jueves, 28 de abril de 2016
MI CANCION: CAPITULO 11
No había nadie en toda la sala cuyos ojos no estuvieran puestos en la cantante sexy que se paseaba por el escenario. Era una rubia pequeña y con curvas, con unos ojos azules cautivadores a rebosar de perfilador negro. Nikki Drake sostenía el micrófono con fuerza y se hacía dueña del pequeño escenario elevado a golpe de caderas, pero su voz, grave y algo ronca, tampoco dejaba indiferente.
Su cuerpo esbelto y escultural estaba perfectamente dibujado por un vestido de satén negro y ceñido acompañado por un cinturón ancho de color rojo alrededor de su cinturilla de avispa. Sus pechos, grandes y turgentes, estaban bien sujetos por un sostén tipo pushup.
La actuación resultó ser extraordinaria. Mientras la música vibraba a su alrededor, Paula experimentó una descarga de adrenalina increíble, algo que nunca había sentido en un concierto. ¿Era eso lo que Pedro quería para ella? ¿Quería que fuera sexy, enérgica, que llevara ropa ceñida y provocativa?
Tenía la garganta seca y un sudor caliente le corría por la piel. Había demasiada gente en aquel local diminuto.
Mientras bebía un sorbo del ron con cola que había pedido, Paula se sobresaltó. Pedro acababa de moverse a sus espaldas. De repente le sintió demasiado cerca, pegado a su espalda. Su aliento caliente, con sabor a bourbon, le llegaba desde atrás.
–¿Qué te parece? –le preguntó.
–¿Qué? –Paula fue capaz de pronunciar las palabras a duras penas.
–Nikki y la banda. Claro. ¿A qué creías que me refería?
Paula casi pudo ver la sonrisa de Pedro, aunque no le tuviera delante. Se lo estaba pasando muy bien a su costa.
–Es muy buena. Todos tienen mucho talento. Estoy disfrutando mucho de la música.
–Sin duda alguna, tú cantas mucho mejor. Lo único que tenemos que hacer ahora es encontrar la imagen adecuada para ti.
–Siempre y cuando no tengas pensado meterme en un vestido de esos, no hay problema. Ahí están mis límites, me parece.
Para hacer acopio de coraje, Paula levantó su copa y se bebió lo que le quedaba. La cabeza le dio algunas vueltas en cuanto el alcohol hizo efecto, pero eso no era nada
comparado con la inquietud que sentía ante la creciente cercanía de Pedro.
–Creo que deberíamos buscar algo con un poco más de clase. Sexy… pero con clase.
Paula sintió su mano cerca de la cadera y después sobre la cintura. Sus dedos se deslizaban suavemente sobre la fina seda del vestido blanco que se había puesto. Contuvo la respiración y levantó la mano con la intención de apartar la de él, pero fue en vano. Pedro atrapó sus dedos rápidamente y los sujetó con fuerza. Las palabras que estaba a punto de decir no llegaron a salir de su boca. Cerró los ojos y le sintió acercarse un poco más. Un estremecimiento sutil la recorrió de pies a cabeza cuando él le apartó el cabello para darle un beso en la base del cuello.
La caricia, inesperada, desencadenó emociones que la atravesaron de pies a cabeza y casi la hicieron gemir de placer. Los pezones se le endurecieron y un deseo impaciente comenzó a gestarse en su interior.
Empeñada en recuperar la compostura, no obstante, Paula se puso erguida y se dio la vuelta hacia él.
–No. Por favor, no.
Mientras pronunciaba las palabras, pensó que no tenían sentido. Nada de lo que hacía tenía sentido. El susurro se perdió en el ritmo de la música pulsante y también entre las risas de la pareja que estaba situada junto a ellos.
–¿A qué te refieres? –le preguntó Pedro, tirándole de la mano y atrayéndola aún más hacia él.
La miró a los ojos y todo se desvaneció a su alrededor; la vibración de la música, las ovaciones del público, el tintineo de los vasos de cristal proveniente de la barra… Todo desapareció. En ese momento solo quería hacerle el amor y olvidarse de todo lo demás, pero sabía que eso solo iba a llevarle al desastre. Además, aún no estaba listo para volver a confiar en una mujer, no después de lo que Juliana le había hecho.
Haciendo acopio de todo el autocontrol que fue capaz de encontrar dentro de sí mismo, Pedro deslizó las manos hasta los hombros de Paula y las mantuvo ahí durante unos segundos.
–No quiero hacerte daño –le dijo.
Sorprendida, Paula se mordió el labio e inclinó la cabeza, asintiendo. Se volvió hacia la banda y cruzó los brazos como si quisiera protegerse
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