domingo, 28 de febrero de 2016

EL SECRETO: CAPITULO 20




Le recorrió la mandíbula con el dedo y percibió que, en contra de su voluntad, él deseaba más, lo que le confirió una enorme sensación de poder.


Se montaron en el coche y, cuando él pulsó un botón para que un cristal opaco los separara de Carlos, ella sonrió.


Así que la gran ruptura comenzaría al día siguiente. Y, poco después, ella estaría de vuelta en Londres, de vuelta a la realidad.


Pero, en aquel momento, su realidad era aquella, así que ¿por qué no aferrarse a ella con ambas manos? Si él la rechazaba asqueado, pues muy bien, aunque en su fuero interno presentía que no lo haría.


–Ves a un hombre y ¿qué te pasa? ¿Quieres casarte con él? –preguntó Pedro.


–Veo a un hombre y empiezo a preguntarme si encajaría conmigo a largo plazo –lo cual, hasta el momento, le había salido bastante mal–. La cosa es más o menos así: «Hola, ¿cómo estás? ¿Qué te parece tener una gran familia?».


Él se estremeció y se echó a reír.


–Sí, ya sé. Estás horrorizado. Supongo que saldrías corriendo si una mujer te hiciera una pregunta similar. Como una vez entregaste el corazón y te equivocaste, no vas a volver a hacerlo.


–Así es, pero eso no lo menciones delante de mi madre cuando nos peleemos, porque tal vez no sea de mi misma opinión.


–No le diré nada que pueda darle una impresión errónea sobre nosotros –apuntó ella.


Tenía un nudo en la garganta. No quería pensar en marcharse.


Lo que quería era…


Puso su pequeña mano sobre la gran mano masculina y la guio hasta su seno.


–¡Eh, Paula, no! No sabes lo que haces…


Pero no apartó la mano. Sintió su redonda plenitud y deseó mucho más. Su excitación era tan grande que apenas podía moverse.


–Sé perfectamente lo que hago. Por primera vez en la vida, sé lo que hago –insistió ella mientras se desabotonaba los dos primeros botones del vestido para permitir que él accediera mejor. Y le encantó lo que sintió. –Dentro de unos días me iré y no volveremos a vernos. Y despiertas en mí…


–¿El qué, Paula?


Estaba muy bien dotada. Si Carlos no estuviera en el asiento delantero conduciendo lentamente, sin importarle en absoluto lo que pasaba detrás de él, la hubiera poseído en el coche.


–Curiosidad –confesó ella con la sinceridad que formaba parte de su personalidad–. Despiertas en mí curiosidad.






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