domingo, 5 de junio de 2016
LO QUE SOY: CAPITULO 13
Simon había montado en cólera después de que ella le contara lo de las llamadas. Lo había hecho después de ir de compras y arrasar varias tiendas. Se sentaron a tomar un refresco en el centro comercial y ella aprovechó para contarles lo que había sucedido desde por la mañana.
Paula les relató parte de la llamada omitiendo, concienzudamente, la parte en la que la voz hacía referencia a su relación con Pedro. Si Simon se enteraba de eso se volvería loco.
—¿Y que ha dicho tu querido Pedro, Pau? —preguntó consciente de que eso la haría saltar. Pero ella bajó la cabeza, se miró las manos que jugaban con el papel del sobre de azúcar y no dijo nada. No le salían las palabras cuando se trataba de hablar de aquel hombre.
—No seas tonto, Simon —dijo Carmen—. Esta situación no debe ser agradable para Pau, y tú no ayudas con esos comentarios fuera de lugar.
—Es que prefirió irse a casa de ese hombre en lugar de venir conmigo a la mía. ¿Crees que esa fue una decisión acertada? Pues yo no, no lo creo —dijo mirando furiosamente a su hermana. Carmen puso una mano en el brazo de Simon instándolo a calmarse. Le dirigió una mirada dura y luego hizo que se fijara en la postura de Pau, que se veía abatida y desconsolada. Él hizo una mueca de disgusto y se arrepintió enseguida de haberle hablado con tanta dureza. Al fin y al cabo, ella era su hermana pequeña y debía cuidarla—. Quizás deberías ir a pasar una temporada con papá, Pau. Seguro que allí te relajarías un poco. Estás muy estresada.
—¿Y qué hago con mi trabajo, Simon? No soy una dependienta cualquiera que puede pedirse unas vacaciones cuando le toca. Soy la ayudante del Fiscal del distrito y tengo a mucha gente, mucha, más de la que crees, deseando pegarme una patada en el culo porque piensan que no valgo tres peniques. ¿De verdad crees que voy a dejar mi trabajo para irme a Elizabeth con papá? —Había amargura en sus palabras y lágrimas en sus ojos. Simon la miró fijamente durante unos segundos. Cuándo se había convertido su hermana en aquella mujer, era algo que desconocía pero, de repente, fue consciente de que ella era una persona importante, que no era una simple abogada amenazada, sino un alto cargo víctima de quién sabe qué.
—Está bien —dijo Simon decidido—, tu ganas, Pau. Quédate, pero lo harás en mi casa y no en casa de ese tío ¿entendido?
Paula lo miró detenidamente. Era absurdo discutir con él cuando llevaba razón. No sabía qué pintaba ella en casa de Pedro. No volvería allí.
Cuando ya iban de camino a casa de Simon, Pau pensó en aquella llamada. Había algo extraño que no conseguía identificar en las palabras de la voz. Una sensación muy desagradable de olvido le recorría la mente sin cesar.
Siempre le pasaba eso cuando preparaba la maleta y salía de viaje. Siempre pensaba que olvidaba algo fundamental, y es que siempre se olvidaba de algo.
—¿Cómo supiste esta tarde que estaba en la oficina si no habíamos hablado? —preguntó al pararse en un semáforo.
—Carmen me lo dijo —contestó Simon. Carmen se volvió desde el asiento de delante y le sonrió.
—Me encontré a Linda cuando salía de mi casa. Me preguntó dónde iba y le dije que a recogerte a casa de Simon porque nos íbamos de compras los tres. Ella dijo que tú estabas en la oficina, no en casa de Simon y cuando tu hermano llegó, efectivamente, me contó que te habías quedado en casa de Pedro. Pero yo le dije que estabas en el trabajo porque Linda me lo había dicho —le explicó la guapa morena de rasgos latinos.
—Ah —susurró Pau—. Qué raro —añadió—, desde esta mañana no he hablado con Linda. Supongo que me conoce mejor que yo misma y sabía que acabaría la tarde haciendo faena en la oficina. —Pero no se convenció de esa explicación.
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