domingo, 24 de enero de 2016

UNA NOVIA DIFERENTE: CAPITULO 17







Paula oyó voces, pero no abrió los ojos. Se sentía como si le hubieran rellenado la cabeza de algodón.


–¿Dónde estoy? –estaba en una cama, y cuando intentó llevarse una mano a la cabeza sintió dolor y volvió a bajarla. El catéter le hizo recordarlo todo–. ¿El bebé?


Pedro estaba allí. Quizá había estado allí todo el tiempo. No dijo nada, pero las palabras no eran necesarias. La verdad se reflejaba en su rostro.


–Lo siento...


Le agarró la mano, la que no estaba conectada al goteo intravenoso, y la apretó con delicadeza. Paula parecía una pieza de porcelana semitransparente, a punto de romperse.


–Todo saldrá bien.


Apretó la mandíbula y tragó saliva con dificultad. Todo saldría bien, todo tenía que salir bien...


El trayecto en ambulancia había sido una pesadilla, y cuando llegaron al hospital y Pedro se quedó esperando mientras la atendían, llegó a pensar que la había perdido para siempre.


Al recordarlo se puso pálido. Tuvo que agarrarse a la barra metálica de la cama para controlar sus temblores e intentar salir del horrible vacío interior.


Nunca más quería volver a sumirse en aquella oscuridad.


No quería pensar en los maravillosos momentos que podrían haber compartido y que él había desperdiciado por negarse a aceptar que había cosas que no podían controlarse... como el corazón.



***


Paula suspiró y cerró los ojos. Al despertar, Pedro seguía allí, sin afeitar y todavía con el esmoquin.


–¿Por qué no estás en casa? –le preguntó, pero entonces recordó que no era su casa y sintió ganas de llorar.


Él le sonrió y le agarró la mano.


–Quería estar aquí cuando despertaras.


Paula se incorporó con gran esfuerzo.


–Lo siento mucho, Pedro.


–¿Qué sientes?


–Haber echado a perder tu cena. El niño, mi padre... todo. Tranquilo, sé lo que vas a decir.


Él arqueó una ceja y la miró de un modo extraño.


–¿Lo sabes?


–Un padre estafador y expresidiario... –intentó contener las lágrimas–, un bebé perdido, el matrimonio disuelto después de dieciocho meses... –esbozó una triste sonrisa–. No hace falta ser muy inteligente.


La sonrisa de Paula le partió el corazón. La enfermera le había recogido el pelo en una cola y parecía muy joven, frágil y hermosa... Tanto, que casi hacía daño mirarla. 


Cuánto había cambiado él desde que ella entrara en su vida...


–Dile a Sonia que prepare mi equipaje. Me vuelvo a mi apartamento.


–¡Ni hablar!


Paula lo miró con asombro. No estaba siendo precisamente amable con ella.


–Echaré de menos esto...


–¿El qué?


–Tu carácter despótico e intransigente. ¿Puedes pasarme un poco de agua?


Él le acercó el vaso a los labios.


Pedro se sentó a su lado, haciendo que el colchón se hundiera bajo su peso.


–Creo que deberíamos hablar de ello, ¿no?


Ella cerró con fuerza los ojos y negó con la cabeza. Hablar era lo último que quería hacer. Había perdido a su bebé y nada podría llenar el oscuro agujero que había quedado en su corazón.


–Oye, ya sé que te sientes obligado a no echarme porque acabo de salir del hospital, pero estaré bien, te lo aseguro.


–No es verdad.


Su tono comprensivo y cariñoso hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.


–Mi padre cumplirá su amenaza y... y para ti será más fácil evitar el escándalo si no estás conmigo.


–Todo eso me da igual.


–¿Pero cómo? Mi padre es un criminal.


–Lo es, en efecto, y eso hace que sea muy fácil manipularlo.


–No te entiendo.


–Digamos que tengo el presentimiento de que tu padre va a iniciar una nueva vida en Argentina muy pronto.


–Él no se irá.


Pedro sonrió con picardía.


–Puedo ser muy persuasivo...


–Pero aunque se vaya yo seguiré siendo su hija... una bastarda –lo miró con ojos llorosos–. Creo que nuestra madre... Creo que se habría quedado con nosotros si hubiera podido, pero él...


–Creo que tu madre quería que tuvieras una vida mejor de la que había tenido ella.


Paula asintió.


–Y la tengo.


Él entrelazó sus dedos con los suyos y le levantó la mano para besársela.


–Te prometo que será aún mejor.


–No hay bebé... No tienes que fingir.


–Lo único que he fingido es que no te amaba, pero te amo, Paula. Tú lo eres todo para mí.


Ella lo miró con ojos brillantes como estrellas.


–¿Lo dices por... por el aborto?


Él le apretó la mano.


–Adoptaremos un hijo. Lo he estado pensando y tenías razón. ¿Por qué traer otro niño al mundo cuando hay tantos que necesitan un hogar y una familia? Podemos adoptar dos, o tres, si quieres.


–¿Pero tú quieres tener un hijo?


Él la besó con tanta ternura que la hizo llorar de emoción.


–Te quiero más a ti. Por un momento, ahí fuera... –la voz se le quebró y cerró los ojos con un gemido.


Paula, con el corazón palpitándole a un ritmo frenético, vio cómo luchaba por mantener el control y pudo sentir la intensidad de sus emociones.


–¿Pedro? –le acarició la mano.


Él volvió a abrir los ojos.


–Lo siento, pero... –tragó saliva antes de continuar–. Habías perdido mucha sangre y no quiero correr el riesgo –la miró fijamente a los ojos–. No podría volver a pasar por lo mismo, Paula.


Ella se puso a llorar.


–¿De verdad me quieres?


–Te adoro.


–Pero has sido muy correcto y amable conmigo...


Él se echó a reír.


–Te prometo que nunca más volveré a serlo.


Ella le agarró la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma.


–Te quiero, Pedro. Te quiero muchísimo, pero no puedo seguir casada contigo.


–¿Por qué?


–Porque eres un Alfonso y el nombre significa mucho para ti. Es normal que estés orgulloso de serlo, mientras que yo...


–Eres tonta –la cortó él en tono afectuoso–. Claro que estoy orgulloso. De estar casado con la mujer más hermosa del mundo.


–Te quiero, Pedro.


–Tenemos toda la vida para amarnos. Ahora necesitas descansar.


Paula se esforzó obstinadamente en mantener los ojos abiertos.


–No puedo, no quiero...


–Tranquila. Estaré aquí cuando despiertes. Y mientras duermes me dedicaré a planear nuestra boda.


Ella abrió los ojos de golpe.


–Ya estamos casados.


–Esta vez quiero hacerlo bien... Te lo mereces todo, cariño. Una iglesia, un vestido, flores, ir del brazo de tu padre adoptivo.... Han estado aquí para verte, por cierto, y Marcos te manda recuerdos. Fernanda está en la sala de espera.


–¿Y tus padres?


Él se encogió de hombros.


–¿Por qué no? ¿Qué sería una boda sin escándalos? Aunque te advierto que si ellos están presentes nadie se fijará en nosotros...


Paula esbozó una temblorosa sonrisa. Tenía los ojos llenos de lágrimas.


–Me encantaría... Pero lo que de verdad quiero, Pedro, es a ti.


Él se agachó y le dio un beso en los labios.


–A mí me has tenido desde el primer momento en que te vi. Pero he tardado un poco en darme cuenta.





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