miércoles, 18 de mayo de 2016
SEDUCIENDO A MI EX: CAPITULO 11
Paula se fue de la posada mientras Pedro se duchaba. Había conseguido que creyera que estaba dormida, pero en cuanto había notado que se levantada había huido.
No había sido difícil fingir que estaba agotada porque realmente lo estaba. Nada le habría gustado más que hacerse un ovillo a su lado, pero no podía ser.
Aunque había sido la experiencia sexual más maravillosa de su vida, sabía que para Pedro no había sido más que la sustituta de Marcia Duncan.
Aquello le dolía y mucho.
Al bajar, se encontró con Tom Cooper, el dueño del pub, que la saludó como si tal cosa a pesar de que Paula sospechaba que estaba especulando ya lo que habría pasado en la habitación de su inesperado huésped.
«Como si no estuviera claro», pensó.
Se montó en el coche, metió marcha atrás y salió de allí a toda velocidad. Una vez en carretera, miró la hora. Solo las ocho de la mañana y se sentía como si hubiera estado trabajando todo el día.
Rezó para que Emilia y su madre siguieran dormidas porque no tenía ganas de dar explicaciones a nadie.
Para su alivio, solo la señora Edwards estaban despierta. La mujer estaba metiendo un bizcocho en el horno y la miró extrañada.
-¡Cuánto has madrugado! -le dijo-. ¿Has ido a la tienda? Los sábados, no abre hasta las nueve. «Salvada por la tienda», pensó Paula.
-Debería haberlo recordado -contestó-. ¿Emilia está despierta?
-No la he visto -contestó el ama de llaves.
Se preguntó cómo se iba a tomar su hija que, después de lo que había pasado, Pedro se fuera corriendo a Londres.
Decidió darse una ducha antes de enfrentarse a su hija, pero no le dio tiempo. Cuando estaba desnudándose para entrar en el baño, apareció en su habitación.
-Mamá, ¿tú crees que papá vendrá a vernos antes de irse a Londres? -le preguntó con voz trémula todavía ataviada con su pijama de Winnie the Pooh.
-No lo sé... -suspiró Paula sospechando que la contestación acertada era «no»-. ¿Dijo algo de venir?
-No -contestó Emilia-, pero no creo que se hubiera quedado a dormir en el pueblo si no quisiera vernos, ¿no?
-Puede -contestó Paula preguntándose cuáles eran las intenciones de Pedro al volver aquel fin de semana.
-Claro -sonrió Emilia aliviada.
-¿Por qué no te vas a vestir mientras yo me ducho?
-Muy bien -contestó Emilia mirando extrañada las mejillas sonrojadas de su madre.
Paula se duchó y se cambió de ropa. Para cuando salió de su habitación, su madre se había levantado y estaba dando voces.
-¿Por qué no me has dicho que Pedro estuvo aquí anoche? -le preguntó cuando Paula le llevó la bandeja del desayuno-. Me habría gustado verlo.
Paula se dio cuenta de que Emilia había vuelto a contarle todo a su abuela.
-No se quedó mucho tiempo -contestó.
-¿Te parece una buena excusa? ¿Y qué quería? -preguntó lady Elena tomándose el zumo de naranja.
-Creo que vino para asegurarse de que... todo va bien -contestó todo lo sinceramente que pudo-. ¿Quieres algo más?
-No -contestó su madre-. ¿Me puedes explicar por qué te has maquillado tanto? ¿No será para impresionar a tu marido?
¡Cómo si le hiciera falta!
Paula tragó saliva y se miró en el espejo con expresión inocente.
-Uy, pues es verdad, me he pasado un poco, ¿no?
-Un poco -contestó su madre secamente-. ¿Fue idea tuya que tu marido se fuera a pasar la noche al Black Bull? No quiero ni imaginarme lo que habrá pensado Tom Cooper de ello.
«Pues verás cuando te enteres de que he ido a verlo esta mañana», pensó Paula.
-No, no fue idea mía -contestó-. Fue suya. ¿Para qué quieres verlo?
-Eso es asunto mío -contestó la anciana-. Si vuelve por aquí, dile que suba a verme.
-¿Quiere decir eso que no te vas a levantar? -preguntó Paula preocupada.
-No -contestó lady Elena impaciente.
-¿Te encuentras bien?
-Todo lo bien que alguien en mi situación puede estar -suspiró su madre-. Deja de preocuparte, Paula. No me voy a morir todavía.
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