sábado, 31 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 14




TRAS realizar el anuncio, Pedro se echó hacia atrás y se preguntó qué le había llevado a perder la cabeza.


Llevaba meses intentando cerrar el negocio con Kouropoulos y, si Paula se quisiera vengar de él en la isla, daría al traste con todo rápidamente.


Estaba a punto de arriesgar mucho por una mujer.


Una mujer que lo había traicionado.


Por segunda vez en su vida, no comprendía por qué hacía algo. La primera vez había sido cuando se había casado con Paula.


-No pienso ir contigo a Grecia -le dijo ella.


Era la oportunidad perfecta para cambiar de opinión y echarse atrás, pero el pánico que vio en sus ojos no hizo sino acrecentar su determinación.


Ignorando el increíble instinto que lo había llevado a ser multimillonario a los treinta años, insistió.


-Vamos de camino al aeropuerto.


Pedro, no! -exclamó Paula.


Pedro vio deseo en sus ojos y sonrió encantado.


-Va a ser la oportunidad perfecta para mezclar placer y negocios -le dijo sinceramente.


-¿Me estás diciendo que me necesitas para cerrar una compraventa con ese hombre?


Obviamente, no y ambos lo sabían.


-Pedro, me prometiste que, cuando termináramos la campaña de cambio de imagen, me concederías el divorcio.


Pedro se fijó en que a Paula se le habían endurecido los pezones y pensó que, en lugar de querer librarse de ella, sólo anhelaba tenerla en su cama.


-Esto no tiene nada que ver con nuestro matrimonio. Es sólo sexo, nos atraemos, así que deja de resistirte.


-Quiero que me lleves a casa ahora mismo.


Pedro decidió que había llegado el momento de cambiar de táctica, así que se acercó a ella y le levantó el mentón con dos dedos.


-Te sigo deseando. Jamás he deseado a una mujer como te deseo a ti. En cuanto Kouropoulos nos vea juntos se dará cuenta de que nuestra relación es genuina.


Al ver la confusión de sus ojos, la besó y sintió cómo Paula abría la boca y lo besaba también.


-Lo que hay entre nosotros es tan fuerte que no comprendo por qué te resistes.


-Porque no me queda más remedio -murmuró Paula con indecisión-. No saldría bien, Pedro.


-Tú y yo en una isla griega sin Farrer -contestó Pedro-. De verdad, Pau, va a salir bien. Tenemos cosas que arreglar entre nosotros y quiero hacerlo lejos de él.


Paula cerró los ojos.


-Pedro, por favor...


Pedro volvió a besarla. Había decidido esperar hasta que llegaran a Grecia, pero de repente se le antojó que el asiento trasero de su coche también podía ser un lugar perfecto para hacer el amor con ella.


-Me hiciste mucho daño, Pedro -le dijo Paula al sentir su mano en el pelo.


-Tú a mí, también -contestó Pedro-, pero eso ha quedado atrás.


-Yo no quiero que vuelva suceder.


Al ver que estaba al borde de las lágrimas, Pedro se tensó sorprendido.


-Pau...


Por primera vez en su vida no sabía qué hacer. Jamás había visto llorar a Paula. No era de esas mujeres.


-¡Jamás me acosté con Tomas!


- Ya te dicho que todo eso ha quedado atrás -insistió Pedro-. No vuelvas hablar de ello.


-Pero...


-Ven conmigo. Es lo que los dos queremos y lo sabes.


Paula intentó besarlo, pero Pedro se echó hacia atrás.


-Si quieres estar conmigo, Pau, quiero que te dejes de farsas.


Pedro vio cómo se debatía entre un montón de emociones y, al final, oyó un apenas audible «de acuerdo» de sus labios.


Entonces, sintió el mismo triunfo que sentía siempre que salía vencedor de un negocio, suspiró aliviado, se inclinó hacia ella y la besó.


-Esta vez, todo va salir bien, agape mou.


Al bajarse del coche en el aeropuerto y ver el avión privado de Pedro, Paula se preguntó qué estaba haciendo.


Cinco años atrás, había conseguido no pensar en la riqueza de aquel hombre, había conseguido separar al hombre de negocios multimillonario del hombre del que estaba perdidamente enamorada.


-¿Qué Ocurre? -quiso saber Pedro.


A continuación, se giró hacia ella y le sonrió de una manera tan seductora y encantadora que Paula se dio cuenta de que no tenía escapatoria.


Debería insistir en que quería divorciarse y volver inmediatamente a su casa de Londres, pero se encontró deseando seguir a aquel hombre hasta el fin del mundo.


Pedro la condujo escaleras arriba hasta la aeronave, donde una bonita azafata les dio la bienvenida.


Paula se sentó en una amplia y cómoda butaca de cuero mientras Pedro iba a hablar con el piloto. Poco después, se reunió con ella.


Paula se dio cuenta de que la azafata la miraba con curiosidad y pensó que Pedro debía de haber tenido alguna aventura con ella.


-No -le dijo él como si le hubiera leído el pensamiento.


-¿Cómo?


-Te estás preguntando si me he acostado con ella, ¿verdad?


-Eh...


-La respuesta es no.


-Me está mirando -insistió Paula-. Debe de estar pensando que soy la siguiente.


-Lo que debe de estar pensando es que eres la primera mujer que sube a este avión.


-¿La primera? -dijo Paula con los ojos muy abiertos.


-Mañana, todos los periódicos griegos y la prensa internacional se harán eco de mi seria relación contigo.


-¿Nunca has traído a ninguna mujer a este avión?


-Se me ocurren formas más entretenidas de pasar una noche -contestó Pedro divertido-. Eres completamente transparente, Paula. Me encanta verte celosa.


-No estoy celosa.


-¿Ah, no? --sonrió Pedro-. Este avión sólo es un medio de transporte. Normalmente, mientras vuelo, trabajo. Te aseguro que no es un nido de amor.


-Me dejas mucho más tranquila -ironizó Paula.


-Claro que eso podría cambiar en breve.


Al ver la cara de estupefacción de Paula, retiró el desafío.


-Era una broma. Lo que tengo en mente hacer contigo no se puede hacer en el aire porque desencadenaríamos tremendas turbulencias.


Paula se sonrojó y sintió una punzada de deseo en la entrepierna ante aquella promesa de placer.


-Creo que será mejor que me hables de la compraventa que quieres realizar. Si quieres que tenga parte en ella, será mejor que tenga toda la información posible.


-Cobarde.


-Pedro...


Se quedaron mirándose a los ojos durante varios segundos y, al final, Pedro se echó hacia atrás en la butaca y se relajó.


-¿Qué quieres saber de la compraventa?


-Para empezar, por qué quieres comprar la isla.


-Porque es un negocio redondo -contestó Pedro algo tenso.


Paula se dio cuenta de que no le estaba diciendo la verdad.


¿Por qué querría aquella isla?


-Por favor, Pedro, cuéntame la verdad. Dime qué estás pensando.






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