miércoles, 9 de noviembre de 2016

SOMBRAS DEL PASADO: CAPITULO 18





Unas horas más tarde, tumbados en la cama, sus cuerpos entrelazados disfrutaban de la fresca brisa nocturna. Paula pensó que estaba dormido, hasta que se movió y la abrazó.


–Gracias por ayudar con Chloe.


–Algún día me gustaría tener mi propia familia, pero es algo de lo que no suelo hablar. Me gusta mi trabajo, pero no es lo único que quiero hacer en la vida.


–¿Por qué elegiste Arqueología?


–Supongo que porque me fascinaba cómo vivía la gente en el pasado. Nos dice mucho acerca de dónde venimos. Quizá es porque no sé de dónde vengo por lo que siempre me ha interesado.


–¿No sabes nada de tu madre?


–Muy poco. Creo que me quería, pero que no pudo hacerse cargo de mí. Supongo que sería una adolescente. Lo que siempre me he preguntado es por qué nadie pudo ayudarla. Debió de sentirse muy sola y asustada.


–¿Has tratado de localizarla?


–La policía lo intentó en su día, pero no hubo suerte. Pensaron que probablemente fuera de los alrededores de Londres


Nunca antes había hablado de aquello con nadie y se preguntó por qué lo estaba haciendo con Pedro. Quizá fuera porque él también había sido abandonado por su madre, aunque las circunstancias fueran diferentes. O porque su sinceridad hacía que fuera muy fácil hablar con él. Después de descubrir cómo se había equivocado con David Ashurst, era un alivio estar con alguien que era exactamente como parecía. Y aunque lo había acusado de ser arrogante, en parte comprendía que verla con Chloe lo hubiera alterado.


Era evidente que sus problemas con el amor y el matrimonio tenían su origen en una edad muy temprana. Había sido abandonado por su madre, lo que había provocado una infancia llena de inseguridad y falta de confianza. A partir de entonces, se había forjado su creencia de que las relaciones eran algo meramente transitorio.


–Tú y yo no somos tan diferentes, Pedro Alfonso. Somos la consecuencia de nuestros pasados, aunque en diferentes direcciones. Dejaste de creer que el amor verdadero existía mientras que yo estoy decidida a encontrarlo. Por eso se nos dan tan mal las relaciones.


–A mí no.


–Tú ni siquiera las tienes, Pedro. Tú tienes sexo.


–El sexo es una forma de relacionarse.


–Realmente no. Es algo superficial.


–¿Por qué estamos hablando de mí? Cuéntame por qué crees que se te dan mal las relaciones.


–Porque me preocupo demasiado.


–Tú quieres un cuento de hadas.


–Si lo dices de esa forma, haces que parezca tonta. Lo que quiero es ser esa persona especial para alguien. Por mi vida ha pasado mucha gente, pero nadie ha permanecido. Tengo amigos, buenos amigos, pero no es lo mismo. Quiero ser el sueño hecho realidad para alguien, ser la persona a la que acuda cuando esté triste o contento y junto a la que quiera despertarse y envejecer. Seguro que piensas que estoy loca.


–No es eso lo que pienso.


Su voz era grave y Paula se giró para mirarlo, pero sus rasgos no se distinguían en la oscuridad.


–Gracias por escuchar –dijo conteniendo un bostezo–. Sé que piensas que el amor no existe, pero espero que algún día encuentres a esa persona especial.


–No tengo ninguna duda de que en la cama eres mi favorita. ¿Eso cuenta? –dijo y la tapó con la sábana–. Venga, ahora duerme.




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