miércoles, 15 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 3






Al llegar a su asiento frunció el ceño al ver que su compañero estaba comiendo un bistec y en su asiento también había otro.-Hola- dijo él moviendo algo la bandeja para levantarse y dejarla pasar. –Le he pedido eso ya que no estaba.


Sonrió tímidamente- Gracias. No sabía que aquí servían primero.


Se sentó en su sitio y vio lo que le había pedido. Después miró su comida y se dio cuenta que lo único que era distinto era la bebida. Cerveza para él y una cola para ella.- ¿Cómo sabe que tomo coca cola light?


-En el aeropuerto pidió una.- respondió como si nada.


Era cierto y le miró sorprendida. –Es muy observador.


Él gruñó y se dio cuenta que la conversación había terminado. Suspiró antes de empezar a comer. Estaba bueno y lo comió todo excepto las zanahorias. Se disponía a comer el postre cuando él la miró y levantó una ceja.- ¿No le gustan las zanahorias?


-Estas pequeñas no- dijo abriendo el envoltorio de postre. Se quedó alucinada cuando él alargó el tenedor y pinchó las zanahorias llevándoselas a la boca. Masticó mientras ella no se perdía detalle y se dio cuenta que todavía tenía hambre. – ¿Quiere mi postre?


El macizo entrecerró los ojos- ¿No lo quiere?


-Tenga – se lo tendió con una sonrisa. No podía consentir que él se quedara con hambre cuando ella lo iba a comer por comer.


Se lo dejó al lado de su bandeja y apartó la suya. Él la miraba de reojo-Gracias.


-¿Por qué?


-Estoy acostumbrado a comer el doble.


Ella sonrió- Lo entiendo, si trabaja en un rancho. Se consumen muchas calorías.


-¿Ha estado poniendo la oreja?- preguntó divertido.


-¡No estaba poniendo la oreja! ¡Pero está sentado a mi lado!- molesta cogió su ipad.- Sino quiere que le oigan puede sentarse con ella.


-¿No le molestaría?- parecía que se lo estaba pasando en grande.


-¡No!- se puso los auriculares fulminándolo con la mirada y encendió el aparato. Lo puso a todo volumen. Al menos si escuchaba a Anastasia a todo volumen, dejaría de oír sus propios pensamientos que en ese momento sólo le indicaban que le pegara cuatro gritos a ese idiota.


Como no había dormido en toda la noche no tardó en quedarse dormida. Incómoda porque le dolía el cuello se quejó moviendo la cabeza hacia el otro lado. De repente se sentía mucho mejor y sonrió. Cuando despertó y abrió los ojos, se dio cuenta que estaba tumbada. Se sorprendió mucho al ver que Roy estaba sobre las rodillas de su compañero de asiento con un gran avión en las manos- ¿Dónde está Lydia?- preguntó sentándose de golpe.


El macizo la miró levantando una ceja- Ha ido al baño. Tiene babilla cayéndole por la comisura.


Sonrojada se limpió con el dorso de la mano. ¡Ese hombre era imposible!- Deme al niño- dijo extendiendo las manos.


-¿Por qué?-dijo mirando a Roy que se echó a reír- Conmigo está bien. ¿A que sí, Roy?


-¡Sí!


Paula no pudo evitar sonreír- Tienes un juguete nuevo.


-¡Mi avión!- empezó a hacer el ruido del motor y de sus pequeños labios salió saliva poniéndose perdido. El macizo riéndose le limpió con el pulgar y ella le miró atónita. Tenía una risa que le ponía los pelos de punta y no en el mal sentido. Dios, esperaba que ese vuelo acabara pronto, porque si no iba a terminar aprovechándose de él.


Disimulando le preguntó al niño- ¿Te gusta volar?


-¡Sí! ¡Quero ser piloto!


-¡Piloto!- abrió los ojos aparentando sorpresa- ¡Vaya!


-¡Sí, piloto y bombero!


El macizo se echó a reír- Está claro que vas a ser el terror de las chicas.


Le miró molesta- ¡No diga esas cosas, es un niño! Seguro que usted de pequeño quería ser astronauta o algo así.


-No- dijo convencido- yo siempre he querido ser lo que soy.


-¿Siempre ha querido trabajar en un rancho?


-Sí, siempre he querido eso- dijo mirando al niño – ¿Quieres ser vaquero, Roy?


-¡Sí!


Paula no pudo evitar reír- Está claro que vas a estar muy ocupado.


-Roy, si vienes conmigo te enseñaré a montar a caballo.-El niño la observó con la boca abierta.- ¿Cómo hace el caballo?
Roy se puso a relinchar a su manera y después una vaca, un gallo y así con todos los animales que se les ocurrieron. 


Lydia apareció con una sonrisa en los labios.- Gracias. Es que si tengo que ir con él es una locura.


-Aquí la señorita, tiene problemas hasta para ir sola.- dijo irónico su compañero entregándole al niño.


Le fulminó con la mirada pues su accidente era culpa suya de alguna manera.- Oh querida ¿qué te ha pasado en la cara?- preguntó Lydia mirando su frente. –Te está saliendo un morado muy feo.


Gimió llevándose una mano a la frente mientras el macizo la observaba sonriendo- Me golpeé contra una esquina del baño.


-Uff, debió ser un golpe de primera. Gracias Pedro.


-De nada Lydia- dijo su acompañante cogiendo un periódico que Paula no sabía de donde había salido.


¡Se llamaba Pedro! Sabía que tenía que tener un nombre así, de tipo duro. Como Juan o Rafael. Le miró de reojo. Pedro le iba muy bien.- ¿Tan mal está?


Él la miró a los ojos y después levantó la vista a la frente haciendo una mueca. –Tiene un chichón y como ha dicho ella se está amoratando.-Paula hizo una mueca y suspiró- ¿Le duele?


Le sorprendió que se preocupara por si le dolía y sonriendo le contestó- Un poco pero es normal ¿no?-Él gruñó volviendo a leer el periódico.- ¿Me deja pasar?


Se levantó y él la miró- ¿Seguro que puede ir sola?


-Muy gracioso.


La dejó pasar y Paula lo hizo rápidamente para ver a la morena mirándola con los ojos entrecerrados. Levantó a barbilla para ir al baño, pero no vio el pie del vecino de delante que lo tenía en el pasillo. Paula se cayó de morros en medio del pasillo.- ¡Por el amor de Dios!- Pedro se levantó a toda prisa – ¿Te has hecho daño?


-Perdone, señorita- dijo el del pie.


Paula gimió apoyándose en sus antebrazos.- Menuda leche.


Pedro inexplicablemente estaba acuclillado ante ella. 


Seguramente porque había saltado sobre ella, la miraba entre preocupado y divertido. – ¿Estás bien?


Gimió arrodillándose sobre la moqueta azul y levantó la vista. Dos azafatas y Pedro estaban allí mirándolas como todos los de primera clase. Incluso varios se había levantado para ver mejor.- Sí, sí- dijo sonrojándose- No ha sido nada.


Pedro la cogió de la cintura y la puso de pie con mucha facilidad. –Gracias.


-Por lo visto no eres capaz ni de ir sola al baño- dijo como si fuera una molestia.


-¡He dicho gracias!- le empujó para ir al baño totalmente avergonzada. Cuando cerró el pestillo, gimió tapándose la cara de la rabia. –Será….-quitó las manos y vio su reflejo en el espejo abriendo los ojos como platos. – ¡Mierda!- el morado cubría media frente. – ¡Joder!


Vale que había sido un buen golpe, pero aquello era demasiado. Se lo palpó y tampoco dolía tanto. Hizo una mueca y decidió olvidarlo. No podía hacer otra cosa, aunque la impresión que le iba a dar a su jefa no iba a ser buena.


Al salir, su torturador estaba hablando con la morena. Estaba de pie en medio del pasillo y su brazo estaba apoyado en el reposacabezas de ella. Se sonreían y hablaban como si fueran amantes. Molesta se acercó a su asiento y se sentó sin mirarle.- ¿Ningún desastre más?- preguntó cuando se sentó a su lado.


-No me hable- dijo entre dientes cogiendo su libro.


-¿Acaso ha sido culpa mía?- preguntó asombrado.


Ignorándolo abrió su libro y lo hizo tan fuerte que rompió la portada. – ¡Mierda!


-Hoy no es tu día ¿verdad?- se lo estaba pasando en grande.- Espero que donde vaya a trabajar tengan un buen seguro porque si no puede llegar a arruinar a la empresa.


-Si está insinuando que soy propensa a los accidentes, es mentira.


-Sí, ya lo he visto.


Cuando pasó una azafata ella la interrumpió-Disculpe ¿puede traerme agua?


-Por supuesto, señorita.


Al irse la azafata, él se puso cómodo – ¿Y dónde vas a trabajar? ¿A una oficina?


-¡No es asunto suyo!


-Es para avisar a mis compatriotas


-Ja, ja.


-Venga, dime dónde vas a trabajar. En cuanto salgamos de este avión no nos volveremos a ver.


-Gracias a Dios.


Él levantó una ceja – ¿No te gusta mi compañía?


-¿Por qué no se cambia de asiento?- dijo mirándole a los ojos. Él perdió la sonrisa y eso la satisfizo, mucho.


-¿Me estás echando?- preguntó en alto.


Se sonrojó cuando varias personas se volvieron para mirarlos. –No, que va.


Él entrecerró los ojos. –Me parecía. Algo totalmente irracional porque tú no puedes echar a nadie.


-¿Qué tal si me ignora?- forzó una sonrisa- Nos ignoramos mutuamente hasta llegar a nuestro destino.


-Eso es imposible cuando estás comiéndome con los ojos desde que te has sentado.


Abrió la boca de la sorpresa e indignación- Si hasta has puesto la oreja para enterarte de algo- Pedro reprimió una risa. Se acercó a ella y Paula retrocedió todo lo que pudo- Si quieres te acompaño al baño la próxima vez. En nada de tiempo tenemos la escala en Abu Dhabi…- le susurró mirándola a los ojos- ¿Qué me dices?


Atónita sintió que se le erizaba el cabello de la nuca y sus pechos se endurecieron. Desgraciadamente para aumentar su humillación se notó a través de la liguera camiseta blanca que llevaba. Pedro bajó la vista y la miró sin ningún disimulo- Nena, no te arrepentirías.


Sin aliento vio cómo se acercaba todavía más- Su agua.


Paula se sobresaltó mientras Pedro se apartaba de ella mirándola divertido.- Gracias- susurró cogiendo el vasito de plástico con las manos temblorosa. No podía creer que aquel gigoló la hubiera dejado en ese estado. Sintiéndose humillada bebió el agua a toda prisa.


Le ignoró a propósito y él la observaba divertido. En cuanto sintió que empezaban a descender bostezó varias veces para que no le dolieran los oídos y el muy imbécil la miraba como a una extraterreste. Apretó las manos en el descenso cerrando los ojos hasta que escuchó- No seas tan histérica. Aterrizan vuelos todos los días.


Lo fulminó con la mirada con ganas de pegarle cuatro gritos pero se contuvo. Él se rió enseñando una dentadura perfecta y Paula sintió que le daba un vuelco el estómago sin darse ni cuenta de cuando aterrizaron.


Nerviosa se levantó en cuanto se detuvieron pero él seguía sentado y le oyó preguntar a la morena – ¿Tomamos un café?


Paula se cruzó de brazos.-Claro- respondió radiante la modelo levantándose y dejando ver un cuerpo de infarto. 


Gimió interiormente al verla bien. Estaba claro que a su lado era un cero a la izquierda. Resignada esperó a que él se levantara lentamente. Abrió el compartimiento superior y cogió su maleta de mano. Ella miraba alrededor intentando disimular cuando vio su bolso ante ella. Sorprendida lo cogió 


–Gracias.


-De nada- la ironía de su voz le indicó que pensaba que era algo tonta y que no era capaz ni de coger su bolso sin pillarse la mano con la puerta del compartimiento.


Salió tras ellos al exterior y caminaron por el pasadizo hasta llegar a la zona de descanso. –Esto va a ser eterno- dijo entre dientes mirando a su alrededor.


-¿Lena?


Se volvió con una sonrisa en la cara- ¿Vamos a tomar algo?- preguntó cogiendo a Roy de entre sus brazos.


-Sí. ¿Aquí no hay guardería?


Se echó a reír y le guiñó un ojo al niño- ¿Te has portado mal?


-¡No!


-Así me gusta- se acercaron a una cafetería.


-Dios mío ¿qué vamos a hacer aquí cuatro horas?- Lydia estaba espantada haciéndola reír sin darse cuenta de cómo varios hombres la miraban.


-¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a ver tiendas.


Se entretuvieron un rato viendo algunas boutiques pero después de la primera hora perdió su encanto, entonces decidieron tomar un café. Pero tampoco duró mucho. 


Entonces en una de las tiendas vio un balón de Bob Esponja que a Roy le encantó. –No lo hagas.- Le advirtió Lydia.


-Déjame comprarle algo.


-No sabes cómo se pone cuando tiene un balón.


-No seas exagerada.


Pero no exageraba nada. En cuanto le dio el balón empezó a perseguirlas para que le chutaran. Ella divertida le tiró la pelota varias veces en una zona despejada y el niño se lo pasó en grande. – ¡Más!-gritaba el niño una y otra vez


-Te lo advertí.


-Piensa que así se dormirá antes- dijo guiñándole un ojo


-¿Siempre eres tan positiva?


El balón le dio en la cabeza y miró al niño que se estaba riendo a carcajadas- Ya te pillaré. –empezó a correr tras él que chilló al ver que lo seguía. Varias personas del avión estaban sentadas cerca de ellos y sonrieron al verlos. Sólo uno al que no había visto la miraba con los ojos entrecerrados. Se le puso la piel de gallina al ver sus ojos pero disimuló siguiendo al niño. Cuando lo cogió, Roy chilló y consiguió escaparse para esconderse detrás de las piernas de Lydia. –Dios mío. Que energía tienes.


-Me quedaré grogui en cuanto me suba al avión –dijo divertida.


Afortunadamente llamaron a su vuelo y embarcaron mientras ellas charlaban. Sus asientos eran los mismos –Lydia ¿por qué…?


-Ni se te ocurra- dijo la mujer mirándola muy seria- Bastante haces ya…


-Estarás más cómoda.


-Gracias pero no. No me parece justo.


-Está bien. Pero…


-Ya lo sé- dijo apretándole el brazo.


Cuando llegó a su asiento puso los ojos en blanco al ver que Pedro no se había cambiado de sitio. Tenía la esperanza de que se hubiera ido con la morena, pero no había tenido suerte.


Él se levantó en cuanto la vio llegar y abrió el compartimiento. Paula mordiéndose la lengua sacó sus cosas lentamente antes de meterlo. Él la miraba impaciente y cerró fuertemente en cuanto lo hizo. Se sentó al lado de la ventanilla y suspirando se abrochó el cinturón.


-¿Y bien?


-¿Y bien qué?- preguntó enfadada.


-¿En qué vas a trabajar?- le dijo como si hubiera repetido la pregunta veinte veces.


Ahora sí que se negaba a decirle donde iba a trabajar. Ese hombre no estaba bien de la cabeza. Sin responder miró su maltratado libro. – ¿Ahora no me vas a hablar?


Decidió cambiar de tema- ¿Cómo es trabajar en un rancho?


Él puso tal cara de horror que supo que se había delatado- Ni hablar.


-¿Ni hablar qué?- preguntó sonrojándose.


-¿A dónde vas? Llamaré para decir que no eres adecuada.


-No tengo ni idea de qué habla. ¡Y no sé cómo puede bromear así con el trabajo de otra persona!- dijo furiosa.


-No eres apta para trabajar en un rancho. ¡Eso lo vería un ciego!- ahora el furioso era él.-Dime qué rancho.


-Púdrase- dijo entre dientes. Se miraron retándose.


En cuanto despegaron volvió a la carga-Dime el rancho, Pau.


-¿Se puede saber cuándo le he dado permiso para que me tutee?


-¿Te has visto? ¿Te crees capaz de trabajar entre peones y reses? ¿Te crees capaz de pasar un calor horrible y no salir a un restaurante fino en todo un año? ¿Sabes montar a caballo?


-Aprenderé.


-¿Quién ha sido el loco que te ha contratado - Pedro estaba atónito. Entonces entrecerró los ojos- ¿No serás una de esas locas que esperan encontrar marido como si esto fuera una novela rosa?- dijo señalando la novela que tenía entre las manos.


-Claro que no. ¡Yo me vuelvo en un año!


-¿Ah sí?


-¡Sí! En cuanto consiga el dinero para dar la entrada para un piso, volveré a Nueva York- lo dijo tan convencida que él pareció más relajado.


-Da igual. Dime el nombre del rancho. ¿No te habrá contratado Steve Mellers?


-¡Y a ti qué más te da!- le espetó sin darse cuenta de que lo había tuteado.


-No- dijo pensando en ello- Steve no ha sido porque tiene dos dedos de frente. ¿En qué te han dicho que vas a trabajar?


Ella cerró la boca y cogió los cascos de su ipad- Oh no. 
Ahora no me vas a dejar con la intriga.- dijo arrebatándoselo de la mano.


-¿Eres idiota? Dame mi ipad.


-Ni hablar- se miraron furiosos- Dime quién te ha contratado.


-Como no me dejes en paz voy a pedirle a la azafata que me cambie de asiento- dijo entre dientes.


-Eres un accidente andante y no voy consentir que les amargues la vida a mis amigos. Dime el nombre del rancho.


Sólo por fastidiarle se negaba a dárselo y levantó la barbilla cruzándose de brazos.


-Pau…- se negó a mirarlo y miró por la ventanilla.-Bueno, me enteraré antes de que te bajes de este avión.


Harta de él levantó el brazo y Pedro se lo atrapó antes de llamar a la azafata- Está bien. Te dejo en paz.


Ella sonrió sin ganas y le arrebató el ipad de la mano. Pedro gruñó levantándose y se fue hacia los baños. Sonriendo porque no había podido con ella se puso los cascos y decidió ponerse a leer.



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