viernes, 8 de abril de 2016

NO EXACTAMENTE: CAPITULO 16





Dos días después, Paula ya no aguantaba más sin saber de él. No debería preocuparse por los problemas de Pedro, pero por alguna razón lo hacía. Él no había llamado, no se había presentado en el restaurante. Era su día libre y estaba sentada en el mismo banco del parque, mirando a su hijo jugar después de la escuela. Tal vez el banco le trajo su recuerdo. Por otra parte, no había dejado de pensar en Pedro desde el día en que se conocieron. Dos veces había agarrado el teléfono para llamarlo; dos veces se había acobardado.


¿Cómo estaría su amigo? ¿Lo habrían encontrado? Si había algo que sabía de Pedro era que era leal a las personas a las que llamaba «amigos». Ella, sin ir más lejos: apenas se conocían y, sin embargo, había arriesgado su trabajo por ella…, había reparado su auto cuando no tenía por qué.


Claro, podía ser que no tuviera un niño que cuidar ni demasiadas responsabilidades, pero había pagado el arreglo de su automóvil de su bolsillo. No se había tragado lo del amigo que le debía un favor. Lo más probable era que hubiera gastado algo de dinero en arreglarlo. Además, la luz del indicador de aceite había dejado de parpadear por completo.


¿Dónde estaría Pedro ahora? ¿Podría echarle una mano para devolverle el favor de amigo? Necesitaba hacer algo más que estar sentada en el parque y preocuparse.


Los amigos se llaman para ver cómo les va. Pedro era un amigo…, ¿verdad?


Paula tuvo una repentina sensación de déjà vu. Estaba de nuevo en el instituto, tratando de decidir si debía o no llamar a un chico.


—Madura de una vez —se reprendió.


Marcó el número de Pedro y contuvo la respiración hasta que él respondió. Cuando lo hizo, su voz sonaba como si todavía estuviera en la cama.


Pedro, soy Paula. ¿Te he despertado?


—¿Paula? Sí, espera.


Se oyeron unos ruidos sordos, luego Pedro regresó.


—Hola.


—¿Estás en la cama?


—Sí.


—Son las cuatro de la tarde.


Pedro exhaló un largo suspiro.


—No logramos hacer que Daniel dejara de beber hasta el amanecer. Luego, estuvo borracho hasta el mediodía. Era un desastre, Paula. Un pobre infeliz.


Paula suspiró.


—Así que lo encontrasteis.


—Sí. Tal vez tenga que ponerle whisky a sus cereales para evitar que le explote la cabeza, pero, sí, lo encontramos, borracho como un marinero de permiso en un puerto.


—¿Dónde estás?


—En Arrowhead.


—Entonces, ¿Daniel se tomó muy mal la ruptura?


La voz de Pedro sonaba más despierta con cada frase.


—Así es. Ningún hombre quiere creer que la mujer a la que le ha ofrecido su vida no está comprometida. Pero entre tú y yo, creo que es lo mejor. Maggie era agradable, pero no era para Daniel. Mejor darse cuenta de eso ahora que casarse y darse cuenta después.


—No le dijiste eso, ¿verdad?


—No soy tan estúpido, Paula —rio—. He visto a Daniel dar un puñetazo y no me gustaría ser el que lo reciba.


—Bien. ¿Por qué rompió con él su novia?


Se escuchó un ruido como si Pedro se estuviera moviendo en la cama.


—Creo que él no lo sabe. Ella solo le dijo que no podía hacerlo, eran demasiado diferentes. ¿No debería haber pensado en eso antes de dar el sí?


—Nunca he estado comprometida, pero creo que de eso se trata el compromiso. Hay que pasar tiempo juntos, averiguar si la cosa funciona más allá de lo físico.


—Daniel dijo que lo físico era increíble.


—Es un hombre. Por supuesto que lo era. ¿Sabía sobre las cosas que realmente importan? ¿Conectaban fuera del dormitorio? ¿Podían hablar acerca de cualquier cosa?


—Claro que no. No lo creo. Pero ya te dije que no creo que funcionaran bien juntos. Daniel pensaba que sí, y por eso me da pena.


Paula miró a su hijo, que estaba jugando, y se apoyó en los antebrazos.


—Eres un buen amigo, Pedro. Estabas dispuesto a aceptarla a pesar de todo y estás ahí ahora que todo se ha desmoronado.


—Conozco a Daniel desde que éramos niños.


—¿Crecisteis juntos?


—Sí. Es como un hermano para mí. —Paula sonrió.


—Cuidas de las personas que te importan, Pedro, y se nota. Daniel es afortunado por tenerte a su lado.


—Ah, bueno, señorita Paula, continúe hablando así y voy a tener que mostrarle lo mucho que aprecio su aguda observación sobre mi maravilloso carácter. —El acento de Pedro cantaba como una soprano en la iglesia.


—Es solo un cumplido, no te he invitado a nada maravilloso.


Pedro se rio. Ella rio con él.


—Muy bien, te dejo entonces. Solo quería saber cómo iba todo.


—Solo querías escuchar mi voz sexy de cowboy —bromeó.


—Estaba preocupada por tu amigo.


La voz sexy era una ventaja adicional. Pedro se rio.


—¿Qué haces hoy?


—Estoy en el parque con Damy. Iremos a las tiendas de descuento mañana, a hacer algunas compras de Navidad. ¿Cuánto tiempo te quedarás en Arrowhead?


—Trataremos de hacer que Daniel se despeje y se tranquilice esta tarde. Se quedará con Miguel por un tiempo.


—Si hay algo que pueda hacer por él, dímelo.


—Lo haré. Daniel está enfadado con todo el género femenino en este momento, pero te tendré en cuenta.


Oyó bostezar a Pedro.


—Duerme un poco. Hablaremos más tarde.


—Vale, gracias por llamar.


Colgó y se encontró sonriendo. Era agradable escuchar su voz sexy de cowboy.






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