miércoles, 27 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 7




Los primeros dos días en el hospital se los pasó prácticamente durmiendo. Debía ser el agotamiento acumulado, porque ni ella se explicaba que durmiera tanto. 


El domingo por la noche su hermano Santiago se tenía que ir porque acababa su permiso- Podría solicitar que me lo alargaran.


-No hace falta que lo hagas. Ya has visto que medio hospital está pendiente de mí.


Santiago sonrió mirando a su alrededor. La habitación estaba llena de flores, tarjetas y globos. –Sí, y me alegro de que te aprecien tanto pero…


-Nada de peros. Tienes que irte. Es tu deber, teniente.


Santiago le besó la frente- Llámame y si no puedes localizarme ya sabes lo que tienes que hacer.


-Sí, lo se.-dijo mirándolo a los ojos- Te quiero.


-Y yo a ti, pequeña. ¿Sabes? Me siento más tranquilo sabiendo que Pedro vive en el piso de al lado.


-¿Y eso?-su hermano pareció incómodo- Suéltalo de una vez.


-No debería hablar de ello, Paula.


-¿Es clasificado?- sabía que su hermano participaba en misiones de alto secreto y no debía decir nada.


-No precisamente. Además debo irme.


Ella le cogió de la muñeca y le miró muy seria- Cuéntamelo.


Santiago suspiró y se pasó una mano por su pelo rubio. –Vale, pero no le digas que te lo he dicho.- la miró fijamente.


-No seas pesado Santiago o tendré que torturarte.


-Hace cuatro años me enviaron a Afganistán.


-Lo sé.- dijo muy seria.


-Dos de los nuestros fueron capturados y Pedro estaba allí como reportero de guerra. Sacó unas fotos a los secuestradores y en lugar de ir a la base a dar la información, decidió seguirlos. –Santiago apretó los labios antes de seguir- Y le cogieron.


A Paula se le cortó el aliento- ¿Qué le hicieron?


-Ni idea pero consiguió salir de allí y llevarse a los nuestros con él, que estaban bastante magullados por los golpes que habían recibido.


-¿Y él?


La miró a los ojos fijamente- Te he dicho que ni idea, Paula. No quiso decir nada de lo que había pasado. Los nuestros tuvieron que ir a terapia y les dieron la baja porque no pudieron volver al servicio.


-¡Oh, Dios mío!- se llevó una mano al pecho de la impresión. 


No quería ni imaginar por lo que había pasado. Había estudiado el síndrome de estrés post traumático que sufrían los soldados que volvían de la guerra. Se manifestaba con desapego emocional, fobias, pánico. Algunos padecían insomnio y estado depresivo.


-Te lo cuento para que te des cuenta que es un hombre en el que se puede confiar.


Paula asintió pensando en ello.-Gracias.


-No se lo cuentes. Él no quiere que lo sepa nadie.


-Vale.


La besó en la frente- Cuídate, pequeña.


Le miró a los ojos- No, cuídate tú.


Su hermano sonrió antes de salir de la habitación. Cuando se quedó sola, pensó en todo lo que le había contado Santiago. Ahora entendía un poco mejor su carácter. Lo que descuidaba la casa, las continuas amantes, su carácter hosco y que todo le diera igual. Estaba claro que su estancia allí le había afectado, pues había cambiado de trabajo y no había vuelto a ser el mismo por lo que decía Leticia. 


Recordaba que le había dicho que antes no era así.


Se mordió el labio inferior pensando en ello. Podría ayudarle, lo sabía. Y lo haría. Vaya si lo haría.



****


Al día siguiente Leticia fue a verla. Iba preciosa con un vestido blanco y su pelo castaño recogido con unos prendedores.- ¿Cómo estás?- preguntó algo insegura acercándose a la cama.


-Muy bien. Sólo me duele un poco.


La chica miró alrededor y sonrió al ver un gran oso de peluche-¿Te gusta? Puedes quedártelo si quieres.


Leticia la miró sorprendida- ¿De verdad?


-¿Qué iba a hacer yo con él?


-Puedes guardarlo para cuando tengas niños. Además soy mayor para peluches- dijo levantando la barbilla.


Paula soltó una risita-Claro, ¿en que estaría pensando? ¿Cómo está el insoportable de tu tío?


Leticia sonrió sentándose en la cama a su lado- De un humor insoportable. Mi madre me ha dicho que le tire de las orejas si se porta mal.


-Se quieren mucho ¿verdad?


-Los abuelos viven en Montana y ellos se vinieron a Nueva York en cuanto cumplieron dieciocho. Primero mi madre y el tío después para estudiar fotografía.


-Así que tus padres están viajando alrededor del mundo. Debe ser maravilloso.


Leticia perdió la sonrisa- Sí, aunque en realidad lo hacen para no divorciarse.


-Lo siento.


-La última oportunidad, dice mi madre. –después sonrió- aunque parece que no les va mal. Papá dice que es como cuando eran novios.


-Puede que lo logren. Me alegraría mucho por ti.


-Hablamos mucho, ¿sabes? Nos lo contamos todo. Y sé que aunque se divorcien siempre los tendré para lo que sea.


-Por supuesto. Eres su niña.- sonrió y le cogió la mano. Se miraron unos segundos y preguntó- ¿No me has traído nada?


Leticia se echó a reír a carcajadas- ¿Siempre dices lo que piensas?


-No siempre. A tu tío le hubiera dicho más aún.


-Te gusta mucho ¿verdad?


Se sonrojó intensamente pues la había pillado.-Algo.


-Le he preguntado si quería venir pero me ha mirado como si quisiera matarme, así que he venido sola.


No pudo evitar sentirse decepcionada pero lo entendía.- No pasa nada.


-A él le gustas.


-¿Tú crees?


-Sí, te mira distinto que a esas modelos. Con más intensidad.


-Eso es porque le grito y le insulto. Así me presta atención.


Leticia soltó una risita.- ¿Sabes? Te ha pintado todo el piso.


El vuelco que le dio el estómago la tomó por sorpresa. Miró a Leticia sin poder creérselo y la chica asintió. Definitivamente aquello era una buena señal. Sonrió satisfecha y pensó que tendría que prepararle una cena casera o algo, para agradecérselo.


Se pasaron toda la tarde hablando de todo. Del instituto, de sus amigas, de sus padres y del chico que le gustaba un poco. Estaban hablando de lo que harían cuando volvieran sus padres, cuando le sonó el móvil a Leticia. Lo sacó del bolso y le mostró la cara de su tío en la pantalla antes de contestar- Hola.


Leticia hizo una mueca por los gritos de su tío al otro lado y Paula se sentó con esfuerzo para escuchar lo que decía. 


Leticia se acercó y puso el móvil para que lo oyeran las dos.- ¿No te dije que me llamaras? ¿Dónde coño estás? ¿No te das cuenta que no puedes ir sola por la ciudad durante tanto tiempo, sin avisarme de a dónde vas?


-Ya te dije a dónde iba.


-¿Todavía estás en el hospital?


-Sí, Paula está habladora.


-Ja, ja- vocalizó Paula haciéndola reír.


-Está habladora ¿eh? ¡Pues dile que tienes que volver a casa! ¡Que si quiere hablar contigo, que mueva el culo fuera del hospital.


Paula puso los ojos en blanco. Como si estuviera allí por gusto.


-Se lo diré.- dijo Leticia partiéndose de la risa.


-¡No! ¡No se lo digas!- parecía molesto consigo mismo.- ¿Cómo está la histérica de mi vecina?


Abrió la boca indignada y a punto estuvo de decirle cuatro cosas, pero Leticia levantó la mano deteniéndola.- Uff, no sé.-Paula entrecerró los ojos- No tiene buen aspecto.


-¿De veras? ¿Por qué? ¿Qué le pasa?


-Al parecer la cosa no va bien y se pasará aquí al menos un mes.


-¡Un mes! ¿Por qué?- parecía furioso, como si no se lo esperara.


-No sé qué de una infección en la sangre o no sé qué.


Paula la miraba asombrada y Leticia se levantó de la cama guiñándole un ojo- Esa amiga suya, salió de la habitación llorando, pero luego me dijo que no pasaba nada. No sé, me ha preocupado.


-Voy para allá.


Colgó antes de que pudiera impedirlo e hizo una mueca- ¿Me he pasado?


-¿Estás loca? Te va a dejar sorda con sus gritos.


-A mí no me grita. Bueno me voy.


-¡No me irás a dejar sola!


-Claro- cogió su bolsito y se lo pasó sobre el cuello estilo bandolera.- Mañana tengo tenis, así que no vendré. ¿Necesitas algo para el miércoles?


-No estarás viva el miércoles.


Leticia se echó a reír. –Quería saber cómo estabas sino no me habría llamado. Así que se lo merece por no venir a verte.


-Estupendo, ahora me amargará la tarde.


-No mientas, tú también querías verle.-dijo antes de salir de la habitación.


Dos segundos después volvió a entrar y cogió el gran oso blanco del que habían hablado- He cambiado de opinión.- dijo a la defensiva al ver que se iba a reír.


Ella levantó las manos en son de paz y se echó a reír cuando salió de nuevo de la habitación.




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