sábado, 26 de marzo de 2016

REFUGIO: CAPITULO 2





Una semana después salía de su turno de las comidas, cuando uno de los camareros dejaba el periódico sobre la barra antes de ponerse a trabajar— ¿Ya te vas? —le preguntó mirándola con envida.


—Sí y hasta el lunes estoy libre. ¿Puedo llevarme el periódico?


—Claro, disfruta tú que puedes.


Lo cogió sonriendo y salió muy contenta porque tenía cuatro días de descanso. De la que volvía a casa hizo la compra y compró fresas para hacer helado casero. Cuando llegó se dio una ducha rápida y con un pijama corto fue hasta la encimera para guardar las cosas. Abrió la nevera para guardar las fresas, cuando se le cayó el periódico sobre el suelo. Lo recogió y se quedó sin aliento al ver una noticia en la esquina de la primera página. A toda prisa lo levantó del suelo leyendo. Asesinada otra Paula Chaves en los Ángeles, página tres.


Abrió la página tres a toda prisa y vio una foto de la casa de la chica, rodeada por un cordón policial. Llamaban al asesino Terminator, como en la película, porque asesinaba a mujeres del mismo nombre. Al parecer la mujer fue encontrada en su casa, degollada de la misma manera que la anterior. 


También abrió la puerta a su asesino y no había señales de lucha en la casa. Tiró el periódico furiosa y fue hasta el teléfono marcando a toda prisa.


— ¿Diga?


—¿Por qué no me han avisado? — gritó furiosa.


—No tiene nada que ver contigo. — respondió con aburrimiento.


— ¿Están matando a mujeres que se llaman como yo y no tiene que ver conmigo, incompetente de mierda?


—Tú cierra el pico y no te pasará nada. — dijo antes de colgar.


Se pasó una mano por su cabello, mirando alrededor sin saber qué hacer. Tarde o temprano la encontrarían. “Maldito el día en que fue a esa peluquería”, pensó para sí. Miró el teléfono e hizo lo único que podía hacer. Llamar a su primo. 


Él había sido quien le había buscado la ayuda la vez anterior y lo volvería a hacer.


Sonaron tres tonos y su primo dijo— Willy.


—Soy yo.


Su primo colgó el teléfono a toda prisa y gimió desesperada dejándose caer en el sofá. No sabía qué iba a hacer ahora.


 ¿Tenía que ir al banco a sacar el dinero y huir? ¿Pero a dónde iba a ir? Tenía la documentación falsa que le habían dado los de protección de testigos, pero en cuanto se enteraran los que la buscaban, que se llamaba Elisa Winston, estaba perdida.


Sonó el teléfono y lo cogió a toda prisa al ver que era un número desconocido— ¿Diga?


—Menos mal que has llamado.


Casi lloró de alivio al oír la voz de su primo— Mi contacto dice que no me preocupe, pero…


—Escúchame. No tengo mucho tiempo. Seguro que me vigilan. Recoge tus cosas y sube en el primer autobús que vaya a Houston. Cuando llegues allí, llama a este número de teléfono.


—Espera…— corrió hasta un boli y lo cogió, apuntando en un sobre el número de teléfono que le dio — Vale.


—Él te cuidara. Es un antiguo Seal. Confía en él.


—¿No debería quedarme? — preguntó asustada.


—Van a por ti y los de protección de testigos ya no te ayudarán, porque ya le has delatado en el juicio. Ahora sólo sirves de cebo, ¿entiendes?


—Sí. — sintió un escalofrío.


—Sal de ahí. No pierdas tiempo. Te quiero.


Ella se echó a llorar apretando el teléfono contra su oreja— ¿Mamá está bien?


—Todos estamos bien. Suerte.


Colgó el teléfono y Paula saltó del sofá, corriendo hasta su habitación. Hizo la maleta, metiendo la poca ropa que tenía. 


Entró en el baño y con el brazo arrastró todas sus cosas por la balda hasta el neceser. Se vistió con unos vaqueros y una camiseta blanca para no llamar la atención y metió sus rizos pelirrojos dentro de una gorra de los yankees. Se puso su bolso en bandolera, cruzándolo sobre el pecho y salió de su piso sin mirar atrás.





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