sábado, 14 de enero de 2017

PELIGRO: CAPITULO 30





Facundo estaba en la cocina cuando Pedro volvió a bajar.


—¿Está todo bien? —dijo observando el rostro de su hermano.


Pedro asintió.


—Paula se encuentra un poco molesta. Dice que le pasa cada mes.


—Eso acaba con mi teoría. Pensé que estaba embarazada. Ésa era la única razón por la que había pensado que te habías casado.


—No soy tan bueno como para dejarla embarazada en una semana.


—¿Creías que estaba embarazada?


Pedro se giró y llenó su taza de café.


—Claro que no.


—Entonces, ¿explícame cómo funciona un matrimonio que no es real? Me tienes confundido.


—Quería tener la obligación legal de protegerla, aunque sólo fuera por que usara mi apellido.


—Estoy impresionado. Eso es algo muy loable. 


Pedro se giró y miró a su hermano.


—No es para tanto. Quería dormir con ella y pensé que ésta era la única manera de lograrlo.


—Eso es más típico del hermano al que conozco y quiero. ¿Saldrás con los muchachos y conmigo al campo o vas a quedarte en casa?


—Estaré listo en cuanto me vista.


Después de vestirse, Pedro se asomó a la habitación de Paula y vio que estaba dormida. No sabía por qué tenía aquel sentimiento. Ella se quedaría allí en el rancho el tiempo que necesitara y él volvería a Bethesda para que le dieran el alta médica y volver a su unidad.


No tenía por qué dejar el ejército. Sólo necesitaba algún tiempo para curarse y poder pensar con claridad. Un matrimonio entre ellos nunca funcionaría



****


Cuando Paula se despertó, se sentía mejor. Eran casi las once. Todos se habrían ido ya. Los hermanos estarían trabajando en alguna parte del rancho y Alma estaría en New Eden en su consulta.


Se vistió y bajó. Alma le había dejado una nota sugiriéndole varias cosas para comer. Era como tener una hermana mayor.


Julio llamó después de que comiera y estuvo charlando con él un rato.


—Así que te han dejado sola —comentó.


—Así es.


—¿Te gusta el rancho?


—Me lo estoy pasando muy bien. Nunca pensé que pudiera existir un sitio así. Los espacios abiertos me impresionan.


—¿Crees que te cansarás de estar aislada?


—No me siento aislada.


—No sé si alguien te ha hablado de la primera esposa de Facundo. Era una mujer de ciudad. Siempre había vivido en Dallas y tenía una intensa vida social. No le gustaba vivir en el rancho y por eso lo dejó.


—Era una idiota. Ser la esposa de un Alfonso es más que suficiente para hacer feliz a una mujer.


—Creo que deberías hablar con mi esposa y recordárselo. Le diré que debería sentirse agradecida de levantarse varias veces cada noche para dar de comer a los Alfonso más jóvenes. o mejor no. Últimamente, su sentido del humor es escaso.


—Gracias por mandarme aquí, Julio. Me lo he pasado bien.


—Me alegro de oír eso. Las cosas se están poniendo calientes en Deer Creek y por eso he llamado. Ha habido algunas detenciones y un par de locales de apuestas han sido cerrados. El FBI quiere que testifiques y quieren que estés a salvo. Será mejor que te relajes y disfrutes.


Ella suspiró.


—Estoy segura de que me he quedado sin trabajo.


—¿Quién sabe? Quizá cuando tu jefe averigüe por qué te fuiste, te vuelva a contratar. La gente honesta de la ciudad va a sentirse aliviada de que algunos delincuentes estén fuera de circulación —hizo una pausa y añadió—: Dile a Pedro que he llamado. Todo parece estar funcionando de acuerdo al plan.


—Se lo diré.


Cuando el teléfono volvió a sonar media hora más tarde, Paula se quedó mirándolo sorprendida. Apenas sonaba durante el día porque todo el mundo sabía que Facundo y Alma estaban trabajando. Claro que podía ser Julio con alguna novedad.


—Residencia de los Alfonso—dijo después de descolgar.


—Quisiera hablar con Pedro Alfonso, por favor.


Se quedó helada al reconocer aquella voz. La había escuchado cuando aquellos hombres fueron a la cabaña buscándola. Paula comenzó a temblar. ¿Cómo habían logrado encontrarla?


—El señor Alfonso no está aquí en este momento. ¿Quiere que le diga que le llame? —preguntó confiando en que su voz no revelara el miedo que sentía.


—¿Cuándo cree que volverá? Necesito hablar con él tan pronto como sea posible.


—No lo sé. ¿Quiere dejarme su número de teléfono?


—Le volveré a llamar —dijo el hombre y colgó.


¿Habrían descubierto los oficiales que Pedro era el hombre que habían visto en la cabaña? Se dio la vuelta y comenzó a caminar por la habitación. Después de pensar durante unos minutos, decidió llamar a Facundo.


—¿Ya te estás aburriendo? —preguntó Facundo al contestar su teléfono móvil.


—Oh, no. Parece que uno de los oficiales ha dado con Pedro. Ha llamado hace un rato y ha preguntado por él. Ha dicho que volvería a llamar.


—Enseguida estamos ahí —dijo él y colgó.


¿Cómo había logrado una sola llamada de teléfono ponerla tan nerviosa? Sabía que estaba segura en el rancho. 


Además, Facundo y Pedro llegarían enseguida. Se habían ido en la camioneta, lo que quería decir que habían ido más lejos de lo habitual. Pedro continuaba sintiendo molestias cuando montaba a caballo durante largo rato.


Poco más tarde, oyó el sonido de una camioneta detenerse cerca de la casa y fue a la cocina para encontrarse con ellos. 


Pedro fue el primero en cruzar la puerta y al verla, se acercó veloz a ella. La abrazó con tanta fuerza que Paula apenas podía respirar.


—Nadie va a hacerte daño, cariño. ¿No te lo había prometido? De camino, he llamado a Julio. Va a avisar al FBI.


Ella apoyó la cabeza en su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Cuando levantó la cabeza, vio a Facundo apoyado en la encimera con los brazos cruzados sonriendo con expresión de sorpresa.


Paula se separó de Pedro.


—Por qué te ríes?


—En ocasiones, mi hermano me sorprende. Estaba conduciendo lo más rápido que la camioneta y las condiciones de la carretera permitían y Pedro no dejaba de gritar: ¡deprisa!, ¡deprisa! Era como si el mundo se estuviera acabando y tuviera que llegar junto a ti cuanto antes. 


Pedro todavía abrazaba a Paula.


—Estaba equivocado, ¿de acuerdo? Así que deja de restregármelo. No me he dado cuenta hasta que llamó y supe que esos hombres la habían encontrado.


—Darte cuenta de qué?


Pedro la miró y la besó en la nariz.


—Luego hablaremos. De momento, éste es el plan.



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