sábado, 9 de abril de 2016
NO EXACTAMENTE: CAPITULO 20
Damy, vestido con una chaqueta grande, mitones y una bufanda, cantó a pleno pulmón en la obra de Navidad del jardín de infancia. Los padres estaban sentados entre el público, tomando fotos y grabando todo el espectáculo para poder revivirlo durante los próximos años. Paula estaba sentada entre Pedro y Mónica, que se cayeron maravillosamente, algo que Paula sabía que iba a volverse en su contra a la primera oportunidad.
Cuando acabó la actuación, los emocionados niños bajaron del escenario de la escuela y se mezclaron con el público en busca de sus orgullosos padres. Damy corrió hacia Paula, lanzó sus amorosos brazos alrededor de ella y le regaló una enorme sonrisa.
—¿Me has visto ahí arriba?
—Has estado genial, Damy. Debes de haber practicado muchísimo para recordar todas las letras de las canciones —le dijo.
—Hemos cantado todos los días en clase. —Damy salió de entre sus brazos y abrazó a Mónica. Se metió entre los brazos de Pedro con la misma facilidad—. Hola, tío Pedro. Ha sido genial, ¿verdad?
Tío Pedro, eso era nuevo. Paula entrecerró los ojos y observó la expresión de Pedro. Cuando esta no cambió, se preguntó si Pedro había oído el título que le había dado Damy.
—Más que genial, compañero.
—¿Quieres unas galletas? Hay galletas en la parte de atrás.
Damian agarró la mano de Pedro y tiró de él hacia el fondo de la sala, donde los profesores y los padres habían situado una mesa con dulces y aperitivos.
—¿Tío Pedro? —le preguntó Mónica en voz baja.
—Eso es nuevo para mí.
—Damian lo adora. Míralos.
Paula no podía dejar de mirar. Damy estaba charlando hasta por los codos, mientras Pedro escuchaba y reía junto a él.
—Es natural que suceda —le dijo Paula a su hermana—. Damy no tiene a un hombre en su vida. Pedro ha aparecido un par de veces, así que se siente atraído por él.
Realmente esperaba no estar cometiendo un error al permitir que se conocieran más. Pedro era un buen tipo en todos los sentidos y confiaba en él. Confiaba en que no haría nada para lastimar a su hijo. Sin embargo, no sabía cuánto tiempo más estaría Pedro en sus vidas. Era un riesgo que no estaba dispuesta a correr.
—No entiendo por qué quieres salir con otro tipo.
—Pedro y yo no somos novios. —¿Acaso nadie la escuchaba cuando hablaba del tema?
—Los abogados son aburridos.
—Ni que lo digas.
Pedro se coló detrás de ellas. Paula se sobresaltó cuando escuchó su voz. Se volvió y notó el bastón de caramelo que sobresalía entre los labios. La sonrisa en su rostro era impagable.
—¿Estamos hablando de algún abogado en particular?
Culpable. Dios, se sentía tan culpable.
—No. Oye, Damy, ¿hay más de esos bastones de caramelo?
Su hijo asintió y la apartó de Pedro y Mónica. Cuanto más lejos de su hermana y Pedro caminaba, más le preocupaba cuál sería su tema de conversación.
En la mesa de los dulces, Damy saludó a uno de sus amigos, la madre del niño se volvió hacia Paula y comenzaron a charlar.
Unos minutos más tarde, Paula caminó entre la multitud que iba disminuyendo hasta llegar de nuevo a donde estaban Mónica y Pedro. Se estaban riendo. Mo se estaba agarrando el costado como si la risa le produjera dolor.
—¿Qué es tan gracioso?
—Nada.
Pero Mónica estaba escondiendo una sonrisa detrás de su mano. El radar de hermana de Paula le dijo que Mónica estaba tramando algo.
—Seguro. Nada.
Damy le tiró de la mano.
—La maestra ha dicho que podíamos irnos después del espectáculo. —Paula miró a su hijo.
—¿Estás listo para irnos?
La gente ya se estaba retirando del auditorio.
—Tengo que ir a buscar la mochila a la clase —le dijo Damy.
Mónica le puso la mano en el hombro a Damy y le dijo:
—¿Por qué no me llevas contigo y me muestras tu clase?
Antes de que Paula pudiera decir nada, Mónica y Damy se estaban alejando, dejándola sola con Pedro.
—Ha sido muy amable de tu parte venir.
—Lo he disfrutado —dijo mientras comenzaban a caminar detrás del resto de los padres.
—No he asistido a nada parecido desde que tenía la edad de Damy. No ha cambiado mucho, ¿no?
—Hay más dulces, pero eso es todo.
Él sonrió.
—Lo recuerdo: una galleta y, si teníamos suerte, un bastón de caramelo. Pareciera que hay una panadería completa en la parte de atrás.
—Muchos de los padres traen dulces para los niños.
El aula de Damy estaba atestada de adultos, así que Paula prefirió quedarse afuera. A través de la ventana, vio cómo Damian le señalaba a Mónica algunas de sus «obras de arte» que colgaban en las paredes.
—Parece que a Damy le gusta su escuela.
—Le encanta. Es un niño muy sociable. Uno creería que vivir en un edificio de apartamentos significa que hay muchos niños con quienes jugar, pero no los hay.
En su edificio no había hordas de gente desagradable ni fiestas alocadas, pero tampoco había familias.
—Algún día lograré que tengamos una casa en un barrio residencial. Desde que vio la película del perro labrador, Damy me tiene loca con que quiere un perro.
—Imagino que el propietario no acepta mascotas.
—Correcto. Los perros grandes no deberían estar encerrados todo el día, de todos modos.
Pedro le dio una palmadita en la espalda.
—No te preocupes, lo conseguirás.
Paula forzó una sonrisa en su rostro.
—Lo sé. Algún día.
Damy salió corriendo del aula y fue hasta ellos.
—Estoy listo —les informó.
—Tengo que ir a clase —anunció Mónica—. Gracias por mostrarme tu aula, cariño.
Se arrodilló para hablar con Damy.
—Cuida de tu madre, ¿quieres? Asegúrate de que duerma la siesta.
Damy se rio.
—¿Te quedarás hasta tarde? —le preguntó Paula a su hermana.
—Tenemos un examen muy importante el lunes, así que vamos a tener una larga sesión de estudio. Estaré en casa antes de que te vayas a trabajar. Invitaré a Lynn a estudiar
en casa el sábado cuando salgas.
Esa mínima mención de que no estaría en casa el sábado fue suficiente para que Paula mirara a Pedro.
—Pensé que tenías libre el sábado —le dijo Pedro.
—Mamá tiene una cita —espetó Damy.
La expresión en el rostro de Pedro se congeló.
—¿Es cierto? —Lentamente, su mirada se dirigió a Paula.
—¿Te acuerdas de Bruno, el de la fiesta?
Honestidad total. No tenía por qué sentirse culpable, pero el sentimiento la invadía, causándole puntadas de dolor.
—Claro —dijo Pedro con un largo suspiro—. El tipo con pinta de abogado.
—Es abogado de verdad. —Parecía haberse puesto a la defensiva.
—Él no es tu tipo —dijo Pedro con absoluta certeza en su voz.
Ella balanceó su peso de un pie a otro.
—¿Cómo sabes cuál es mi tipo?
—Te aburrirá antes de que pase media hora.
Mónica se volvió hacia Pedro.
—¿Le conoces?
Pedro no le quitaba los ojos de encima a Paula. Su mirada la ponía nerviosa.
—Veo tipos así todo el tiempo en el hotel. Estirados, no muy divertidos.
—¿Por qué quieres salir con alguien que no es divertido, mamá?
Paula dejó de sostenerle la mirada a Pedro y le dijo a Damy:
—Pedro no sabe si Bruno será divertido o no; él solo lo supone.
—¿Qué es «suponer»?
—Es cuando alguien piensa que una persona es de cierta manera cuando no sabe muy bien si es así de verdad. —Maldita sea, no debería tener que justificar una cita ante su hijo, o ante Pedro o Mónica si venía al caso.
—Deberías salir con Pedro—le dijo Damy sonriendo—. Sabemos que es divertido.
Los tres le clavaron la mirada.
—Pedro y yo solo somos amigos, ¿verdad, Pedro? —Pedro no dijo ni una palabra, solo la miró, arqueando apenas los labios.
—Pero, ¿qué es una cita?
—Es cuando dos personas van a cenar o a hacer algo juntos para tratar de conocerse.
¿Por qué Pedro no le echaba una mano?
—Fuimos con el tío Pedro al zoológico. Eso fue como una cita.
—No exactamente una cita. —Paula dirigió su atención hacia su hijo.
—¡Oh! —No estaba convencido. Había confusión en su rostro.
—Es complicado, Damy. Lo entenderás cuando seas mayor.
Hubo un momento de silencio incómodo en el aire. Luego, Mónica dijo:
—A propósito, me tengo que ir.
—Yo también —dijo Pedro con una nueva sonrisa en el rostro. —Gracias de nuevo por invitarme, Damy.
Damian le dio un abrazo a Mónica y otro a Pedro.
—Que lo pases bien con el abogado, Paula.
¿Era el día de decir lo opuesto de lo que piensas, y Paula no se había enterado? Pedro sonaba realmente sincero.
—Estoy segura de que irá bien. —Solo que ahora, no estaba segura de nada.
Paula miró a Pedro y Mónica que se alejaban conversando, imposible saber sobre qué.
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