miércoles, 6 de abril de 2016
NO EXACTAMENTE: CAPITULO 12
—Era Pedro, ¿no? Diablos, es guapo de verdad, ¿no? —Mónica estaba hablando prácticamente a gritos.
—Era Pedro.
«Con sus labios letales y todo». Oh, Dios, el beso había sido para morirse. Delicioso como para caerse de espaldas. Y un gran error.
—Maldita sea. No debería haber pasado.
—¿Qué no debería haber pasado? —Mónica empujó a Paula sobre la cama que hacía las veces de sofá.
—El beso. Yo no debería haberlo hecho…, él no debería haberlo hecho. «Yo debería haberlo rechazado, debí haberle recordado que no me conviene».
—¿Besa mal? —Mónica dobló las piernas, se sentó al estilo indio y se frotó las manos.
—Besa increíble, pero no debería haber dejado que me besara.
—¿Por qué diablos no? Es guapísimo y ese acento…, vaya, me derrito solo de pensar en eso.
—Ya sabes lo que pienso de los soñadores, Mónica. Es camarero en el Alfonso.
—¿Y? Es camarero igual que tú. Tenéis eso en común.
Paula puso los ojos en blanco.
—Genial, entonces vamos a ahorrar dinero para poder comprar un auto decente algún día, que tendríamos que compartir para poder ir y venir de nuestros trabajos de mala muerte. No funcionaría.
Enamorarse de alguien como Pedro le rompería el corazón. ¿Después qué? Terminaría como su madre, saltando de un hombre a otro.
No, el beso había sido un error. La próxima vez que Paula lo viera pondría las cosas en claro, le haría prometer que mantendría la distancia, o su amistad tendría que terminar.
Le gustaba hablar con él, escuchar sus planes, pero besarse tendría que ser algo que habían hecho solo una vez. Una vez increíble…, pero solo una vez. Paula miró a su hermana y abrió el sofá cama.
—Estoy muerta.
—Pero quiero oír más sobre esa cita.
—No fue una cita.
—Te ha traído a casa.
—Eso es porque mi auto no arrancaba —dijo, a modo de explicación.
—Te ha dado un beso en la puerta y son casi las tres de la mañana.
—Hemos hablado en la parte de atrás de la limusina, hemos visto cómo despegaban los aviones.
—¿Has estado en una limusina?
Oh, aquella no era una información para compartir con su hermana si Paula quería pegar ojo antes de que su hijo la despertara.
—La limusina del hotel. Pedro la ha conseguido para llevarme a casa. No ha sido una cita.
—A mí me suena como una cita.
Paula había pasado toda la noche al lado de Pedro, la había traído a casa, le había hablado sobre su pasado, su futuro.
Ese beso no se olvidaría tan fácilmente.
—No exactamente una cita…
Mónica se metió bajo el edredón de su cama con una sonrisa maliciosa.
—Si lo que he visto es un casi… —hizo el símbolo de comillas en el aire— novio, quiero un poco de eso —dijo mientras apagaba la luz.
—Buenas noches, Mo.
—Buenas noches, hermanita. Que sueñes con «casi besos».
Paula le arrojó una almohada.
—Malcriada.
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Ayyyyyyyy, qué buenos caps, pero qué dura que es Pau. Me enloquece la ternura de Pedro.
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