martes, 29 de marzo de 2016

REFUGIO: CAPITULO 12






La armonía volvió a la familia y el sábado era la fiesta en la ciudad. El abuelo insistió en que la llevara al baile, aunque Pedro no estaba de acuerdo— Allí habrá mucha gente. Y no quiero llamarla Elisa.


—Llámala Paula. Aquí está segura. Nadie conoce a los Falconi. Relájate y salir a bailar como una pareja normal. Divertíos.


¿Qué le había entrado al abuelo con divertirse? Paula miró a Pedro, que pensaba en ello con los ojos entrecerrados— ¿Quieres ir?


Paula sonrió. ¡Iban a tener una cita! —Sí.


—Pues ve a prepararte. —Pedro sonrió— Hay baile, así que ponte zapatos cómodos.


Casi chilla de la alegría y salió corriendo, haciendo ladrar a Lucas que estaba mucho mejor, pero seguía en la cocina.


Se decidió por un vestido blanco, que tenía la espalda al aire y se abrochaba en la nuca. La falda caía en vuelo hasta encima de las rodillas y se dejó el cabello suelto, que después de lavarlo, estaba formando sus gruesos rizos pelirrojos. Incluso se maquilló algo más de lo normal, resaltando sus ojos verdes con un eyeliner negro. Cuando terminó, suspiró esperando que le gustara a Pedro y salió con el bolso de mano plateado que le había regalado una compañera de trabajo en las Navidades, para ir a la fiesta de Noche Vieja.


Cuando salió al salón, los hombres que estaban hablando se la quedaron mirando con la boca abierta y se sonrojó— ¿Estoy bien?


Pedro, guapísimo con un traje gris, sonrió acercándose y cogiéndole la mano— Preciosa.


—¿Llevas la pistola, Pedro? Te la van a robar en cuanto llegues a la pista. — dijo el abuelo divertido.


Su nieto gruñó haciéndola reír—Seréis exagerados.


Pero no exageraban, porque en cuanto llegaron a la fiesta, la presentó a unos conocidos y ya no pudo sentarse en casi toda la noche. Pedro tuvo que robársela al sheriff para que pudieran bailar— Estás muy guapo de traje.


—Tú también. Tengo unas ganas terribles de ver que llevas debajo. —dijo haciéndola reír. Se miraron a los ojos y Pedro la besó suavemente en los labios justo cuando terminaba el baile.


—Voy al aseo.


—No tardes.


Atravesó las mesas, donde los que no bailaban estaban sentados y fue hasta los baños empujando la puerta abatible y suspirando de alivio cuando vio que no había gente. 


Después de usar el baño, se miró al espejo y se retocaba los labios cuando alguien entró en el baño. Miró quién era distraída y apretó sus jugosos labios al ver que era Lorena con dos amigas detrás. Llevaba un vestido rosa de seda impresionante y puso los brazos en jarras mirándola de arriba abajo— Pero si está aquí la zorra que quiere quitarme a Pedro.


Se enderezó metiendo la barra de labios en el bolso y se volvió lentamente con una mano en la cadera. Si creía que la iba a intimidar lo llevaba claro. Era de Brooklyn —Pero si está aquí la zorra que cree que puede quitarme a mi hombre.


Esa frase la puso furiosa— Que se esté acostando contigo, no significa que sea tu hombre.


—Es más mío que tuyo. — levantó una ceja—Es a mí a quien quiere en su cama.


Sus amigas jadearon de asombro — ¡Serás puta! A ti te quiere para lo que te quiere, mientras que se va a terminar casando conmigo.


Paula se echó a reír— ¿Estás mal de la cabeza? Si hubiera querido algo contigo, lo hubiera hecho hace tiempo, ¿no? ¿Desde cuándo os conocéis?


—Esperaba a que creciera. — dijo entre dientes—A mí no me trata como a una puta.


Esa frase la enfureció— Que más quisieras guapa, que acabar en su cama. Ahora apártate de mi camino, antes de que te enseñe modales.


Lorena sonrió y miró a sus amigas— Cree que esto va a acabar así.


—¿Y cómo va a acabar?


—Pues. — dio un paso hacia ella, pero Paula no se dejó intimidar —Vas a volver al agujero del que has salido, antes de que me cabrees y llame a la policía de Nueva York.


Esas palabras hicieron palidecer a Paula— ¿Pedro no habló contigo?


—¿Crees que me he creído una palabra? El tío de Jessi… —señaló con la cabeza a la chica morena— es el sheriff y ella vio tu foto. Estás buscada por asesinato. Por eso te oculta, pero voy a hacer que entre en razón.


Esa tía estaba loca. Loca por él y haría lo que hiciera falta para recuperarlo. Menuda bruja — Yo no he hecho nada.


—¿Crees que me importa? —furiosa la miró con sus ojos azules— ¡Es mío! ¡Y será mi marido!


Esa frase puso a Paula de los nervios. No sólo creía que podía hacer lo que le diera la gana, sino creía que podía quedarse con lo que era suyo —Apártate de mi camino antes de que te vuelva la cara del revés.


—Mira, zorrita de tetas grandes. Puede que seas muy buena en la cama, pero como no te vayas esta noche, lo vas a pasar muy mal.


Esa fue la gota que colmó el vaso y Paula la abofeteó. Lorena la miró sorprendida llevándose una mano a la mejilla, pero antes de darse cuenta se había tirado sobre Paula cogiéndola por el cabello— ¡Serás puta! ¡A mí nadie me pega!


—Pues iba siendo hora. — dijo antes de agarrar su recogido rubio y tirar de ella hacia atrás. Lorena no la soltaba y fueron de un lado a otro gritando y pegándose. Cuando intentó morderla, Paula la empujó y salió por la puerta del baño, cuando sus amigas se apartaron de golpe. Furiosa salió tras ella, para ver que había acabado sobre una de las mesas, pero Lorena se recuperó enseguida y furiosa y despeinada, gritó tirándose sobre su estómago, provocando que su espalda chocara con la pared. Paula sin aliento la cogió por el cabello y le dio un puñetazo. —¡Déjame en paz! — gritó sin darse cuenta que la música se había detenido, mientras varios se levantaban de las mesas apartándose.


—¡Más quisieras, zorra! — Lorena volvió a la carga y tirándose sobre ella, cayeron sobre una de las mesas, volcándola al suelo.


—¡Paula! — gritó Pedro acercándose apartando a la gente.


Furiosa se sentó a horcajadas sobre Lorena que estaba atontada y la agarró por el pelo —Es mío, ¿me oyes? ¡Como vuelvas a amenazarme, te mato!


—¡Está loca! — gritó Lorena empezando a llorar— ¡Quitármela de encima!


Ahora se hacía la víctima y le dio tanta rabia que le arreó un tortazo— ¡Basta! — gritó Pedro cogiéndola por la cintura y levantándola del suelo — ¿Qué estás haciendo?


Lorena pataleó hacia atrás llorando y miró a Pedro —¡Ha amenazado con matarme!


—Algo habrás hecho tú. — dijo el sheriff mirándola con los ojos entrecerrados.


—¡Quiero denunciarla!


—Lorena, no te pases. — Pedro cogió de la mano a Paula y tiró de ella.


—¿Qué no me pase? Es peligrosa. ¡Seguro que tiene antecedentes!


—La ha amenazado y se ha tirado sobre Lorena. —dijo una de sus amigas sonriendo satisfecha. Entonces se dio cuenta que había caído en la trampa —Yo declararé.


El sheriff apretó los labios mirando a Pedro que abrió los ojos como platos— ¡Vamos, eran tres contra una!


—Tengo que llevarla a la oficina para la denuncia.


Pedro se acercó al sheriff—Sabes lo que pasará si…


—No puedo dejar que se transgreda la ley, Pedro. Si ha sobrepasado la línea, debo denunciarla.


Pedro apretó los labios fulminando con la mirada a Lorena y después miró a Paula —Vamos, nena.


—¿Me va a denunciar?


—Claro que sí. — dijo Lorena satisfecha.


—Entonces esto de propina. — dijo pegándole un puñetazo, que la dejó inconsciente cayendo sobre una de sus amigas.


—Ahora sí que tengo que detenerte. — dijo el sheriff apesadumbrado sacando las esposas.


Pedro furioso pasó su mano por su pelo negro— No hace falta esposarla. Vamos voluntariamente.


—Si la detengo, tengo que ponérselas.


Asustada miró a Pedro mientras el sheriff le daba la vuelta y le cogió las muñecas— No te preocupes, nena. Voy contigo.


Fue humillante pasar esposada entre toda aquella gente que no la conocía, mientras chismorreaban mirándola como si fuera una delincuente. Todo por esa zorra retorcida. 


Esperaba que le hubiera roto la nariz.


Pedro se sentó en la parte de atrás con ella y la cogió por la barbilla—¿Estás bien?


—Sí.


—Te ha tirado sobre la mesa.


—Estoy bien. — dijo asustada— ¿Qué va a pasar ahora?


—Hablaré con el juez.


—Le diremos que te deje bajo custodia en el rancho de Pedro. — dijo el sheriff arrancando el coche —Arresto domiciliario.


—¿Puede hacer eso?


—Hablaré con él. — dijo Pedro acariciando la mejilla, que se le empezaba a sonrojar de los golpes— Menuda pelea.


—Dijo que iba a llamar a la policía de Nueva York porque era una asesina. Me provocó llamándome puta y zorra. — sus ojos se llenaron de lágrimas— Dijo que solo te divertías conmigo en la cama.


—Esa niña…— dijo el sheriff enfadado.


—¡No es una niña! ¡La tratáis como si lo fuera y es una consentida!


—Nena. Olvídate de ella. No hará nada.


—¿Y sus amigas? — nerviosa le miró a los ojos— No es seguro. Ya no estamos seguros de nada.


—Todo va a ir bien.


—¡Deja de decir eso! —gritó de los nervios sin darse cuenta que estaba llorando— ¡Llevo tres años huyendo! ¡Tú no sabes lo que es!


Pedro le acarició el cabello —Ya hablaremos en casa. — le dijo en voz baja antes de besar sus labios suavemente.







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