martes, 15 de marzo de 2016
¿NOS CASAMOS?: CAPITULO 12
Pedro regresó a la habitación, cerró la puerta y se apoyó contra esta. Su cabeza le daba vueltas.
—¿Paula?
Ella se asomó por una de las esquinas; era la visión de un ángel en bata blanca. Su pelo cobrizo estaba alborotado alrededor de los hombros. Se veía cien veces más calmada de lo que él se sentía.
—¿Era mi abuelo el que oí allí afuera? —preguntó ella.
Él asintió.
—Iré a cruzar unas palabras con él. —Paula dio un paso hacia adelante, pero él no se movió para dejarla pasar—. Pedro, mi abuelo es un hombre razonable. Él comprenderá.
Pedro sacudió la cabeza. Esto ya iba más allá de la comprensión.
—No es tan simple.
—Claro que sí. Es decir, todo esto es un poco vergonzoso, pero somos todos adultos. Podemos conversarlo de manera racional y luego actuar como si nunca hubiera sucedido. —Aguardó un instante para que él se moviera, pero no lo hizo—. Bueno, ¿no me dejarás salir?
Él negó con la cabeza.
—No, no hasta que hablemos.
El rostro de ella se iluminó con esperanza.
—¿Recuerdas lo que pasó anoche?
—No.
—Sé razonable, Pedro. Demorar las cosas no ayudará; deberíamos salir. ¿Supongo que mi abuelo está esperándome?
Él asintió.
—Tu abuelo y mi abuela.
—¡Oh! —Se cubrió la boca con la mano. Abrió más los ojos—. Eso es mil veces más incómodo.
—Un millón de veces más incómodo —la corrigió.
—Bueno, ambos somos adultos, así que dejemos de actuar como niños asustados. —Otra vez le hizo señas para que se corriera.
Pero él no podía permitir que saliera. No hasta que la preparase.
—Escucha, Paula, tengo que decirte algo.
—¿Sobre anoche?
—En cierto modo. —Lo que no daría por estar vistiendo un traje y por estar de nuevo en una sala de juntas en lugar de estar en pijamas en una habitación. La vida empresarial nunca era así de confusa—. No recuerdo mucho sobre lo que ocurrió anoche, excepto que vinimos aquí para hablar sobre redactar un plan de negocios porque el salón de reuniones estaba cerrado.
Ella asintió.
—También lo recuerdo. Entonces, tal vez bebimos demasiado y estábamos exhaustos y nos quedamos dormidos. No es ningún delito. —Apoyó la mano sobre la manga de él—. Pedro, vamos, no es como si fuéramos adolescentes a quienes atraparon mientras tenían relaciones y ahora debemos comprometernos.
—Es demasiado tarde para eso.
Ella sonrió.
—Claro, ambos pasamos la adolescencia hace tiempo.
Era en ese momento o nunca. Él respiró profundo y luego exhaló.
—No, quise decir que era demasiado tarde para comprometernos.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado y examinó el rostro de Pedro. Él vio con claridad su confusión.
—¿Qué significa eso?
—Significa que ya estamos casados. —Pedro pudo deducir por la expresión de Paula que no había comprendido, así que intentó otra vez—. Estamos casados.
—¿Estás casado? —Dio un paso atrás—. ¿Por qué no me dijiste que tenías esposa? Quiero decir, no estábamos en una cita ni nada por el estilo. Era solo negocios, pero igual... el modo en que actuabas... supuse que... ¿por qué no me dijiste?
Pedro no podía soportar la manera en que ella lo miraba con algo similar al terror en sus ojos.
—No estoy casado. Es decir, no estaba casado. Al menos no pensaba que estaba casado.
Ella se quedó observándolo. Ninguno habló por un largo momento.
—¿Estás casado o no estás casado? —exigió saber Paula.
Él se puso la mano sobre el corazón.
—Estoy casado. Contigo, Paula.
—¿Te has vuelto loco?
Él sacudió la cabeza con remordimiento.
—Según el estado de Nevada, tú y yo somos legalmente marido y mujer.
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