miércoles, 4 de enero de 2017

CHANTAJE: CAPITULO 25




A la mañana siguiente, desayunaron en la terraza.


Paula pensó que Pedro estaba más tenso de lo normal, pero lo achacó a la reunión que se iba a celebrar para tratar la compraventa de la isla.


Mientras se tornaba una tostada, recordó lo cariñoso que había sido la noche anterior con ella, pero se dijo que aquello no significaba nada.


-¿Por qué sigues trabajando con Tomas? -le preguntó de repente.


Paula se encogió de hombros.


-La empresa es de los dos -contestó-. Nunca se me ha ocurrido irme. Obviamente, no tenía dinero, así que él lo puso todo...


-Ah, sí... el dinero -dijo Pedro echándose hacia atrás en la silla-. ¿Por qué te casaste conmigo, Paula?


Paula lo miró en silencio, preguntándose si se habría dado cuenta de lo mucho que lo amaba.


Consiguiendo sonreír de manera casual, se encogió de hombros.


-Supongo que, tal y corno tú dijiste, porque el sexo entre nosotros era maravilloso y por tener una tarjeta de crédito sin límite -contestó-. ¿Qué más podía pedir una chica de mi edad?


-Eso me pregunto yo -contestó Pedro-. Jamás utilizaste mi tarjeta de crédito. No gastaste absolutamente nada de mi dinero.


-No tuve tiempo -se justificó Paula.


-Otras mujeres se gastan una fortuna en menos tiempo del que tú necesitas para lavarte los dientes.


-Yo no soy como otras mujeres.


-No hace falta que me lo recuerdes.


-Mira, los dos sabemos que nuestro matrimonio fue un error y cuando esto termine...


-¿Por qué fue un error?


¿Por qué?


Obviamente, porque no la quería.


-Lo único que había entre nosotros, Pedro, era sexo y con eso no se puede construir un matrimonio.


Para ella, su relación había sido verdadera, algo que sabía que jamás encontraría con otro hombre, pero para él solamente había sido sexo.


-No era sólo sexo. Es cierto que me excitas más que cualquier otra mujer, pero también me gusta todo lo demás. Eres divertida, inteligente e interesante.


-Eso lo dices porque soy la única persona del mundo que se atreve a decirte que no.


Pedro se rió.


-Mucha gente se atreve a decirme que no, Pau. No soy tan malo corno tú crees -sonrió.


-No creo que seas una mala persona -le aseguró Paula mirándolo a los ojos.


-No me mires así, que he quedado con Kouropoulos dentro de menos de media hora. Quiero que vengas conmigo.


-Pero Marina...


-¿No me digas que te da miedo? A mí no dudas en ponerme en mi lugar cuando te saco de tus casillas. ¿Por qué no haces lo mismo con ella?


-Porque no tengo pruebas de lo que hizo.


-Entonces, hagámosla confesar.


-¿Cómo?


-Ya se me ocurrirá algo.


-Ten cuidado, Pedro, va detrás de ti.


-Sí, pero yo ya estoy ocupado.


Paula se dijo que no debía hacerse ilusiones, que Pedro le había pedido que lo acompañara a la isla única y exclusivamente para convencer a Kouropoulos de que estaban perdidamente enamorados.


Nada de aquello era real, pero recordó la promesa que Pedro le había hecho a su abuela y decidió ayudarlo.


-Vamos por ellos.


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