miércoles, 13 de abril de 2016

NO EXACTAMENTE: CAPITULO 33






Pedro hizo que su caballo corriera rápido. Disfrutaba del aire fresco que le daba en el rostro. Su mente se aclaró por primera vez en el día. Con esa claridad, vinieron también la razón y el arrepentimiento.


Había estado mal con Paula. Tendría que haber mantenido la boca cerrada sobre la proposición de matrimonio y le tendría que haber dado a la chica más tiempo para encariñarse con él.


Ahora tenía que encontrar la manera de entrar de nuevo en su vida sin ahuyentarla. Más que nunca, necesitaba saber si ella lo amaba. Catalina parecía pensar que sí, y ella ni siquiera había conocido a Paula.


—¿Qué fue lo que te dijo para que te marcharas corriendo de su apartamento? —Catalina le había preguntado en el avión hacia Texas.


—Dijo que era solo sexo —había dicho Pedro, abriéndose con su hermana.


—¿Y tú la creíste?


—¿Qué podía pensar? Me rechazó y me dijo que me fuera. A perseguir mis sueños con otra persona. Alguien que no tuviera un niño que me atara.


Catalina negó con la cabeza y puso los ojos en blanco.


—Oh, Pedro, eres un tonto. ¿No ves lo que hizo?


—Lo vi bastante claro. Me dijo que no.


Su hermana pequeña se inclinó hacia adelante a través del pasillo del jet y lo miró a los ojos.


—Cuando estés montando a Dancer, piensa largo y tendido acerca de lo que acabas de decirme. Largo y tendido.


Montar a caballo en el rancho de su padre en Texas le dio un montón de tiempo y silencio para pensar. Paula estaba sufriendo cuando le dijo que se fuera. Sus ojos se habían nublado de miedo y luego su mandíbula se había endurecido con determinación. Su fuerte gen maternal tomó el control y ella marcó sus límites. Le dijo que había ido demasiado lejos…, demasiado rápido.


Sin embargo, cuando le dio sus razones para decir que no, ninguna de ellas tenía que ver con el personaje que había presentado ante ella. No le dijo que no porque era un camarero temporal con un trabajo sin perspectivas. No, le había dicho que un día se iba a arrepentir de habérselo pedido. Así que, una vez más, Paula tenía que ser la adulta y decir que no. Pero ella no tenía que decidir algo así sola. Y no era la única adulta en la relación.


Pedro dirigió a Dancer hacia el lado oeste de la propiedad de su padre y vio como el sol se acercaba al horizonte.


Se imaginó a Paula con un vestido de verano y una sonrisa, riendo en el campo… con un sombrero vaquero en la cabeza.


Él y Damian podrían pescar a la orilla del río. ¿A Damy le gustaba pescar? Lo más probable era que no hubiera tenido la oportunidad de hacerlo todavía. Se le hizo un nudo de tristeza en la garganta. Tenía que arreglar esto. Para hacer realidad el cuadro que había pintado en su cabeza.



****


—¿Eres Mónica? —preguntó Catalina cuando una mujer contestó el teléfono.


—Sí. ¿Quién habla?


—Mónica, yo soy la hermana de Pedro, Catalina. Espero que no te importe, pero robé tu número y se me ocurrió llamarte.


Mónica vaciló al otro lado de la línea.


—No sabía que Pedro tenía una hermana.


—Una muy entrometida que lo haría enfadar mucho si se entera de que te he llamado.


Mónica se rio; fue una risa cálida y genuina.


—Parece que ambas somos profesionales del espionaje. Fui a buscar a Pedro al trabajo ayer, pero me dijeron que no estaba.


—Necesitaba despejar la mente…, ya sabes, después…


—Después de que la tonta de mi hermana lo rechazara.


Catalina sonrió.


—No parece que la propuesta de mi hermano haya sido muy elegante.


—No estuve allí. Según Paula, fue algo abrupta. No me malinterpretes, han estado coqueteando durante semanas. Es adorable, de verdad. Mi hermana trataba de ignorarlo con todas sus fuerzas, y él desplegaba todas sus plumas para que ella se diera cuenta.


La comparación de su hermano con un pavo real hizo reír a Catalina.


—Oh, eso debe de ser impagable.


—Lo triste es cuánto se esfuerza Paula por ignorarlo. —Ahora estaban llegando al meollo del asunto.


—¿Por qué crees que lo hace?


—Tiene miedo. Es así de simple. Damian es su mundo. Es mi sobrino. Estoy segura de que Pedro te ha hablado de él.


Catalina tragó saliva. La sonrisa se borró de su cara y se le hizo un nudo en la garganta.


—Sí. Dijo algo acerca de su hijo.


—Cuando se tiene un hijo, las cosas no son tan sencillas. Ella siempre se preocupa por todo. Nuestra madre no es exactamente un brillante ejemplo de estabilidad —le dijo Mónica.


—La nuestra tampoco.


—Bueno, Jessie no quiere parecerse en nada a nuestra madre. Creo que si Pedro hubiera hecho todo un poco más despacio, las cosas habrían sido diferentes.


A Cata ya le caía bien Mónica.


—Ya veo que nos vamos a llevar muy bien.


—Yo también lo creo. Tal vez podamos hacerlos entrar en razón a ambos.


No con una maraña de mentiras ocultas bajo la superficie.


—Mónica, hay algunas cosas acerca de Pedro que ambas debéis saber, pero yo no voy a compartir esos secretos. No me corresponde.


—Oh, Dios…, por favor, dime que Pedro no está metido en problemas. No lo persigue la policía montada de Texas o como sea que se llame, ¿verdad?


—¡No! La policía montada de Texas. Muy gracioso, Mónica. No, Pedro no tiene un historial con la policía ni ningún secreto oscuro. Todo lo contrario.


—Oh, menos mal.


—Solo dime una cosa. —Catalina esperó a que Mónica hablara.


—¿Qué?


—¿Tu hermana ama a mi hermano?


Mónica se rio entre dientes.


—Llora todos los días, y no ha comido demasiado desde que se fue. Me dice que no puede amarlo, pero reconozco el amor cuando lo veo. Tu hermano y mi hermana están hechos el uno para el otro.


Catalina sintió que el corazón se le hinchaba en el pecho.


—Entonces, mantén a tu hermana ocupada hasta que yo arregle la cabeza de mi hermano.


—Está Damian, la Navidad, el trabajo… y yo. Se encuentra ocupada.


—Solo recuérdale que Pedro es de los buenos. Lo es, de verdad.


—Ninguna de las dos lo dudamos. Como te dije. Ella solo tiene miedo.


—Sí, bueno, me da mucho más miedo lo que va a pasar si no lo logran. Pedro estaba hecho polvo.


—Igual que Paula.


Cata sonrió.


—Así que tú y yo vamos a trabajar juntas y haremos que esto funcione. Bueno, al menos lo mejor que podamos.


—Es un excelente plan —dijo Mónica antes de colgar el teléfono.


Catalina seguía con el teléfono en la mano.


—Ahora solo tengo que hacer que Pedro se dé cuenta de que ella lo ama


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