miércoles, 13 de abril de 2016

NO EXACTAMENTE: CAPITULO 34





Aun con música de Navidad y Damian toqueteando el envoltorio de los regalos, el buen humor de Paula estaba desapareciendo. Hasta el clima acompañaba su ánimo en forma de lluvia, que corría por la ventana del apartamento. 


Solo habían pasado unos pocos días desde que Pedro había salido de su vida, pero se sentía como si no hubiera sonreído en meses.


Maldita sea, lo echaba de menos. Damy también lo echaba de menos. De hecho, cuando le había mostrado a Damian el auto por primera vez, su primera reacción fue llamar a Pedro. Damy aún seguía hablando de Pedro y del auto.


—Deberíamos ir a buscar a Pedro y llevarlo a dar un paseo —dijo Damian desde el otro lado de la habitación.


Pedro está un poco ocupado en este momento.


La idea de decirle a su hijo que tal vez nunca volverían a verlo le revolvía el estómago. No podía recibir más golpes. 


Damian lamentaría la pérdida de Pedro tanto como ella. Probablemente más, porque no podría entender lo que lo había alejado.


—¿Vendrá para Navidad? Deberíamos invitarlo. Su familia está en Texas, ya sabes.


—Probablemente regrese a su casa para Navidad, Damy.


—Pero puede venir aquí. Ni siquiera tiene que comprar un regalo ni nada. Puede jugar conmigo, con mis juguetes nuevos. Dijo que le gusta jugar con los camiones.


Paula se mordió la lengua y trató de sonreír.


—Yo jugaré contigo.


—Ya, pero Pedro dice que jugaba horas a los camiones cuando era un niño.


Damian estiró la mano por debajo del árbol y sacudió otro paquete. Dentro había ropa interior. No era exactamente un juguete o un camión, pero era otro regalo para abrir. Tenía que ir de compras, pero Santa…, o en su caso, la señora Claus…, no tenía un centavo. Paula le había hecho prometer a Mónica que no le compraría nada a ella y gastaría lo que quisiera gastar, en su hijo.


—Seguro que sí.


—¿Tú jugabas a los camiones cuando eras una niña, mamá?


Paula se apartó de la ventana y fue al lado de su hijo.


—La tía Mónica y yo jugábamos a las muñecas.


—¿Muñecas? —Damy puso cara de asco—. ¿Por qué?


Paula se sentó en el sofá y se puso un almohadón sobre el regazo.


—Probablemente porque no teníamos un hermano que nos mostrara lo geniales que son los camiones.


A Damy le gustó la respuesta.


—Bueno, cuando yo tenga una hermanita, voy a mostrarle que los camiones son épicos.


«Épico» era el nuevo adjetivo de moda en su clase del jardín de infancia. La primera vez que se lo había oído decir, se había doblado de risa. No es que la palabra fuera divertida, pero era raro que su hijo tan pequeño usara una palabra tan grandilocuente. «Épico» no era precisamente la palabra en que se había quedado pensando en ese momento.


—¿Quieres una hermanita?


Damy volvió a poner el paquete de la ropa interior en su lugar y comenzó nuevamente a sacudir los regalos y tratar de adivinar.


—Sí, claro. O un hermano. A los adultos no les gusta tanto jugar como a los niños. Y a veces estás cansada. Así que, sí…, sería divertido tener una hermana o un hermano. Así podríamos vivir juntos cuando seamos mayores, como tú y la tía Mónica.


Nunca le había dicho que quería un hermano o hermana. 


Oírlo hablar de un hermano le recalcó lo mal que había estado con Pedro.


—Pensé que ibas a vivir conmigo para siempre —bromeó con su hijo.


Él dejó de sacudir regalos y se quedó pensando en sus palabras.


—Pero entonces, ¿quién va a vivir con mi hermano o hermana? —Ay, la mente de un niño de cinco años.


—Tienes razón —le dijo.


Damian volvió al tema original.


—A Pedro le encantará el auto. Puede mirar Bob Esponja conmigo en el asiento de atrás. A Pedro le gustan los dibujos animados.


—Estoy segura de que le encantaría.


¿Qué había hecho? Tal vez debía llamarlo y ver si aceptaba hablar con ella. Por otra parte, tal vez ya se había ido a su casa, en Texas. Los reproches, remordimientos y suposiciones la atormentaban día y noche.


Oficialmente, la Navidad ese año era espantosa.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario