martes, 15 de marzo de 2016

¿NOS CASAMOS?: CAPITULO 14




Mientras el agua caliente corría por el cuerpo de Pedro, se dio cuenta de que tal vez debería estar dándose una ducha fría. El solo pensar en Paula Chaves tenía ese efecto sobre él. El hecho de haberse despertado con ella en la cama era el sueño de todo hombre pero, por más que lo intentara, no podía recordar lo que había sucedido la noche anterior. 


Definitivamente, si hubiesen hecho el amor, el recuerdo estaría grabado en su cerebro. Pero su memoria era una pizarra gris vacía. Eso significaba que no podían haber hecho el amor. Y por supuesto que significaba que no habían huido ni se habían casado.


El casamiento era algo que se había esforzado por evitar. 


Para él, el amor verdadero era tan raro como un unicornio rosa. Desde luego nunca había visto uno. ¿No existían solo en las novelas románticas?


Se quitó la toalla y se colocó la bata. Ignoró el dolor punzante de cabeza; sin dudas sería peor para cuando resolviera todo ese desastre que lo aguardaba. ¿Qué demonios le había dado a su abuela para hacer semejante acusación improbable? ¿Por qué estaba el abuelo de Paula allí? No era como si hubiese ido a rescatar a su nieta descarriada. El hombre no parecía para nada indignado. De hecho, se lo veía realmente encantado. ¿De qué se trataba todo eso?


Cuando salió del baño, encontró a Paula frente al espejo. 


Estaba haciéndose un peinado recogido, que le quedaba muy bien. Vestía un suéter gris claro y pantalones negros. Él la observó, maravillado por que ella pudiera vestirse de manera tan conservadora y aun así verse tan sensual.


—Me haré a un lado enseguida.


—No te apresures por mí. —Podía observarla todo el día.


Ella se dio vuelta para mirarlo con expresión esperanzada.


—¿Recordaste algo?


Él sacudió la cabeza.


—¿Y tú?


Ella suspiró.


—No.


—Paula, no hay posibilidades de que nos hayamos fugado anoche. Ninguna. —No pudo soportar la incertidumbre que había visto en su rostro—. No hay pruebas.


—Excepto por nuestros abuelos que insisten en que lo hicimos.


Pedro sacudió la cabeza.


—Algo traman. No sé qué, pero puedo presentirlo.


Él observó mientras Paula examinaba fijamente el dormitorio hasta que posó la mirada sobre la cama desecha. Cuando ella volvió a mirarlo, él vio con claridad la pregunta para la que necesitaba una respuesta con desesperación.


—No, no pasó nada anoche. Estoy cien por ciento seguro.


—¿Cómo puedes estar tan seguro?


Él enfrentó su mirada.


—Cualquier hombre que tuviese la suerte de hacer el amor con una mujer tan hermosa como tú, Paula Chaves, nunca lo olvidaría. Al menos que fuera un completo desgraciado. —Arrojó al suelo la toalla que había estado sosteniendo—. Además, tú no eres el tipo de mujer que tiene aventuras de una noche.


Ella sonrió a modo de respuesta, con un evidente alivio en sus ojos castaños.


—Gracias.


—¿Por qué? —¿Cómo lograría dejar de mirar esos ojos cautivadores?


—Por no creer que me acuesto con cualquiera. —Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos por un largo momento antes de volver a mirarlo—. ¿Qué vamos a hacer?


“Vamos”, en plural. Viniendo de sus labios, sonaba correcto.


—Me afeitaré y luego saldremos a enfrentar a la bruja de mi abuela y a tu abuelo. Nos deben una explicación.


—Eso es precisamente lo que quieren de nosotros.


Él abrió su kit de afeitar y sacó la rasuradora y la crema. 


Advirtió la mirada de Bella en el espejo.


—Nosotros no los interrumpimos a ellos, sino que ellos irrumpieron aquí. Son ellos quienes dicen que algo sucedió. La carga de la prueba está sobre sus hombros.


Paula asintió.


—¿De verdad crees que traman algo?


—¿No crees que sea coincidencia que los dos hayan aparecido aquí al mismo tiempo con la misma historia? —Se colocó crema de afeitar en el rostro y en el cuello—. Créeme, mi abuela no es la clase de mujer que viene corriendo a preguntarme si algo que oyó es verdad. Es mucho más probable que su equipo de abogados se encargue de averiguarlo.


—Verifiqué mi teléfono mientras estabas en la ducha —comentó Paula—. No tenía llamadas ni mensajes de mi abuelo de anoche. Es extraño que no haya intentado comunicarse conmigo. No es propio de él.


Pedro continuó afeitándose, sumamente consciente de la proximidad de Paula. El hecho de que lo observara mientras se afeitaba se sentía como algo íntimo. Le gustaba la sensación de tenerla cerca.


Se colocó loción para después de afeitar y limpió la pileta antes de dirigirse hacia Paula.


—Margarita Alfonso no hace nada sin intenciones ocultas. Nunca. Creo que quiere distraerme del proyecto sobre el que se supone que debería estar trabajando, y sería capaz de usarlos a ti y a tu abuelo como un medio para sus fines. Tal vez esté tentando con efectivo a Claudio.


Pedro notó que Paula estaba visiblemente resentida por la sugerencia. Ah, era leal. Le gustaba eso en una mujer.


—Mi abuelo no es el tipo de hombre al que puedan comprar y vender.


—Bien, entonces le complicará la vida a mi abuela. —Pedro apoyó una mano sobre el hombro de Paula. Esperó a que lo mirara a los ojos—. También es posible que mi abuela lo haya convencido de que realmente estamos casados. Quizás esté fingiendo estar encantado para que no te sientas mal por haberte casado con un completo extraño sin haberle dicho nada a él.


—Podría ser eso. —Paula sonrió—. O tal vez ya llamó a Migraciones y denunció tu intento de forzar a una ciudadana estadounidense a un matrimonio exprés para obtener la residencia.


Pedro rio.


—Esa es la actitud. Podría ser cualquier cosa.


—Entonces, ¿cómo manejamos esto: salimos y exigimos una prueba?


Pedro pasó por al lado de ella y tomó una camisa blanca del armario.


—Podríamos hacer eso. O podríamos divertirnos con ellos mientras intentamos descubrir qué sucede.


Paula se sentó en el borde de la cama con expresión pensativa.


—No quiero hacer algo que pudiese herir los sentimientos de mi abuelo. —Levantó la mirada hacia Pedro—. Es mi única familia.


Pedro se sentó a su lado, tan cerca que sus hombros se tocaban. Le gustó que ella no evitara estar cerca de él.


—Si confías en mí, te prometo que Claudio no saldrá lastimado de ninguna manera. De hecho, haremos que esto lo favorezca y nos aseguraremos de que su capilla nupcial salga de los números rojos. ¿Trato hecho?


—¿Qué obtendrás tú a cambio?


—Con tu ayuda, evitar que se derrochen millones de dólares si jugamos bien nuestras cartas.


Paula asintió.


—Tenemos un trato. Pero ¿qué hay con tu abuela?


—Sin guantes de seda para ella —respondió Pedro—. Debo vencerla en su propio juego.


Paula sonrió.


—¿Qué debo hacer primero?


Él se puso de pie.


—Creo que deberías dejar que me vistiera.


Paula se puso de pie y lo besó en la mejilla.


—Gracias por entender lo de mi abuelo. No puedo evitar protegerlo.


—Es un hombre afortunado por tener tu amor.


Paula sonrió.


—De acuerdo, estoy lista para mi primera tarea como esposa.


Él mostró una amplia sonrisa.


—Cuéntame.


—Te voy a elegir una corbata diferente. Esa no te queda bien.


Pedro rio. Tal vez cuando todo eso acabara, terminaría agradeciéndole a su abuela por sus maquinaciones, que le permitirían a él pasar más tiempo con Paula Chaves.






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