viernes, 26 de agosto de 2016

ESCUCHA TU CORAZON: CAPITULO 15




Paula


La semana pasa lenta. Las mañanas, que amanecen frías y con heladas, dan paso a días tediosos en los que no pasan más de cinco personas en toda la jornada por el banco. 


Juancho es feliz con esta rutina, le encanta la tranquilidad y así se echa alguna que otra cabezadita en su despacho. 


¡Qué hombre! No he tenido en toda mi vida un jefe así de vago.


Al aburrimiento de mi semana he de sumarle que estoy convencida de que he engordado un kilo o dos, como mínimo, a base de comer en la posada de Elena. Juro que intento pedir los platos menos calóricos pero hasta esos son demasiado incluso para mi buen apetito. Por fortuna, como intuyo que Pedro quiere evitarme, no ha venido ni un solo día a comer.


El primer día me fastidia, luego decido que es mejor así…


Yo estoy aquí de paso. Antes o después volverán a mandarme a Valencia y solo me faltaría estar colgada de alguien a quien voy a tener una distancia de cinco horas en coche. Eso no es práctico. Y yo soy práctica. Mucho.


Lo cual me recuerda que tengo que escribirle ese correo electrónico a Santi.


Puede que una visita suya consiga hacerme olvidar al ganadero este que se me ha metido en la cabeza.


La verdad es que también podría bajar yo a Valencia, pero si vuelvo a pisar mi querida capital del Turia no sé si regresaré al verde norte, así que mejor no corro riesgos, no vaya a ser que transformemos el traslado en despido.


Que a lo mejor mi adorado casero se piensa que soy rica pero no es así. Yo llevo ropa de marca porque me lo gano con el sudor (en sentido figurado, que en el banco lo que es sudar mucho no se suda) de mi frente.


En fin, que no sé qué hago pensando en él, que yo lo que quería era enviarle un email a Santi, aunque, pensándolo mejor, voy a llamarlo. No tengo nada mejor que hacer en esta oficina vacía y necesito a alguien que me suba la moral. 


Espero que no esté muy ocupado.


—Banco del Turia, ¿dígame?


—Hola, Santiago.


—Vaya, pero si es mi adorada Paula. ¿Cómo te va entre vacas y ovejas?


—Muy gracioso.


—Has tardado en llamarme. No creí que sobrevivieras más de una semana sin hacerlo —dice haciéndose el ofendido.


—Qué pensabas, ¿qué iba a llamarte nada más llegar para pedirte socorro y que removieras cielo y tierra para que pudiera volver a Valencia?


Se piensa la respuesta.


—Para eso y para… um… otras cosas.


—No creí que fuera posible que consiguieras que volviera a la terreta tan pronto… —replico esperanzada, de pronto, ante la posibilidad de que me trasladen de vuelta a casa.


—Y no lo es. Mínimo un año. Menos los quince días que llevas… como poco te quedan once meses y dos semanas.


—¡Joder, Santi! Menudo humor negro te gastas. Y yo que te llamaba para que me levantases la moral.


—Dímelo con claridad, morena, ¿quieres que vaya a hacerte una visita?


—Sí, eso quiero.


—Ves, es mucho mejor así, ¿desde cuándo nos hemos andado tú y yo con rodeos? Sabemos lo que queremos y no dudamos en pedirlo.


¿Es esto lo que yo quiero? ¿Meter a Santi en mi cama?


Ahora mismo estoy tan cabreada con el impresentable de Pedro y me siento tan humillada que necesito sentirme importante, atractiva… y nadie como Santiago en la cama para devolverme a mi ser.


Una vocecita en mi interior me recuerda que nunca me he sentido tan especial con él en la cama como con mi casero, pero no quiero escucharla, así que la silencio de golpe. 


Pedro me ha dejado bien claro que no quiere nada conmigo, así que, aunque Santi no sea el amor de mi vida, no tengo por qué quedarme para vestir santos. Soy una mujer joven y moderna y si tengo la posibilidad de pasar un buen rato lo haré.


—¿Qué me dices? ¿Vendrás?


—¿A ese pueblo en medio de la nada? ¿Por qué no reservas habitación en algún hotelito de Pamplona?


—De acuerdo. Será mucho mejor —digo relamiéndome al pensar en una habitación con jacuzzi y una botella de champán fresquita.


—Consultaré mi agenda y te confirmaré qué fin de semana voy.


—Está bien.


—Bueno, he de dejarte, Paula. Tengo una reunión en cinco minutos. Me alegro de que me hayas llamado.


—Y yo de que vengas en mi auxilio. Aunque solo sea por un par de días.


—Siempre a tu disposición.


Cuelgo el teléfono con una sensación agridulce en el cuerpo.


Santi y yo hemos sido más que amigos mucho tiempo, nos llevamos bien y, desde que fuimos pareja, hemos tonteado y tenido relaciones esporádicas. Siempre hemos sabido que lo nuestro no daba para más. Nos gustamos, pero no tanto como para vernos en exclusiva. Más bien somos como una vía de escape el uno para el otro.


Nunca me he sentido culpable por tener este tipo de relación, pero ahora siento como si le estuviera siendo infiel a Pedro. A un tipo que se ha acostado conmigo y al cabo de un par de horas me ha rechazado y me ha largado sin ningún miramiento.


No sé cómo puedo sentir algo por él. Aunque, bueno, algo sí siento: siento odio, siento rabia, siento desilusión… y lo que siento por encima de todo es haberme enamorado de un tipo como él. Un tipo que es todo lo contrario a lo que yo busco en un hombre.


Entonces, en ese preciso momento en el que me siento en medio de un remolino de emociones y sensaciones encontradas, se abre la puerta de la oficina y aparece, una vez más, el causante de todos mis problemas.


Hago como que estoy ocupada y fijo la vista en la pantalla de mi ordenador aunque no puedo evitar mirarlo de reojo cuando sé que no me verá.


Desaliñado como siempre. Con el habitual y zarrapastroso mono azul, con las botas de agua llenas de barro pero también con esa sonrisa cálida y ese ondulado cabello rubio. 


Una curiosa mezcla que no debería gustarme pero que activa todas las alarmas de mi cuerpo.


Es verlo y ponerme nerviosa como una cría. Como cuando me gustaba un chico de adolescente.


Por suerte, hoy no se acerca a mí. Entra al despacho de Juancho y cierra la puerta. Como ya es casi la hora de cerrar y esta noche voy a cenar a su casa, le hago un gesto a mi director con la mano a modo de despedida y, tras cuadrar la caja, ordenar todos mis papeles y cargar el cajero para el fin de semana, salgo pitando.


O, mejor dicho, huyendo.





3 comentarios:

  1. Muy buenos los 3 caps. Me encanta esta historia, es re divertida jajajajajajaja.

    ResponderBorrar
  2. Muy buenos capítulos! Los 2 la estan pasando mal. Pobres! Encima son orgullosos!

    ResponderBorrar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar