jueves, 21 de abril de 2016

ILUSION: CAPITULO 20





Pedro se compadecía de Pau y no podía quitarse de encima la sensación de que tenía que pedirle disculpas. Marlene se había retirado finalmente a dormir, pero había dejado a Pau emocionalmente agotada con una cacofonía de revistas de novias, retales y modelos de invitaciones.


Durante toda la cena había hablado con un entusiasmo desbordado sobre los preparativos de una nueva boda. 


Paula había intentado recordarle que ni siquiera habían fijado fecha, pero su tía hizo oídos sordos y recomendó encarecidamente que la boda se celebrara en verano, en el Big Blue.


Cuando por fin se marchó, Paula fulminó a Pedro con la mirada.


–No me puedo creer que me hayas espiado.


La acusación lo pilló por sorpresa.


–¿De eso quieres hablar?


–Quiero saber hasta dónde has metido las narices en Chaves Media.


–¿Qué ha pasado en Chaves Media? –preguntó Tamara. Ella y Andres estaban sentados en sendos extremos de un gran sofá.


–Olvídate de Chaves –dijo Andres–. Parece que el espectáculo de la boda le ha explotado a Paula en las manos.


–No tiene gracia –farfulló Paula. Tamara reprimió una risita–. Ya está bien.


–Lo siento –se disculpó su amiga–. Ya sé que no tiene gracia. Pero es que parece un reality show.


–¿El show de las novias reacias, tal vez? –preguntó Paula. 


Pareció que estaba considerando la idea para una cadena de Chaves Media, pero volvió a mirar acusatoriamente a Pedro y él levantó las manos.


–Te aseguro que si supiera cómo bajar a Marlene de las nubes lo haría.


–No me preocupa Marlene –dijo ella, pero enseguida rectificó–. Bueno, sí, me preocupa Marlene. Pero en estos momentos me preocupa mucho más Chaves Media.


–Con eso puedo ayudarte –dijo Pedro.


–No necesito tu ayuda.


–Soy yo quien adquirió las cadenas británicas y australianas. Conozco a todo el mundo.


–Mi problema no es una cadena británica o australiana. Mi problema es Noah, y lo último que necesito es que un hombre acuda en mi rescate. Eso solo agravaría el problema.


–Entonces, ¿qué vas a hacer?


–¿Lo dices en serio? –se levantó y miró a Andres–. ¿Está hablando en serio? ¿Qué parte de «no es asunto tuyo» no entiendes?


En vez de responder, Andres agarró a Tamara de la mano.


–Vámonos a la cama. Estos dos tienen que hablar a solas.


Tamara se soltó.


–Buen intento. Pero tienes razón. Pau, tenéis que hablar. 


Al principio no estaba a favor de este engaño, pero ahora que se te ha escapado de las manos deberías pensar en una buena estrategia.


–Podríamos mantener el compromiso un tiempo después de la boda –sugirió Pedro.


–¿Y prolongar todo esto? –preguntó Pau, claramente horrorizada.


–Así todo el mundo tendría más tiempo para acostumbrarse a nuestra ruptura.


Andres y Tamara se dirigieron hacia la escalera y Pedro se sentó en un sillón junto a Pau, quien estaba girándose el anillo en el dedo.


–¿Cómo nos hemos metido en esto?


–Al principio parecía una buena idea, y la verdad es que ha funcionado. Tenemos la mansión de Conrad para Mateo y Erika.


–Sí, y me alegro, pero piensa en las inesperadas consecuencias… Una o dos mentiras más y acabaremos casados.


Pedro se rio por la broma, pero a una parte de él le gustó la idea. Era una posibilidad absurda, desde luego, pero al ver los vestidos de novia de las revistas abiertas en la mesita fantaseó con Paula vestida de novia junto a él.


–He estado pensando en las series de las cadenas extranjeras –dijo, cambiando de tema–. El proyecto Griffin y Cold Lane Park serían ideales para hacer un remake.


–¿Series policiacas? –preguntó ella con el ceño fruncido.


–Tienen mucho éxito.


–Estaba pensando en algo más innovador. Alguna serie de superhéroes o de abogados.


–¿Alley Walker? –sugirió él–. Empezó teniendo un gran éxito en Australia, pero los índices de audiencia se han estancando.


–Podríamos usar un héroe más joven e introducir el elemento romántico. Y la ropa de cuero atraería a las adolescentes.


–Si encuentras al actor adecuado –comentó él.


–Tenemos que centrarnos en el público de dieciocho a veinticinco años.


Pedro no discrepó, pero era una franja de edad bastante difícil.


–¿Qué piensas de Max Truger?


–¿En qué sentido?


–¿Está haciendo un buen trabajo?


–Supongo que sí.


–Estaba pensando que es joven y que podría ser un buen vicepresidente.


–¿Me estás diciendo cómo debo ocuparme de Chaves Media?


–Te estoy diciendo que me gusta tu propósito de llegar a una audiencia más joven.


–¿Y por eso sientes la necesidad de decirme cómo tengo que hacerlo?


–¿Por qué eres tan susceptible? Estás reaccionando de manera exagerada a una sugerencia razonable.


–¿Porque soy una mujer?


Pedro apretó la mandíbula y contó hasta cinco.


–Yo no soy Noah.


–Hablas como él.


–Pues espero que tú no hables así cuando te dirijas a él.


Paula se levantó echando fuego por los ojos y Pedro se arrepintió inmediatamente de sus palabras. La tenía por una mujer serena e inteligente, no por una histérica.


–Lo siento –se disculpó, levantándose también él–. Los dos hemos tenido un día muy largo. Sé que haces muy bien tu trabajo.


La expresión de Paula se suavizó y sus ojos recuperaron el color. Al principio Pedro sintió alivio, pero enseguida se dio cuenta de que ella se estaba retirando.


–Tienes razón –le confirmó ella–. No es un buen momento para discutir nada. Aunque no creo que ningún momento sea bueno para que tú y yo discutamos nada relacionado con Chaves Media. Aquí he hecho todo lo que he podido. 
Mañana por la mañana volveremos a Los Ángeles y acabaremos este asunto de la boda para que yo pueda dedicarme por entero a la empresa.


Pedro no le gustó nada la determinación de sus ojos.


–No es eso lo que quería tu padre, Pau.


–¿Estás intentando provocar otra discusión?


–Creía que ya te habrías dado cuenta. Tu padre estaba muy preocupado por ti. Deberías tomarte unos días libres, quedarte en Cheyenne y hacer algo divertido, como montar a caballo o pasear por el bosque.


–Tengo mucho que hacer en Los Ángeles.


–Por eso precisamente estaba tu padre tan preocupado. Siempre habrá trabajo pendiente. No es un objetivo, sino una rutina. Y tú deberías tener cuidado de no sacrificar tu vida.


–Mi padre no tenía nada de qué preocuparse. Me encanta mi trabajo y lo tengo todo bajo control.


Empezó a moverse, pero él la agarró por el codo.


–No se trata de que tú controles Chaves Media, sino de que Chaves Media te controle a ti.


–Suéltame, Pedro.


–Necesito que pienses en ello.


–Hace mucho que perdiste el derecho a pedirme nada –se zafó de él y se giró.


Viéndola alejarse, Pedro pensó que aún necesitaba muchas cosas de ella. Y hacer el amor era solo la primera de la lista.


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