lunes, 18 de enero de 2016
DESTINO: CAPITULO 29
Paula necesitaba correr. Era la única forma de dejar de pensar en Pedro. Así que, aquella mañana, tras haber pasado una noche terrible, se levantó más temprano. Tenía la esperanza de que Pedro no se hubiera despertado todavía.
Pero ya se había despertado. Estaba en el porche, sentado en la mecedora.
–Buenos días,Pau.
–¿Qué estás haciendo aquí?
–Te estaba esperando.
–Pero tú nunca te levantas tan pronto… De hecho, yo tampoco me suelo levantar tan pronto. ¿Cómo has sabido que…?
–Lo he adivinado. Imaginé que querrías hacer un esfuerzo extra para aliviarte de tus… frustraciones.
–¿Frustraciones? –preguntó con debilidad.
–Sí, eso he dicho. Es lo que pasa cuando nos negamos lo que queremos. Sobre todo, en materia de deseo sexual.
–Yo no estoy negando mis emociones.
–Entonces, ¿por qué no puedes dormir?
–Porque tengo muchas cosas en la cabeza.
–Cosas como yo, supongo.
–No seas tan arrogante. Y ahora, déjame en paz. Voy a salir a correr.
–Yo no saldría a correr sin hacer estiramientos antes, Pau…
Paula no tenía intención de hacer estiramientos delante de Pedro Alfonso, así que salió corriendo sin más. Pero él la siguió y se puso a su altura.
–¿Por qué me estás haciendo esto? –protestó ella.
–¿Haciendo qué?
–Molestarme.
–Solo te estoy haciendo compañía.
–Pues no quiero compañía.
–La querrás cuando sufras un tirón por no haber calentado antes de salir.
–Mis músculos están perfectamente.
Por desgracia para ella, sus músculos la traicionaron en aquel preciso momento. Sintió un tirón en una pantorrilla y no tuvo más remedio que parar.
–Anda, deja que vea esa pierna…
–A mí pierna no le pasa nada malo.
–Por todos los diablos… Siéntate y deja que te dé un masaje.
Paula no se pudo negar. Le dolía demasiado, de modo que se sentó en el tronco de un árbol caído. Pero se puso tensa en cuanto sintió los dedos de Pedro.
–Relájate, Pau. Te aseguro que esto no es un ejercicio de seducción.
Ella no estaba tan segura, pero hizo un esfuerzo y se sometió a las atenciones de Pedro hasta que el dolor de la pierna desapareció.
–Ya me encuentro mejor –dijo entonces.
–Me alegro. Pero, ahora que estamos solos, hay una cosa que te quiero pedir.
–¿Qué cosa? –preguntó con incertidumbre.
–Cásate conmigo.
–¿Cómo? –dijo, asombrada–. ¿Por qué?
–Porque te amo, Pau.
Ella sacudió la cabeza.
–No, no… Sabes de sobra que no duraríamos juntos ni un mes.
–Es posible. Pero eso no significa que no merezca la pena – afirmó Pedro–. Tú y yo tenemos algo muy especial. Algo que nunca había sentido.
–Pedro, tú no sabes nada del amor. Solo te interesa el desafío, la emoción del momento. Se te pasará en cuanto consigas lo que quieres. Te aburrirás.
–¿En tu casa? ¿Contigo? Eso es imposible, Pau. No me he aburrido ni una sola vez desde que llegué.
Pedro lo dijo con tanta seguridad que Paula estuvo a punto de creerlo. Sin embargo, seguía convencida de que él no estaba hecho para una relación seria.
–No, Pedro. Y no me vuelvas a ofrecer el matrimonio. Si lo haces, no tendré más remedio que echarte de mi casa.
Él no pareció afectado por sus palabras. Se limitó a levantarse y a ofrecerle una mano.
–Vamos, Paula.
Paula empezó a correr a buen ritmo, sintiéndose súbitamente triste.
–¿Pau?
–¿Sí?
Pedro la miró a los ojos y dijo:
–Por mucho que corras, no podrás huir de mí.
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Pero qué dura de roer esta Paula, por qué no se relaja y se deja llevar si se aman jajajaja.
ResponderBorrarMuy buenos capítulos! La paciencia de Pedro es para una película de ciencia ficción!!!
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