jueves, 12 de mayo de 2016
CENICIENTA: CAPITULO 27
Las burbujas brotaron espumosas cuando Pedro llenó las dos copas. Tal vez fuera el subidón por haber triunfado en su aparición en Midnight Hour, pero notaba todos los sentidos agudizados. O tal vez se debiera a tener a Paula en su apartamento a solas.
Paula entrechocó la copa con la suya. Ella bebió, le brillaban los ojos.
La expresión de su rostro le resultaba familiar, era de coqueteo, de invitación.
Le llevó a querer intentarlo otra vez, aunque sabía que podía terminar con las manos de Paula en su pecho pidiéndole que no siguiera.
–Esta noche has estado realmente espectacular, de verdad –afirmó ella.
Pedro se desabrochó los puños de la camisa y se la remangó, sintiéndose en la cima del mundo. Paula y él habían triunfado juntos.
–Gracias, pero todo el mérito es tuyo. Si no me hubieras asesorado antes, habría metido la pata.
–Sabía que lo ibas a hacer de maravilla –Paula ignoró su halago y se apoyó en el marco de uno de los ventanales. Las luces de la ciudad se reflejaban en ella con brillo singular.
–¿Y si te digo que ahora te voy a besar? –le preguntó él–. ¿Crees que eso también lo haré de maravilla?
–Pedro, por favor.
–Pero quiero hacerlo. No puedo pensar en otra cosa desde que estuvimos en Flaherty’s. Y ahora, al verte con la luz de la luna, con ese vestido, recordando cómo se ajustan mis manos a la curva de tu espalda…
–Eso suena a bastante más que un beso.
–Si lo hacemos bien, entonces sí.
Paula mantuvo la mirada fija en la ciudad.
–¿Y qué pasa con Julia?
–Ella no es lo que quiero.
Paula se rio en un susurro.
–Voy a necesitar más champán para creerme eso. Tú mismo lo has dicho esta noche. Cualquier hombre daría lo que fuera por estar con ella.
Pedro sacudió la cabeza
–No. He dicho que cualquier hombre sería afortunado de pasar tiempo con ella. No es lo mismo.
–Has aprendido muy bien el arte de darle la vuelta a las cosas.
Pedro le puso la mano en el hombro, obligándola a mirarle.
–Por favor, dime que sabes que esto no es real. Fue idea tuya. Es tu plan.
Ella se dio la vuelta y le observó el rostro como si buscara la respuesta.
–Tú mismo lo has dicho. No se te da bien fingir. Os he visto juntos. Parece real.
–Las fotos son todo lo reales que las revistas quieren que sean. Tú deberías saberlo mejor que nadie.
–Lo sé –asintió, pero sus ojos mostraban todavía duda–. Pero es que resulta muy convincente.
Pedro sacudió la cabeza. ¿Cómo podía conseguir que le creyera?
–Todo es obra de Julia. Yo solo sigo sus pistas. No es a ella a quien deseo. Es a ti.
Paula le tomó la mano. Parecía como si la tierra se hubiera detenido.
–Tal vez no me baste con palabras. Tal vez necesito que me lo demuestres.
Pedro le quitó la copa de champán de la mano y la dejó sobre la mesa sin apartar en ningún momento los ojos de ella.
–He estado esperando para demostrártelo. Es lo único que quiero hacer –le sujetó la cara con ambas manos mientras la miraba a los ojos. La sangre le recorría el cuerpo como un río salvaje. Si había justicia en el mundo, Paula sería suya. Era el deseo más innegable que había tenido en su vida–. Déjame demostrártelo toda la noche.
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