad. Agarró la más cercana, se rodeó la cintura con ella y salió de la cama. Por suerte, ella se había girado y estaba buscando algo en su enorme maleta. Llevaba ropa para varias semanas.


Tomó su bastón y se dirigió al cuarto de baño para ducharse, aunque lo mejor sería abrir la puerta de la cabaña y lanzarse a la nieve.


Una vez bajo la ducha, Pedro recordó los dos últimos días. 


Paula Chaves había entrado en su vida y la había puesto del revés. Al pensar en los últimos meses, se dio cuenta de que no quería continuar hibernando, no quería continuar lamiéndose las heridas, tanto físicas como emocionales.


Desde que llamara a su puerta, no había dejado de preguntarse hacia dónde se dirigía Paula cuando su coche quedó atrapado en la cuneta. De repente, quería saberlo todo sobre ella. Tan pronto como se secara y se vistiera, tenía intención de averiguarlo



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