lunes, 28 de noviembre de 2016

CONQUISTAR TU CORAZON: CAPITULO 14





Paula soltó una carcajada. Pero Pedro, que estaba sentado en la manta frente a ella, no dijo nada. Por supuesto, la papilla que le caía por la cara tenía algo que ver con su humor.


—Cuando no quiere algo, no lo quiere —dijo él.


Paula se puso de rodillas y, riéndose, tomó un paño y limpió los pegotes de comida.


—Imagina que hubiera sido una manzana —dijo ella.


—Me habría quedado de piedra.


Pedro la miró, disfrutando de tenerla tan cerca. Desde que la besó, ella se había mantenido alejada de él.


—Eres un chico duro.


—Hueles muy bien.


—Y tú, como los guisantes secos.


—Te cuesta aceptar un cumplido, ¿verdad?


—No, no mucho.


—No te fías de que los hombres te digan la verdad.


—Será eso —dijo ella, y se movió para regresar a su sitio.


El la agarró por la muñeca.


—Yo siempre te digo la verdad, Paula. Y te prometo que siempre lo haré.


Paula lo miró a los ojos y dijo:
—Creo que me lo creo.


El sonrió y, antes de que ella pudiera retirarse, la besó rápida pero apasionadamente, con los labios y la lengua, de manera que Paula sintió que se le encogía el corazón. 


Cuando se separaron, ella apenas podía respirar y continuó dando de comer a su hija.


—Sabe que eres un incauto —dijo Paula al ver su cara de pena.


—Ojalá tú también lo fueras —murmuró él, y cuando ella le preguntó qué había dicho, sonrió.


—¿Qué te parece si salimos juntos esta noche?


—¿Y qué hacemos con Juliana?


—La dejaremos con una niñera, como hace todo el mundo. Diana se quedará, estoy seguro.


—Apenas he estado con mi hija, preferiría…


—Gallina.


—¿Perdón?


—Tienes miedo de estar a solas conmigo.


—No es verdad.


—Bien, entonces saldremos juntos —sacó el teléfono, marcó el número de Diana y le pidió que se quedara con Juliana. Cuando colgó, sonrió y dijo—: ¿Cenamos y después vamos al cine?


—De acuerdo. Iré —¿qué más podía decir?


—Noto cierto temor en tu voz.


Paula hizo una mueca como para burlarse de él justo en el momento en que sonó la alarma del reloj de Pedro.


—Es hora de que regreses al trabajo.


«Qué rápido ha pasado el tiempo», pensó Paula. Besó a Juliana y estaba a punto de besar a Pedro cuando se percató de lo que hacía , se contuvo.


—Tengo que irme —dijo, y se puso en pie.


Pedro tomó al bebé en brazos y entró en la casa con Paula para acompañarla hasta la puerta.


—Diana estará aquí cuando llegues. Te recogeré a las siete.


Paula no discutió. Había aprendido que Pedro era un hombre testarudo y que perdería cualquier batalla contra él.





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