lunes, 5 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 4





Aún mantenía las manos de Doris entre las mías, cuando un hombre alto, con cabello castaño claro, rostro de modelo y mirada triste, entró.


Usaba un largo sobretodo de cachemir gris y por debajo se podía distinguir un elegante traje.


Ambas miramos en dirección hacia donde se encontraba el caballero, y para mi asombro la viejecita me guiñó un ojo.


«Vieja pilluela»


El misterioso hombre caminó con paso lento, pero decidido, hasta donde nos encontrábamos nosotras.


Se despojó de su sobretodo y depositó las llaves del coche en el mostrador.


Doris sonrió y haciendo un saludo con su mano se retiró del lugar.


—Buenas tardes —saludó el elegante caballero.


¡Hola bombón! « Pensé» pero el profesionalismo, ante todo.


—Buenas tardes señor, ¿en qué puedo ayudarlo? —Y noté claramente, cuando sus ojos me escrutaron de arriba abajo antes de responder.


—Deseo encargar un pastel de cumpleaños –respondió con sus penetrantes ojos fijos en mi –tiene que ser de tres niveles como mínimo y además necesito dos docenas de cupcakes. Todo debe ser de color rosa y tienen que tener zapatillas de ballet negras y estrellas en ellos.


Cogí mi cuadernillo y comencé a tomar notas.


—Bien… ¿para el bizcocho prefiere chocolate o vainilla?


—Chocolate el pastel y vainilla los pastelillos por favor —. Respondió al instante, casi como si lo trajera fríamente ensayado.


No apartaba sus ojos de los míos y mantenía la punta de su dedo índice sobre sus labios, como si su cuerpo estuviera instándole a guardar silencio. Su lenguaje corporal delataba a un soberbio y autoritario espécimen masculino y por alguna extraña razón el sujeto me perturbaba mucho, me ponía nerviosa y eso no era bueno… ¡nada bueno!


—¿Relleno de crema o mantequilla? –retomé, intentando dejar de lado mis locos pensamientos.


—Crema.


El móvil del caballero comenzó a sonar y el atendió la llamada respondiendo un seco…


—Aquí Alfonso.


Mientras el tal Alfonso hablaba por teléfono, me dediqué a diseñar un pequeño bosquejo del pastel para que pudiera verlo y aprobar en cuanto terminara su llamada.


El hombre de sonrisa triste no tenía intenciones de finalizar la llamada por el momento. Fue por esa razón que decidí interrumpir por un segundo su acalorado diálogo, para que de esta forma yo pudiera seguir con mi trabajo y él se pudiera marchar antes que la noche llegara. Seguramente su bella esposa y los traviesos niños lo estarían esperando en casa « especulé con pesar» y es que todos los “buenos” ya están ocupados.


—Tienen que recibir el caso si es enviado por mí… ¡ya es la segunda vez que ocurre! Si nuevamente se ignora una de mis órdenes, buscaré la cabeza del culpable y juro que correrá sangre —. Sentenciaba el hombre con un seco tono de voz, que haría cagarse en los pantalones hasta al más valiente.


—Señor… disculpe, –susurré bajito intentando no molestar.


Nada.


—Señor —repetí, haciendo la seña universal con mis manos para pedir un minuto de tiempo.


Nada de nada.


Toqué su hombro y repetí…


—Señor, solamente necesito saber ¿para cuándo necesita el pedido?


—Para hoy a la noche —respondió como si nada y continuó hablando por teléfono y caminando de un lado a otro.


«¿Para hoy?» tenía que ser una broma. Una muy mala broma.


—Perdón caballero, pero eso no va a ser posible. Tanto los pasteles, como los pastelillos se encargan con un mes de anticipación.


Sin apartar sus ojos de los míos colgó su llamada sin siquiera decir adiós y su mirada me congeló por una fracción de segundos.


—Quiero hablar con el propietario ahora mismo —ordenó.
«Idiota»


—El propietario, o mejor dicho “ la” propietaria está frente a usted caballero, y es ella misma la que le informa que no tendrá pastel para hoy.


—Señorita ¿…? –y entrecerró sus hermosos ojos tras la pregunta.


—Pau.


—Señorita Pau…


—Señora —corregí.


—Señora Pau,—retomó con más calma y mejor disposición—verá… es sumamente importante que consiga el pastel y pastelillos hoy viernes. Mi hija cumple cinco años y se lo tenía prometido desde hace meses, pero por un inaceptable descuido de mi secretaria no se ha encargado. Y en tres horas, tendré la casa repleta de niñas usando tutú rosa y a mi hija llorando desolada porque finalmente no tendrá su fiesta de Angelina Ballerina.


La verdad es que sentí pena por ese hombre, pero más pena me daba pensar en la desilusión que tendría esa niña cuando su padre llegara con las manos vacías.


Te conozco Pau… solucionarás el problema, aunque tengas que cerrar antes el local. Si tan solo la desgraciada de Samantha estuviera aquí, podrías dejar el salón en sus manos y dedicarte a preparar un pastel súper exprés.


—¿Cómo se llama? —pregunté con menos animo de pelea que hace un momento.


—Pedro Alfonso.


—¡No usted! —reí —su niña, ¿ Cómo se llama la cumpleañera?


—Sara.


—Qué hermoso nombre —murmuré más para mí que para él… siempre fue uno de mis nombres favoritos en caso de que algún día la vida me regalara una hija.


—Le propongo algo señor Alfonso, le venderé un par de bizcochos de chocolate, y algo de cobertura de pasteles a la que teñiré de rosa en un minuto. Una vez que llegue a casa, pídale a su esposa que se encargue de armarlo, no es para nada complicado y seguro Sara podrá ayudar. Por mi parte prometo ponerme ya mismo a hornear cupcakes y hacer el intento de llegar a tiempo para que las niñas los tengan para la fiesta.


Pasó su gran mano reiteradamente por su cabello, y no emitió comentario. Miró en ambas direcciones como si esperase a que alguien le socorriera. Luego tomó asiento en uno de los taburetes altos que se encontraban en el mostrador y posteriormente… aceptó.


—Perfecto, deme un minuto que pediré a mis chicos que empaqueten los bizcochos y yo teñiré la crema de rosa.


Mi teléfono comenzó a sonar, y sin darme cuenta de los curiosos ojos que me miraban, contesté la llamada.


—Diga.


Como de costumbre, enganché el móvil contra mi hombro, mientras me disponía a armar unas cajas de plástico corrugado para pastel.


—¿Pau?


—Sí Álvaro, soy yo —respondí sin mucho asombro


El abogado que compartíamos con mi ex me estaba llamando nuevamente.«Sexta llamada en lo que va de la semana» Me pregunto, ahora ¿qué querrá? ya se quedó con el departamento, con la casa de playa, parte de mi ropa, perfumes, calzones y toda su empresa. ¿ Quizás quiera mi coche? ... ¡ah no! ¡Mi camioneta no!


—Quiere mi camioneta ¿verdad? —pregunté sin dejarlo hablar.


El carraspeó y comenzó su discurso.


—Pau… querida, imagino lo difícil que debe ser esto para ti, es que créeme que los aprecio mucho a ambos, y no justifico para nada el proceder de Ricardo.


—Ya Alvarito… ¡suelta el moco de una vez! ¿Qué quiere mi querido e infiel esposo esta vez?


Ni bien termino de decir esa frase, levanto la mirada y esta choca con la de Alfonso. Me molesta que esté escuchando una conversación ajena tan atentamente, por lo que llego hasta la máquina de café y sirvo un copioso, caliente y espumoso capuchino. Giro y para su sorpresa se lo pongo enfrente sobre una delicada servilleta de papel.


—La casa invita —comento mientras doy un guiño.


Asiente en silencio y da un trago a la bebida.


—Quieren el negocio Pau.


Silencio y posible paro cardíaco.


No sé cuál de las dos cosas es más preocupante en mí… ¿que sufra un infarto, o que me quede sin palabras? Porque no tengo precedente de que ninguna de las dos haya pasado por mi cuerpo anteriormente.


—¿Mi negocio? —grité llamando la atención de todos quienes en silencio tomaban café, leían o charlaban con alguien.


—Exacto.


Sostengo el tabique de mi nariz ejerciendo tanta presión como me es posible.


—Mi negocio ¡no! —respondo enérgica—se los compraré.


—Pau, tú no tienes dinero. Ricardo canceló hace un mes las cuentas bancarias que tenían en común.


—Entonces lo incendiaré.


—Eso no es legal e irías a prisión automáticamente.


La realidad es que el abogado tenía razón.


Lo poco que poseía ya no está.


Las palabras se negaban a querer salir. Di un repaso a la gran y cálida tienda y una lágrima comenzó a caer de mis ojos.


—Entiendo —respondí —que se queden con todo. No los necesito.


Di por finalizada la comunicación con un zumbido en mis oídos y muchas ganas de que el día terminara rápido. Todo era un tanto surrealista. En el trascurso de esta semana perdí todo.


—Pau, listos los pasteles —gritaron de la cocina.


Volteé y fui por ellos. Regresé con la bandeja, la deposité a un lado y uno a uno comencé a guardar los tres bizcochuelos de chocolate en las cajas. Un prudente Alfonso observaba en silencio mis movimientos.


Con un estado de agotamiento realmente grande, introduje las cajas en una gran bolsa de papel y la puse sobre el mostrador.


—Son 30 dólares caballero, y por favor déjeme su dirección para poder enviar los cupcakes a tiempo, el costo del delívery es de 12 dólares más.


—No se preocupe… el dinero no es problema.


Soberbio «pensé» y entrecerré mis ojos con desprecio, hoy estaba hecha una araña peluda… ¡y absolutamente todo me molestaba!


—2307 M St NW —dictó rápidamente mientras yo tomaba nota.


—En dos horas estaremos con la entrega en su casa señor –transmití sin apartar mi vista de la computadora.


—¿Se encuentra bien señora Pau? —indagó mientras me veía secar con una servilleta una y otra vez las rebeldes lágrimas que se negaban a dejar de salir.


Fingí una sonrisa «de esa que les doy a mis clientes» y asentí.


—Es solo que… ¡todos los hombres son iguales! —elevé mis hombros y reí —capullos y egoístas. ¡En especial los abogados! —rematé para darle un toque simpático a la situación.


Sonreí y tomé la taza vacía que había dejado el agraciado e insolente hombre sobre la mesa.


El misterioso caballero se puso de pie lentamente, se colocó nuevamente su abrigo y tomó la bolsa de papel que aguardaba frente a él. Sacó un billete de 50 de su bolsillo y pidió que guardase el cambio. Agradecí y para mi sorpresa antes de girar sobre sus talones para salir, dejó su tarjeta junto a la caja registradora.


Luego sin más… se marchó.


En la tarjeta se leía su nombre y profesión: Pedro Alfonso-Abogado.


«Auch» eso sí que fue un golpe bajo.


—¡Perdón! —grite cuando él ya había cruzado la puerta exterior




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