sábado, 2 de abril de 2016
REFUGIO: CAPITULO 24
Los días siguientes fueron igual de penosos, aunque ella intentaba que todo fuera como antes, pero Pedro no colaboraba lo más mínimo. Lo que no ayudaba nada. No hablaba en las comidas y la miraba como a una extraña.
Paula cada vez tenía menos esperanzas de que algún día tuvieran la misma relación que tenían antes.
Carolina fue a verla una tarde que estaba libre —Te veo cansada. — dijo su nueva amiga mirándola con preocupación — ¿Estás bien? ¿La herida va bien?
—Oh, sí. Es que últimamente no duermo muy bien. — eso era ser muy optimista, pues en la última semana no había dormido más de tres horas seguidas.
—¿Te pasa desde el ataque? — Carolina se sentó en el sofá a su lado.
—Bueno, desde que salí del hospital no es que durmiera mucho, pero no es eso tampoco. — dijo sonrojada.
—Entiendo. Las cosas con Pedro no van bien.
—No, no van bien. — intentó sonreír, pero le salió una mueca— Van fatal.
—Está dolido.
—Sí.
—No te preocupes. Se arreglará.
—No me parece. Él no me perdona y yo cada vez estoy más dolida por ello.
Carolina suspiró— ¿Le quieres?
La miró a los ojos— Si no le quisiera, no hubiera vuelto.
—Ya, era una pregunta estúpida. Lo siento.
—No tienes que sentirlo. No es culpa tuya.
—Necesitas animarte un poco. ¿Qué tal si organizamos una fiestecita para que conozcas a las vecinas? — Paula la miró sorprendida— Será una merienda y podemos hacer una colcha. Te lo pasarás bien.
La miró ilusionada— ¿Qué tengo que hacer?
—Oh, té helado y unos pasteles…No te molestes demasiado.
—No tengo hilos, ni nada.
—Yo los traeré. Te regalaré un kit.
—No puedo aceptarlo, eso cuesta mucho dinero.
—Va. Tonterías. ¿Qué te parece este jueves?
Quedaban dos días. De sobra para arreglarlo todo —Estupendo. —dijo sonriendo de verdad por primera vez en varios días.
Cuando llegaron los chicos a cenar, Paula les dijo ilusionada la propuesta de Carolina.
—Eso es fantástico. —dijo Armando sonriendo—Así harás amigas.
—Sí, niña. Estar tanto tiempo con hombres debe ser aburrido para ti.
—No me aburro, abuelo.
—Claro que no se aburre. — dijo Pedro irónico— Para eso tiene la casa. ¿Acaso no te has fijado que hoy ha pintado lo que quedaba del salón?
El abuelo fulminó con la mirada a su nieto— Un color muy bonito el crema.
—Sí, me dan ganas de comérmelo. — Armando se levantó de la mesa y fue hasta el pasillo, dejando a Paula decepcionada porque no le gustaba el color de las paredes, pero intentó disimularlo ante los demás forzando una sonrisa.
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