sábado, 26 de marzo de 2016

REFUGIO: CAPITULO 1




Paula estaba firmando los cheques para pagar las facturas, cuando distraída escuchó una noticia en la televisión. Se tensó al oír el nombre de la víctima y se levantó lentamente de la mesa de la cocina, para mirar el monitor que estaba sobre la encimera.


Al parecer la víctima fue encontrada en su casa degollada. 
Paula Chaves estaba sola en su casa y no había signos de haber forzado la cerradura. — dijo el presentador aparentando pena— Según fuentes policiales, seguramente fue atacada por un conocido. —en ese momento apareció en la imagen una mujer en la calle que lloraba —No sé cómo ha podido ocurrir algo así. Era una chica encantadora. — leyó en el letrero de debajo de su nombre que era su jefa en un restaurante — Siempre puntual y no se llevaba mal con nadie. Ni siquiera tenía novio. — Paula sintió que se erizaba la piel.


Nerviosa subió el volumen de la tele, pero el reportero empezó a hablar de un incendio en la zona baja de la ciudad. Cambió de canal a toda prisa, pero no vio ninguna noticia relacionada con el caso, así que corrió hacia el ordenador. Introdujo su nombre, Paula Chaves y salieron un montón de personas que se llamaban así. Jadeó sorprendida porque muchas estaban en las redes sociales. Vio la noticia y pinchó encima.


Al parecer la chica había salido de trabajar como todos los días a las ocho y apareció muerta al día siguiente, cuando una vecina llamó a la puerta viendo que estaba abierta. 


“Pobre vecina, menudo susto” pensó buscando más noticias. 


Al parecer buscaban entre sus conocidos, pero no tenían ninguna pista. Nerviosa se levantó y marcó el número de su contacto.


— ¿Diga?


—Soy Elisa Winston. — dijo aparentando tranquilidad.


—Elisa, qué sorpresa. ¿Me llamas por la invitación a la fiesta?


Eso indicaba que no podía hablar, así que colgó el teléfono. 


Cinco minutos después le sonaba el móvil— ¿Diga?


—¿Qué coño pasa ahora? ¿No te gusta tu nuevo trabajo?


—¡Han matado a una que se llama como yo!


—¿Y qué tiene que ver contigo? ¡Tú eres Elisa Winston, así que deja de dar el coñazo porque nadie sabe dónde estás!


—¡No le parece raro?


—¿Sabes cuántas personas se llaman como tú en este país?


Miró la pantalla del ordenador —Veintiséis que yo sepa.


—¡Pues eso!


Le colgó el teléfono y lo miró atónita— ¡Maldito gilipollas burócrata de las narices!


Un golpe en la pared la puso de los nervios— ¡Sí, ya me callo!


—¡Estoy viendo la telenovela! — gritó la cacatúa de la vecina, que siempre tenía algo que ver en la tele.


Miró su reloj y corrió hacia su bolso, cerrando de un portazo porque llegaba tarde a trabajar. Cuando llegó al restaurante donde trabajaba en Seattle, sonrió al pinche de la que pasaba al vestuario. Se puso sus pantalones blancos con la casaca a juego y recogió sus rizos pelirrojos en una cola alta, antes de ponerse el gorro de chef.


En cuanto entró en la cocina y vio lo que estaba haciendo el repostero jadeó asombrada corriendo, para ir a ver los profiteroles cubiertos de caramelo, haciéndole mil preguntas sobre cómo los había hecho y olvidándose de todo lo que había pasado esa tarde.








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