Paula
Esta mañana me he despertado en los brazos de Pedro.
Creo que no puede haber mejor forma de comenzar el día que entre sus besos y sus caricias porque, para qué mentir, ¡hay que ver lo cariñoso que se despierta!
Uf, me encantan los polvos mañaneros. Y con él, todavía más.
Era temprano, como siempre que se levanta. Cosas de los chicos de campo. Pero ha conseguido ahuyentar el mal humor que me invade cuando me hacen madrugar fuera de los días de trabajo. ¿Quién puede enfadarse cuando un hombre tan atractivo como Pedro te despierta con esos mimos?
Me revuelvo inquieta sobre el asiento del todoterreno al recordar la escenita de esta mañana y sonrío.
—¿En qué piensas, chica de ciudad? —me dice, pícaro—. No tiene pinta de ser nada bueno por la forma en la que me miras…
—Estoy pensando en cómo devolverte el favor de antes —replico juguetona.
—Déjame hacer lo mismo mañana. Y todos los días. No creo que pueda haber mejor forma de empezar una mañana que perdido en tu cuerpo.
Se inclina hacia mí y me besa fugazmente en la boca para volver a centrarse en la conducción. Luego pone la radio.
—Anda, entretente con la música que la autovía hasta San Sebastián es peligrosa y no creo poder seguir conduciendo si te empeñas en recordarme mis hazañas mañaneras.
—¿Hazañas? ¡Pues no te lo tienes tú creído ni nada!
—¿Entonces no llega a la categoría de hazaña? Pues nada, como ya te he dicho, habrá que repetirlo para ver si subo la nota.
—Eso, vas a tener que repetir hasta que te dé matrícula de honor. Aunque si todos los días sacas un sobresaliente como hoy, me conformo.
Busco Cadena Dial y tarareo las canciones que ponen. Me gusta la música en español para comprender la letra. No es que no sepa inglés, lo estudié varios años, pero nunca logro entender las canciones. En cambio, con la música en castellano, disfruto de la melodía y del significado de la letra.
Termina una canción y empieza una nueva. Suena en la radio la hermosa voz de Serrat y yo canto con él.
Vuela esta canción para ti Lucia,
la más bella historia de amor,
que tuve y tendré,
es una carta de amor
que se lleva el viento pintado en mi voz
a ninguna parte a ningún buzón.
No hay nada más bello que lo que nunca he tenido,
nada más amado que lo que perdí,
perdóname si hoy busco en la arena,
esa luna llena que arañaba el mar.
Pedro se gira hacia mí y, con expresión hosca, apaga la radio sin decir nada.
—¡Eh! ¿Por qué haces eso? Me encanta esa canción.
—Yo la odio.
Casi no me atrevo a decir nada pero intuyo que hay una mujer de por medio y necesito saber qué pasa.
—Era nuestra canción —explica—. Mía y de mi ex. Se llamaba Lucía.
No respondo a eso. Su ex. Aunque es absurdo, porque yo también he tenido ligues y novios antes que él, no puedo evitar sentirme un poco mal. Debía ser alguien importante para él si tenían una canción.
—Nosotros no tenemos canción…
—Tú no eres de esa clase de chicas.
—¿Qué clase?
—De las que necesita una canción para sentirse especial.
—¿Y por qué no?
—Porque tú ya eres muy especial
—¿Por qué soy tan especial?
—Porque me quieres tal y como soy. Es lo más especial que podrías hacer por mí.
—Pero eso no me parece especial… eso me sale solo.
—¿Lo ves? ¿No te das cuenta? El hecho de que no tengas que esforzarte lo hace todavía más perfecto, más especial si cabe.
Sonrío porque sé a qué se refiere. Él y yo. Tan diferentes. Y, sin embargo, ahora eso no importa. Solo importamos nosotros. Porque ya no somos dos, ahora somos uno.
Conduce un rato en silencio hasta que ya no puedo permanecer más rato callada. Porque, sí, seremos uno pero… ¿quién es esa tal Lucía?
Pedro se ríe al verme tan celosa.
—Lucía es… —duda de lo que va a decir—, alguien muy parecida a ti.
—¿Cómo?
—Por fortuna, tan solo en el envoltorio. Le gusta vestir bien, ir de compras, salir a cenar, va maquillada hasta para ir a la playa…
—¡Eh, yo tanto no! —protesto.
—Pero solo se parece a ti por fuera. Por dentro es una persona materialista, fría y calculadora a la que solo le importa el qué dirán. Una persona incapaz de querer a alguien de verdad y a mí en concreto. Alguien que me dejó roto por dentro.
—Pero, ¿tú la querías?
—Sí —replica a regañadientes—, la quise.
Me están entrando ganas de estrangular a alguien y de empezar a coger CDs de Serrat y romper todos los que contengan la canción de la susodicha.
—En cualquier caso, Lucía es el pasado. Un pasado que no quiero recordar. Nunca. Tú eres mi presente.
Tiene razón, así que asiento con la cabeza.
—Anda, deja ya de pensar en cosas que apenas tienen importancia y disfruta. Ya estamos llegando a San Sebastián. ¡Hoy vamos a pasarlo de miedo!
Sus palabras son alegres pero su expresión no tanto. No quiere contármelo pero algo malo pasó con esa mujer.
Trato de olvidarme de ella y disfrutar del hermoso día que vamos a pasar y, aunque casi lo consigo, hay una pequeña nube que estropea el precioso cielo azul que nos acompaña.
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