jueves, 29 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 9




-Sí, jefe, se ha intentado escapar. Ha tomado un taxi hasta el río y ha dado un paseo. Ha estado andando un buen rato. Hemos estado a punto de perderla porque, la verdad, no se parece en nada a la fotografía que nos dio.


Pedro miró a su guardaespaldas y se rió. Aquello era típico de Paula. Sabía perfectamente que la iba a encontrar y, aun así, se empeñaba en huir.


Mientras se subía en el coche y le daba instrucciones al conductor, pensó que por eso siempre chocaban.


Paula era la persona más parecida a él, cabezota y decidida, que conocía.


Las mujeres babeaban ante él, pero Paula, no. Ella lo había ignorado, lo que le había forzado a perseguir a una mujer por primera vez en su vida y, mientras las demás se reían ante sus comentarios, ella discutía y lo volvía loco.


Era la antítesis de la mujer que le habían enseñado que debía buscar. No era una mujer sumisa y ése era parte de su atractivo.


Paula era vivaracha, terca y difícil de convencer, la mujer perfecta para un hombre al que le gustaran los retos.
Pedro sonrió ante la posibilidad de volver a luchar con ella. 


Su relación siempre había sido apasionada y aquella mañana le había quedado claro que seguía deseándola.


Le había costado un esfuerzo sobrehumano no poseerla allí mismo, sobre la mesa de cristal.


Ahí era dónde se había equivocado. Tendría que haber seguido acostándose con ella hasta que hubieran estado los dos tan exhaustos que no hubieran tenido fuerzas para discutir.


Pero había sentido la imperiosa necesidad de casarse con ella.


Seguía sin entender por qué lo había hecho.


Al darse cuenta de que el coche se había parado, se fijó en un café que tenía una terraza con varias mesas.


Por detrás parecía un chico, pero Pedro reconoció la curva de su cuello y el mentón levantado.


Estaba lista para entrar en batalla.


Era obvio que estaba esperando que la encontrara.


Pedro bajó del coche y fue hacia ella.





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