domingo, 24 de julio de 2016

¿LO DESCUBRIRA?: CAPITULO 2





Paula se estremeció al oírlo. Habían transcurrido casi diez años. Ella estaba en el comedor y se había quedado perpleja ante la crueldad de su madre, viendo cómo a Pedro le subían los colores, hasta que por fin el orgullo lo hizo reaccionar.


Nunca había visto a su madre tan anonadada. Claro que nadie la había llamado vaca idiota, malvada y engreída.


En realidad la respuesta había sido bastante moderada, teniendo en cuenta la furia que su madre había despertado en él.


Su madre se había quedado sentada, con la cara congestionada, mientras Anabella se reía divertida.


Había sido mucho más de lo que Paula podía soportar.


—De todos modos, hubo alguna compensación —añadió él entre dientes, pero lo bastante fuerte como para que Paula lo oyera. Ello lo miró a los ojos, pero tras unos instantes desvió la miraba porque se sonrojaba.


Una noche con la hermana equivocada. Una especie de premio de consolación. La conducta de él podía justificarse. 


¿Pero la de ella?


Paula acalló los recuerdos adoptando una actitud brusca y profesional.


—Habla con mi madre, si quieres. Ya has visto todas las habitaciones menos los áticos y las cocinas. ¿Quieres verlos?


—No especialmente. Ya tengo las dimensiones del ático y puede que conozca la disposición de las cocinas mejor que tú, señorita Paula.


Parecía bromear, pero no engañaba a Paula. Su tono delataba amargura y tenía razón.


—Seguro —dijo ella, y se dirigió hacia la magnífica escalera.


La voz de él la detuvo.


—¿No sería más fácil atravesar las cocinas para ver las otras dependencias?


—¿Quieres verlas? —estaba segura de que él también conocía la parte trasera.


—Ver en qué estado están —confirmó él—. Los establos no estaban en muy buen estado cuando los vi por última vez.


Podía haber sido un comentario inocente. Quizás solo ella 
recordaba los detalles exactos de dónde y de cómo.


Se sintió molesta y avergonzada y se giró para que él no lo notara, caminando erguida y tensa.


Él la seguía, preguntándose por qué se habría disgustado y repasando todo lo que le había dicho.


Paula lo guio hacia el patio trasero, que estaba en bastante mal estado, lleno de hierbajos y basura. En un rincón estaba el coche de Paula, viejo y aparentemente abandonado. La pintura roja del garaje y de los establos estaba desconchándose.


Pedro estuvo muy discreto y no hizo ningún comentario mientras medía y evaluaba lo que habría que reconstruir.


Paula permanecía callada. Se suponía que debía de intentar vender la casa, pero no creía que él la fuera a comprar.




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