sábado, 20 de febrero de 2016

ANIVERSARIO: CAPITULO 17




—¡He aprobado! ¡No me lo puedo creer, he aprobado! —exclamó Paula, saltando como una colegiala mientras bajaban los escalones del palacio de justicia.


Pedro sacudió la cabeza.


—A mí también me cuesta creer que hayas aprobado.


Paula le dio un golpecito en el hombro.


—Ya te dije yo que había estado practicando.


Pedro sonrió.


—Felicidades.


—Gracias por haberme enseñado, Pedro.


—De nada —la miró a los ojos—. ¿Quieres que lo celebremos con un buen almuerzo?


Por fin se decidía a pedirle una cita. Bueno, tampoco era exactamente una cita, pero después de haber pasado semanas siendo poco menos que ignorada, Paula estaba dispuesta a considerar aquella propuesta como si lo fuera.


—Gracias por su amabilidad, señor.


Pedro bajó un par de escalones más, se detuvo y contempló la vieja camioneta de Paula.


—El restaurante de Hanks está justo en la esquina. ¿Quieres que vayamosandando?


—Esto sí que es increíble —repuso la joven, fingiéndose indignada—. El estado de Texas me da un permiso de conducir y sin embargo tú todavía no confías en mí, ¿no es cierto?


Pedro sonrió con timidez.


—En lo que no confío es en que sepas aparcar.


Y la verdad era que Paula tampoco.


—De acuerdo, vayamos andando.


Pedro llevaba el mismo atuendo con el que se había presentado en el rancho por la mañana, pero Paula había decidido arreglarse para su primer viaje a la ciudad. Se
había puesto una minifalda, una blusa de seda y unos zapatos planos y había completado su atuendo con unos pendientes.


El pelo lo llevaba un poco desarreglado, pues hacía ya tiempo que necesitaba un buen corte. Sin embargo, no creía que fuera ésa la razón por la que la gente se quedaba mirándola.


Quizá fuera porque estaba con Pedro. Cada vez que éste saludaba o sonreía a algún conocido, se la quedaban mirando como si fuera un ser extraño.


—¿Por qué me miran así? —Le preguntó cuando llegaron a la Barbacoa de Hank—. ¿Será por que la falda es demasiado corta?


Pedro parpadeó varias veces antes de contestar.


—Yo creo que la falda está perfectamente.


Lo que quería decir que era demasiado corta. No para Nueva York, quizá, pero definitivamente, sí para Royerville. 


Evidentemente, antes de su llegada había sido precedida por su reputación y, teniendo en cuenta las miradas que había recibido aquella mañana, sospechaba que no debía tener muy buena fama por los alrededores.


Y, muy probablemente, su aspecto no había contribuido a mejorarla.


En cuanto se sentaron a la mesa, Pedro tomó la carta y suspiró suavemente.


Había una variedad increíble de carne y salchichas, que servían acompañadas por judías y patatas. Ella pidió un sandwich.


Después de pedir su propia comida, Pedro se apoyó en el respaldo de la silla y se quedó mirando a la joven fijamente.


—¿Sabes? Estoy pensando que el que hayas aprobado el carnet de conducir y la llegada de las nuevas avestruces son motivo suficiente para una celebración menos sencilla que ésta. ¿Quieres que salgamos a cenar juntos esta noche?


Paula estuvo a punto de atragantarse. Le estaba pidiendo una cita. Una cita de verdad.


—Bueno, el caso es que tengo que ocuparme de dar de comer a Phoebe y a Phineas —ni siquiera ella daba crédito a lo que estaba diciendo.


Pedro pareció considerar que su preocupación era lógica.


—Enviaré a alguien para que se ocupe de hacerlo —sonrió—. Conozco un restaurante que te gustará, pero está un poco lejos.


Aquello era una cita en toda regla.


—¿Tendré que conducir yo? —le preguntó divertida.


—No, pero te dejaré que seas tú la que nos lleves a casa después de la comida. A propósito, el restaurante al que pienso llevarte es bastante elegante. Así que podrás lucir alguno de tus trapos.


—¿Perdón?


—Que por fin vas a poder exhibir alguno de tus modelitos de Nueva York — repuso Pedro, marcando intencionadamente su ya pronunciado acento texano.


—Mmm, no podías haberme dado una noticia mejor.


—Ya sabía yo que te iba a gustar.







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