Aquella confesión la había dejado fuera de juego. Esa noche no pudo dormir y se levantó tan temprano que aún estaba oscuro cuando salió de casa. Dejó a Pedro dormido en el sofá, tal y como quedara por la noche, y se marchó a la oficina no sin antes dejarle una nota a él y un mensaje de advertencia a Simon: nada de direcciones, si le llamaba Pedro, no debía contestar. Estaba segura de que cuando despertara se enfadaría e intentaría localizarla pero la resaca sería peor y confiaba en que se fuera a su casa antes de que ella regresara del trabajo.
Faltaban dos días para Navidad y esa noche saldrían hacia Elizabeth. Carmen y Simon habían decidido que Pau no debía conducir en su estado y ella no había querido discutir.
Últimamente se quedaba dormida con facilidad y había cogido miedo a ir sola en el coche.
Llegó a su apartamento temerosa de encontrarse con él. No podría encararlo si estaba sereno y en sus plenas facultades. Por eso, quizás, había sido más fácil la noche anterior. Sin embargo, recordaba sus palabras antes de quedar dormido como un niño. Le había dicho que no la dejaría, que no quería estar lejos de ella nunca más, pero no sabía si creerlo, no sabía si eran las divagaciones de un borracho o realmente era eso lo que deseaba. No debía aferrarse a esa esperanza pero había sentido tanta felicidad al escucharle decir aquello que no quería creer otra cosa.
No estaba en el apartamento cuando llegó. En parte se sintió triste, pero era lo mejor.
Sacó su maleta de debajo de la cama y empezó a llenarla con la ropa que debía llevarse a casa de su padre. Pasaría allí las Navidades y, probablemente, el Fin de Año también.
En su estado, con lo cansada que estaba y lo que le pesaba la barriga, no se veía capaz de soportar el ajetreo de la fiesta de la oficina, ni la marea humana de gente en Times Square.
Quedarse sola en casa el día en que acaba aquel horrible año era otra de sus opciones, quizás la más estudiada, pues llenaría la nevera de comida grasienta y dulces varios y se tragaría todas las películas románticas que pudiera sacar de una vez del video club. Y si lloraba, se manchaba, se dormía o babeaba, daría lo mismo porque estaría sola.
«No quiero estar lejos de ti nunca más», se repetía en su cabeza una y otra vez de camino a casa de su padre. ¿Por qué le había dicho eso? No había tratado de llamarla, ni de verla de nuevo. Simon le dijo que no había llamado y le explicó que no fue Pedro quien lo llamó para preguntar su dirección.
—Fue Mateo —dijo mirándola por el retrovisor del coche—. Me dijo que si no lo averiguaba para Pedro, no podrían dejarlo solo en casa. Al parecer estaba borracho y se había puesto algo violento.
—Le dieron una buena paliza —dijo ella distraída.
—¿Quién? —preguntó Carmen horrorizada. Paula hizo un gesto con los hombros dando a entender que desconocía la historia, pero Simon soltó una carcajada que las sorprendió.
—Fueron ellos, Mateo y Mariano —confesó.
—¿Cómo? —exclamó.
—Maldita sea, yo también le hubiera pegado si lo hubiera tenido delante, ¿qué crees? Mateo dijo que se había puesto difícil y que se habían peleado. Mariano le estaba dando de lo lindo cuando me llamó Mateo. Los oí. —Simonrio de nuevo haciendo vibrar las paredes del coche.
—No tiene gracia, cielo —le riñó Carmen dulcemente, intentando ocultar sus propias carcajadas.
Paula no salía de su asombro. Pedro no le había dicho nada de que hubieran sido sus amigos los que le dieran la paliza. Claro que ella tampoco lo había preguntado. Había dado por hecho que se había peleado en algún bar o en la calle por alguna tontería por las que se pelean los hombres.
Se quedó pensativa un buen rato hasta que llegaron al camino de entrada de la casa. Fue al maletero para abrirlo y cuando su hermano y Carmen estuvieron suficientemente cerca les susurró seriamente:
—Si le decís algo a papá, os mato. Ya encontraré yo el momento para contarle la historia.
Simon y su cuñada la miraron como si hubiera perdido el juicio. Ella vio su cara de estupefacción y los miró con una ceja levantada como si esperara alguna cuestión al respecto.
Cuando los dos se miraron y se encogieron de hombros, Pau echó a andar hacia el porche de la casa donde ya los esperaba su padre.
* * * * *
Echó un vistazo a la habitación en la que se hallaba. La última vez que había estado ahí tumbado, tenía a Pau a su lado e hicieron el amor tan apasionadamente que nadie hubiera imaginado cómo acabarían las cosas al día siguiente. Hacía ya cuatro meses de eso y todavía podía sentir la rabia, la desesperación y la impotencia que lo invadió cuando ella salió por la puerta. Claro que él le había dicho algunas cosas que no debió decir. Sin embargo, estaba decidido a solventar el asunto.
—¿Adivina quién nos ha invitado a cenar en su casa esta noche? —le preguntó su madre cuando entró en la cocina.
No tenía la cabeza para preguntas sin respuesta. Necesitaba un café y una ducha, en ese orden, quizás también un buen masaje, pero eso tendría que esperar hasta regresar a Nueva York. Luego pondría en marcha su magistral plan para recuperar a Paula.
Su madre esperaba ansiosa su contestación.
—No sé… ¿Obama? —bromeó, arrancando una pletórica sonrisa a su madre.
—Qué payaso eres, cielo. Hernan Chaves. —Pedro se quedó con la taza de café a medio camino entre la mesa y sus labios—. Llamó esta mañana temprano para invitarme porque pensaba que estaría yo sola, pero le dije que tú habías llegado anoche. Entonces, mira qué casualidad, me dijo que Paula y Simon con su flamante esposa, que no recuerdo su nombre…
—Carmen —dijo Pedro.
—¡Eso, Carmen! Pues dijo que Paula, Simon y Carmen habían llegado también anoche, y que había sido Simon quien había sugerido que fuera a cenar con ellos. Claro que la invitación también es para ti.
—¿Simon propuso que fuéramos a cenar con ellos? —preguntó en un susurro más para sí mismo que para su madre.
—Sí, parece un buen chico, ¿verdad? Y Paula es tan cariñosa. Es una lástima que los dos vivan en Nueva York, Hernan se siente tan solo…
Alma Alfonso siguió parloteando por la cocina alrededor de su hijo mientras este pensaba en lo conveniente de la invitación. ¿Estaría Simon echándole una mano realmente?
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