viernes, 26 de febrero de 2016

EL SECRETO: CAPITULO 12





Pedro se sonrojó al recordar cómo se le había disparado el deseo al mirarla. Era cierto que había sopesado la idea de llevársela a la cama. ¿Se habría manifestado esa idea en su expresión cuando le hicieron la foto? ¿Acaso la cámara de un idiota lo había pillado desprevenido con una mirada que podía ser malinterpretada?


A Paula se le desencajó la mandíbula. No sabía si horrorizarse o echarse a reír. Aunque no, no debía reírse. Él estaba muy serio. Si se reía, no la acompañaría.


–Pero eso es ridículo.


«¿Quién en su sano juicio creería que estamos unidos sentimentalmente?», pensó.


–Llevo aquí dos días –prosiguió–. ¿Cómo va a creerse alguien que tenemos una relación sentimental? Además, estoy aquí pare recuperarme de un desengaño amoroso. Recuerda que iba a casarme hace menos de un mes.


–Isobel ha contado a mi madre que probablemente nos conozcamos de antes. Sabe lo que pienso de un compromiso a largo plazo porque se lo he contado, y también sabe que no quiero, bajo ningún concepto, verme inmerso en una situación que haga creer a mi madre que voy a abandonar mi vida de soltero.


–¿Qué opinas sobre el compromiso a largo plazo?


–Ahora no, Paula. De momento, te basta con saber que no forma parte de mi estilo de vida.


Paula soltó una carcajada.


–¡Es que no me lo imagino! No te imagino entrando de incógnito en mi minúscula vivienda para consolarme por la ruptura. No eres un hombre que pase desapercibido. Y después, ¿qué? ¿Planeamos encontrarnos aquí en secreto con la ayuda de Sandra? No cuadra. Cualquier imbécil se daría cuenta en unos segundos –dejó de reírse–. Pero ha sido una sucia jugada. Supongo que se había enamorado de ti. Pobre mujer.


Pedro enarcó las cejas, desconcertado.


–Iré al grano. Por lo que le ha contado Isobel, mi madre tiene la impresión de que vamos a casarnos. ¿Cómo, si no fuéramos en serio, según mi ex, estaría con una mujer tan distinta de las que me suelen gustar?


–¿Cuáles te suelen gustar?


Ella misma se contestó la pregunta antes de haber terminado de formularla. A un hombre como él, increíblemente guapo y rico, solo le gustaba un tipo de mujer, del que ella no formaba parte.


–No, no me respondas. Te gustan las que parecen modelos. Seguro que Isobel es alta, delgada, con el tipo de una modelo.


–Es modelo.


–Así que se le ha ocurrido el hábil truco de enseñar a tu madre una foto de mí, bajita y rellenita, porque, ¿cómo, si no fuéramos en serio, estarías conmigo en la misma habitación? ¿No es así?


–Más o menos. Y mi madre se ha tragado todo lo que le ha contado.


–¿Sabes una cosa, Pedro?


Paula respiró hondo, maravillada ante lo complicada que se le había vuelto la vida desde que Roberto había entrado en ella, antes tan agradable y tranquila. Y, por si fuera poco, el destino había decidido continuar donde Roberto lo había dejado y la había llevado hasta un hombre que la miraba con atención.


–Creo que voy a tomarme un descanso con respecto al sexo masculino, que tal vez sea permanente. De todos modos, no sé por qué me cuentas todo esto. Lamento que tu madre crea que has encontrado el amor de tu vida, pero tendrás que decirle la verdad.


–Hay otra posibilidad…


Se levantó y se estiró por haber estado sentado demasiado tiempo, cuando lo que hubiera querido era moverse, deambular por la casa para calmar su inquietud.


–¿Cuál?


Paula lo miró con recelo mientras caminaba por el amplio espacio. Todo suyo. Aún se le hacía difícil aceptar que todo aquello le pertenecía.


–Estás sin blanca, sin trabajo y lo más probable es que cuando vuelvas a Londres te encuentres tus posesiones en la acera frente a la que era tu casa.


–Mi casero no me haría una cosa así –apuntó ella con frialdad–. Los inquilinos tenemos ciertos derechos.


–No tantos como el casero, cuyo principal derecho es que se le pague el alquiler.


Se paró para mirarla, y ella alzó la cabeza para hacer lo propio.


–Esto es lo que te propongo. Te contrato durante dos semanas, tres como máximo, para que hagas el papel de mi futura esposa. Nos alojaremos en casa de mi madre, que no está muy lejos de Madrid, y allí romperemos nuestra relación. Mi madre se entristecerá, pero lo superará.


Lanzó un suspiro sin dejar de mirarla.


–Normalmente no me tomaría tantas molestias, pero ya te he dicho que ha estado enferma y que, mentalmente, todavía no se ha recuperado. No quiero contarle una sarta de mentiras que la enfadarán y confundirán, sobre todo por lo mucho que desea que siente la cabeza. Le daré lo que quiere, y cuando vea que soy una persona imposible, entenderá que el matrimonio no entre en mis planes en el futuro.


–Y esto es lo que obtendrás a cambio: una cantidad sustancial de dinero, unas vacaciones de lujo pagadas en España y, después, te buscaré un buen empleo en uno de los tres restaurantes que poseo en Londres y te prestaré uno de los pisos de la empresa durante seis meses, hasta que encuentres una vivienda para alquilar. Fuera lo que fuera lo que ganaras en tu anterior trabajo… Digamos que te lo cuadruplicaré.


–Y a cambio, tendré que mentir a tu madre.


–Yo no lo veo así.


–Y supongo que también a mi abuela. Porque ¿qué voy a decirle cuando no vuelva a Londres? Gracias, Pedro, pero no.



1 comentario:

  1. Wowwwwwwwwww, qué intensos los 3 caps. No veo la hora que llegue mañana así hay 5 caps jajajajajaja

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