domingo, 18 de septiembre de 2016
EL ANONIMATO: CAPITULO 36
Pedro nunca había creído que volvería a Winding River. Los recuerdos eran demasiado dolorosos y la perspectiva de encontrarse con Paula aún peor. Cuando pensaba en cómo lo había engañado, se sentía físicamente enfermo. Cuando pensaba en lo desesperadamente que seguía amándola a pesar de todo, maldecía el día en que se cruzaron sus caminos.
Durante los dos primeros meses después de marcharse, había andado por el circuito de rodeos, mirando los caballos, buscando… algo. Un semental con el que pudiera empezar un rancho un día, uno que se pareciera a Medianoche… Un par de ojos que le hicieran olvidar los que había dejado atrás…
No encontró nada. De hecho, no hacía más que pensar en Winding River y en la mujer que le había dado algo que nunca había esperado encontrar, para luego quitárselo todo y traicionarlo.
Cuando el recuerdo de su rostro empezó a desvanecerse, empezó a ir a los video-clubs buscando las películas de Paula. Quería ver a la mujer que ella le había ocultado. Al contemplar cómo su hermoso rostro iluminaba la pantalla, se sintió tan cautivado como había estado por la mujer real. No era de extrañar que tuviera montones de fans ni que hubiera decidido darle la espalda a la vida que él le había ofrecido.
En realidad, no le había dado la oportunidad de rechazarla, pero sabía cuál hubiera sido la respuesta. El no podía ofrecerle lo que le daban los millones que ella ganaba en Hollywood. Le costó admitir que había sido el orgullo lo que le había hecho marcharse de la ciudad sin enfrentarse ella.
Sabía que, en ese caso, hubiera perdonado su traición en un momento.
Cuando el teléfono de su barata habitación de motel empezó a sonar, lo miró fijamente.
—¿Qué diablos? —exclamó. Nadie sabía dónde estaba. Como el teléfono no dejaba de sonar, terminó por contestar—. ¿Qué?
—Veo que sigues tan encantador como siempre —dijo Esteban Blackhawk.
Pedro se quedó atónito. No le había revelado dónde estaba porque sabía que se lo diría a Paula.
No quería tener más contacto con ellos.
—¿Qué diablos quieres?
—Quiero que regreses.
—Ni hablar.
—Paula se ha marchado.
—¿Y qué? —replicó, aunque le dolió enterarse de aquella noticia.
Tal y como él había predicho, había vuelto a Hollywood.
Aquel breve viaje le había recordado todo lo que había dejado atrás y había descubierto que le gustaba más que un rancho en Wyoming.
—Pensé que te resultaría más fácil aceptar si lo sabías.
—Eso no importa…
—¿Es que no puedes enfrentarte a los recuerdos? Tal vez eso te diga algo.
—Lo único que me dice es que cometí la peor equivocación de mi vida cuando creí que yo sería suficiente para ella. De hecho, seguramente está divirtiéndose ahora en Hollywood, riéndose del breve romance que mantuvo con un vaquero de pueblo. Será una anécdota muy divertida para su próxima entrevista en televisión.
—Paula nunca te despreciaría de ese modo. Y si no te estuvieras comportando como un idiota, lo sabrías. Ella te quería.
—No entres en ese tema. Si quieres que considere lo que me estás pidiendo, tenemos que acordar que no volveremos a hablar de Paula.
—Bien. Lo que tú quieras, pero no dejes que tu maldita testarudez y tu orgullo te impidan hacer lo que quieres hacer. Tengo un trabajo para ti. Regresa con nosotros, Pedro.
Además, mi hijo va a nacer pronto. Necesitaremos toda la ayuda extra que podamos conseguir.
—Seguro que tu abuelo estará encantado Por la llegada del bebé —respondió, más afablemente. Él también había estado deseando que llegara el alumbramiento—, ¿Se está volviendo loco?
—Lleva dos días por aquí y creo que se piensa que el niño es suyo. Creo que voy a tener que pelearme con él para poder estar en la sala de partos. Bueno, como ves, no voy a poder contar con Karen durante un tiempo. Ayúdame.
Esteban tenía razón. ¿Por qué no iba a poder volver al rancho si Paula ya no estaba? Seguramente no volvería a aparecer en mucho tiempo y, para entonces, su corazón ya estaría curado. Trabajar para Esteban había sido el mejor empleo que había tenido en toda su vida.
¿Por qué iba a sacrificar todo aquello porque una mujer le hubiera roto el corazón?
—¿Se mantendrá Karen al margen? No quiero que me hable de Paula.
—No dirá ni una palabra.
—Lo creeré cuando lo vea. Muy bien. Estaré allí tan pronto como pueda. Por cierto, ¿cómo me encontraste?
—¿Acaso importa eso? Lo único que cuenta es que vas a regresar al lugar del que no debiste marcharte.
Tal vez. Quedaba por ver si podía vivir sin Paula.
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