domingo, 24 de enero de 2016
UNA NOVIA DIFERENTE: CAPITULO 15
Pedro vio cómo la animada expresión de Paula mientras hablaba con la florista dejaba paso al recelo que parecía reservar exclusivamente para él.
–Estaba a punto de subir a arreglarme –dijo ella a la defensiva.
Él se encogió de hombros. No lo preocupaba en absoluto que Paula se retrasara o que no luciera un aspecto increíble en la fiesta. Todas las mujeres que conocía se habrían pasado el día entero preparándose para un evento formal, pero Paula se había puesto lo primero que encontró al salir de la ducha, se había pasado las manos por el pelo, se había pintado los labios de color frambuesa y su aspecto dejaría sin aliento a cualquiera.
–Es que la florista vivía cerca del pueblo de mis padres adoptivos...
Pedro apartó la mirada de sus tentadores labios.
–¿Crees que me molesta que hables con la persona que se ocupa de las flores? ¿Tan esnob te parezco?
–No, esnob no.
Trataba a todo el mundo por igual, lo que no significaba que entablara amistad con el personal. Aparte de unos pocos amigos íntimos, parecía guardar las distancias con todo el mundo, independientemente de su posición social. Y no parecía darse cuenta de lo mucho que la gente intentaba complacerlo... como ella.
–Entonces, ¿no te importaría que fuera amiga de Annie... o del jardinero, o del cocinero, o...? –se detuvo y respiró para calmarse.
–Creo que no se sentirían muy cómodos con la situación. Te guste o no, tienes una posición que mantener.
El comentario hizo enfurecer a Paula.
–¿Qué posición? –espetó. No podía seguir conteniéndose, después de tantos días diciendo lo correcto.
Llevo encerrada aquí toda la semana. Solo te veo en la cama. Echo de menos mi trabajo y los niños. Me siento sola y aburrida... –se mordió el labio y se preparó para recibir
la respuesta de Pedro. Seguramente le recordaría que no había barrotes en las ventanas ni candados en las puertas.
«Si tan horrible te parece, ¿por qué sigues aquí?».
¿Sería ella lo bastante valiente para responder con sinceridad y reconocer que solo estaba allí por él?
Para estar cerca de él, para oír su voz... ¿Se atrevería alguna vez a reconocer que lo amaba?
«Sola»... la voz trabada de Paula, la interminable lista de pros y contras, las dudas que lo acosaban sin descanso...
De repente todo dejó de tener sentido, porque vio que la estaba perdiendo. Se la imaginó saliendo por la puerta, marchándose de su vida, y sintió un nudo de terror en el estómago. Era un idiota, un estúpido, un... No había palabras para describir lo que era.
Su primer error había sido pensar que podía separar las emociones del matrimonio. Sobre el papel no había tensiones. Había querido que su vida se asemejara al orden que reinaba en su mesa, todo ordenado y controlado hasta el último detalle. Al principio había sido posible, pero al mirar el hermoso y apasionado rostro de Paula su vida había cambiado radicalmente.
El amor, algo en lo que ni siquiera se había permitido pensar, lo había cambiado todo. Lo había cambiado a él.
No quería una esposa modelo. Alguien que dijera siempre lo apropiado y que estuviera de acuerdo con todo lo que él dijera. Quería a Paula. No la Paula que decía lo que ella creía que quería oír, sino la que soltaba lo primero que se le pasaba por la cabeza y se negaba a dar su brazo a torcer.
¡Quería recuperar a su Paula!
–Te equivocas por completo.
Paula subió un par de escalones y bajó uno, aferrada a la barandilla, incapaz de descifrar la impávida expresión de Pedro.
–¿En serio?
–Sobre mí y sobre nosotros. Tu posición es... –frunció el ceño–. ¿Te ha faltado aquí alguien al respeto?
Ella negó con la cabeza.
–Deberíamos seguir casados –sugirió él.
–Lo sé, por el niño –murmuró ella.
–Porque tú eres tú y yo... –respiró hondo, soltó lentamente el aire y habló con una voz trémula y cargada de emoción–. Estoy solo.
Paula se quedó anonadada mientras él, habiendo soltado la bomba, se giró y volvió al estudio, deteniéndose un momento para mirarla por encima del hombro.
–Ven a tomar una copa cuando estés lista... Lima con tónica y mucho hielo.
La puerta se cerró.
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