martes, 8 de noviembre de 2016

SOMBRAS DEL PASADO: CAPITULO 15




Pedro regresó a la terraza y se sentó a la sombra a hacer unas llamadas, sin quitar ojo a las puertas abiertas del dormitorio de Paula.


¿Qué se le había pasado por la cabeza para hablarle de su madre? Era algo en lo que no solía pensar y mucho menos hablar de ello. Estando allí de nuevo, los recuerdos largamente olvidados volvían a perseguirle.


Para distraerse, estuvo trabajando hasta que el sol empezó a perder fuerza y oyó ruido en el dormitorio. Unos minutos más tarde, Paula apareció en la terraza, con ojos somnolientos y ligeramente desorientada.


–¿Has estado aquí fuera todo el tiempo?


–Sí.


–¿No estás cansado?


–No.


–Porque estás intranquilo por tu padre –dijo y se sirvió un vaso de agua antes de sentarse al lado de Pedro–. Por si sirve de algo, te diré que me gusta Daniela.


Pedro se quedó observando la curva de sus labios y la candidez de su mirada.


–¿Hay alguien que no te caiga bien?


–Sí –contestó y bebió agua antes de continuar–. No soporto al profesor Ashurst y también tengo que confesar que no me cayó bien tu amiga de la otra noche porque me llamó gorda. Hace unas horas, tampoco tú me caías bien, pero lo has resarcido en el dormitorio, así que estoy dispuesta a olvidar todas esas cosas ofensivas que me dijiste durante el viaje.


Un hoyuelo apareció en la comisura de su boca. Al instante, Pedro sintió la respuesta de su cuerpo y se preguntó cómo iba a soportar una velada charlando con gente que no le interesaba. Solo ella le interesaba. De hecho, no había dejado de pensar en tener sexo con Paula desde que la encontrara una semana antes en su ducha, empapada. El sexo siempre había sido importante para él, pero, desde que la había conocido, se había convertido en una obsesión.


–Deberíamos arreglarnos para la fiesta. Los invitados llegarán pronto y mi padre quiere que lleguemos a tiempo para recibirlos.


–¿Los dos? Tú sí, yo no.


–Quiere que vengas tú también. Le has caído muy bien.


–Él a mí también, pero no creo que me corresponda recibir a sus invitados. No formo parte de la familia. Ni siquiera estamos juntos.


–Significaría mucho para él que estuvieras allí.


–Está bien, si es que estás seguro de que es lo que quiere.


El ruido de un helicóptero los interrumpió.


Pedro se puso de pie a regañadientes.


–Tenemos que ponernos en marcha. Los invitados están llegando.


–¿En helicóptero? ¿Cuántos invitados habrá?


–Es una fiesta muy selectiva, no más de doscientos. Vendrán de todas partes de Europa y Estados Unidos.


–¿Doscientos? ¿Y eso es una fiesta selectiva? Soy una intrusa.


–No, eres mi invitada.


–Empiezo a temer que lo que he traído para ponerme no es lo suficientemente formal.


–Estás muy guapa con cualquier cosa, pero tengo algo que quiero que veas.


–Te dije que no quería nada. ¿Tenías miedo de que te avergonzara?


–No, por si acaso temías que lo que habías traído no fuera lo suficientemente formal.


–Debería enfadarme por considerarme predecible, pero como no tenemos tiempo de enfadarnos, voy a echarle un vistazo.


Al levantarse, Paula chocó contra él.


–Paula… –susurró, sujetándola entre sus brazos.


–No, Pedro. Si volvemos a hacerlo, me quedaré dormida y no podré despertarme. Se supone que el príncipe tiene que despertar a la Bella Durmiente, no dejarla agotada de tanto sexo.


Pedro le acarició la mejilla e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no empujarla contra la pared.


–Podemos olvidarnos de la fiesta. Mejor aún, podemos tomar un par de botellas de champán y montarnos nuestra propia fiesta en la piscina.


–¡De ninguna manera! Tu padre y Daniela se molestarían y yo me perdería la oportunidad de ver gente famosa. Belen me freirá a preguntas, así que necesito detalles. ¿Puedo hacer fotos?


–Por supuesto –contestó e hizo un gran esfuerzo por apartar su mano–. Será mejor que te pruebes el vestido.


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