lunes, 14 de diciembre de 2015

UNA NOVIA EN UN MILLÓN: CAPITULO 5




Aquello iba viento en popa, pensó con satisfacción Isabella. 


Paula Chaves y su hijo habían sido todo un hallazgo. Tras observarla a ella, no cabía duda de que se sentía atraída por su nieto, y daba la impresión de que a él tampoco lo había dejado indiferente.


Y, lo mejor de todo, Marcela se había mostrado como era realmente aquella tarde. De hecho, la forma de conducirse de las dos jóvenes no podía haber ofrecido un contraste mayor. Su nieto tendría que haber sido ciego y sordo para no apreciar las diferencias entre una y otra y, desde luego, no debía sentirse muy orgulloso de su prometida.


Y aquella amabilidad para con Paula… No parecía que hubiese sido solo amabilidad, se dijo sonriendo. Pero todos aquellos avances se quedarían en nada si Pedro no seguía viendo a Paula con cierta regularidad. Y el mayor obstáculo era el anillo de diamantes en el dedo de Marcela. 


Pedro no era un hombre que se comprometiera con ligereza, y tampoco era usual en él faltar a su palabra una vez la había dado. Tenía que conseguir romper aquel compromiso fuera como fuera. Ideó rápidamente un plan que sirviera a sus propósitos.


–Volviendo a los negocios… –dijo a Paula–, ¿tienes algún compromiso para el sábado por la noche?


Sorprendida por aquella fecha tan próxima pero ansiosa por empezar a trabajar, la joven contestó:
–No, estoy libre, señora Alfonso.


–Bien, estaba pensando… Verás, un amigo de mi nieto Antonio se casa el sábado, y queríamos hacer algo especial en su honor. He contratado a Patricio Owen para que toque y cante en la boda. ¿Lo conoces?


–Bueno, no en persona, pero lo he visto actuar, y es un pianista magnífico y un cantante melódico muy profesional. Sabe venderse muy bien.


–Oh, sí, es muy popular, pero estaba pensando… No sé, sería una novedad interesante si tú interpretaras unos cuantos dúos con él.


–¿Dúos?


–Imagino que conoces All I ask of you, del musical El fantasma de la ópera, por ejemplo.


–Sí…


–Estoy segura de que Patricio y tú haréis justicia a esa canción. Además, Patricio podría hacer el acompañamiento para tu solo de Because you love me. Y podríais cantar From this moment on como si fuera un dúo también.


–Pero… –replicó Paula frunciendo el ceño insegura–, ¿querrá él compartir escenario conmigo?


–Patricio Owen hará lo que yo le pida –aseguró Isabella. No pensaba escatimar en gastos–, claro que tendrás que buscar tiempo entre semana para ensayar con él.


–Bueno, si está usted segura de que él… En fin, quiero decir, a su lado yo soy solo una aficionada.


–Estoy segura de que él no opinará como tú –la animó Isabella con una sonrisa–, déjamelo a mí. Te llamaré cuando haya hablado con él, ¿de acuerdo?


–Muy bien, gracias.


Paula parecía un poco aturdida ante la perspectiva de cantar con Patricio Owen, pero decidida a aprovechar aquella oportunidad que se le brindaba. La joven tenía agallas después de todo, se dijo Isabella. Le gustaba esa clase de personas, las personas que solo necesitaban que alguien creyera en ellas para llegar a donde se propusieran. 


Pedro estaba fuera de su alcance en esos momentos, pero cuando lo tuviera a tiro… O más bien cuando ella se lo pusiera a tiro, no fallaría.


Solo había que propiciar las circunstancias del posible romance. La atracción entre ellos, una continua comparación entre lo que Pedro tenía y lo que podía tener… El poder de la tentación haría el resto.


–Patricio Owen siempre se viste de punta en blanco para sus actuaciones y querrá que tú también lo hagas Necesitaras un vestido de noche –dijo Isabella esperando que en su ropero la joven tuviera algún modelo atractivo. Una mujer con un pecho bien formado bien podía permitirse un escote generoso.


–Creo que tengo uno que irá bien para la ocasión –afirmó Paula.


–¡Espléndido! –exclamó Isabella sonriendo–. Mis otros dos nietos asistirán a la boda, así que podré presentártelos. Tengo que confesarte que me encanta presumir de mis descubrimientos ante ellos.


Paula enrojeció y un brillo intenso iluminó sus ojos, que no pasó inadvertido a la anciana.


–No la decepcionaré, señora Alfonso.


–Estoy segura, querida.


Pedro Alfonso iba a estar allí, se dijo Paula emocionada, tenía que hacerlo bien. Claro que, por desgracia, seguramente también asistiría su prometida, se recordó bajando de las nubes.


Lo que no sabía, era que la señora Valeri estaba convencida de que aquel día, acorde con sus propósitos, eclipsaría a Marcela.












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