sábado, 7 de enero de 2017
PELIGRO: CAPITULO 7
Paula no podía creer lo que estaba oyendo. Estaba sorprendida de aquella actitud tan amable. Se puso de pie y lo miró detenidamente. Tenía las pestañas largas, algo en lo que no había reparado probablemente porque sólo se había fijado en sus ojos.
Le caía el pelo sobre la frente y deseaba apartárselo hacia atrás, pero se contuvo. De pronto se dio cuenta de que se había dormido por su respiración profunda.
Se dio la vuelta y vio su maleta, entre las camas, con los libros y las revistas esparcidos a su alrededor. Los apiló, sacó su pijama más cálido y los dejó al pie de la cama.
También sacó un par de calcetines para evitar que se le enfriaran los pies como la noche anterior.
Mientras habían estado hablando, la luz del exterior había desaparecido. Miró el reloj y se sorprendió al ver que eran casi las ocho de la noche. Había sido un día extraño. Se preguntó si Pedro se acordaría de todo lo que le había contado.
Miró por encima de su hombro. Parecía cómodo como estaba. De pronto reparó en que la estufa necesitaba más leña. Había un montón en el porche, así que se puso el abrigo, salió fuera y tomó unos troncos que metió en la estufa, tal y como le había visto hacer.
Después, Paula fue hasta la mesa y apagó la lámpara, antes de ocultarse tras la manta que había puesto alrededor de su cama. Una vez se cambió de ropa, fue al baño y se cepilló los dientes.
Cuando salió, dirigió la mirada hacia él. No se había movido.
Encontró otra manta y se la echó por encima, volvió a su cama y se metió entre las sábanas.
A pesar de lo cansada que estaba, le costó trabajo dormirse.
Nunca había conocido a un hombre como Pedro. Estaba preocupado, pero ¿quién no lo estaría en su situación?
Se recordó, que era exactamente el tipo de hombre con el que se había jurado no relacionarse: un militar. Aunque su trabajo no debería importarle. Una vez se fuera, no habría razón para volver a verlo. Al menos, ahora tenía otra opinión de él. El dolor explicaba su amargo e irascible comportamiento.
Si estuviera en su casa, estaría al otro lado del pasillo de su apartamento, visitando a Tamara y comentando con ella las confusas emociones que aquel hombre le había causado.
Confiaba en que Tamara estuviera bien.
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