jueves, 22 de octubre de 2015

EL DESAFIO: CAPITULO 14







No vas a salir esta noche?


Pedro se giró y se encontró a su hermano mayor mirándolo.


–La ropa te ha delatado, ¿eh? –los vaqueros desteñidos y la camiseta negra que se había puesto al llegar a casa no eran algo con lo que habría salido nunca un viernes por la noche.


–Más o menos. Pedro, ¿puedes dejar de moverte de un lado para otro y contarme qué pasa? –añadió con impaciencia mientras Pedro seguía moviéndose por el salón.


Porque se encontraba demasiado inquieto como para sentarse al lado de su hermano, al igual que había estado inquieto para ocuparse de todo el trabajo que se le había acumulado sobre la mesa del despacho. ¿Cómo habría podido concentrarse en el trabajo sabiendo que Paula había estado abajo, preparando la colección tan tranquila y sin pararse a pensar en él ni un segundo?


Tenía que admitirlo, era un poco extraño que una mujer lo dejara. Más que extraño, era algo único. Y frustrante, porque no estaba listo, ni por asomo, para haberla dejado marchar.


Esa mañana se había mostrado muy fría y distante al decirle que su relación había terminado. ¿Era esa la impresión que les había transmitido él a todas las mujeres a las que había dejado? ¿Se había mostrado tan frío y distante? ¿Y esas mujeres lo habían odiado del mismo modo que él ahora…?


¿Ahora qué? ¿Ahora odiaba a Paula?


¡Por supuesto que no la odiaba! ¿Cómo iba a odiarla cuando aún la deseaba tantísimo?


Estaba furioso y frustrado, nada más, pero era su ego el que se había visto resentido, y solo por el hecho de que era la primera vez que le pasaba algo así.


–¿Pedro?


Miró a Miguel sabiendo que su hermano estaba preocupado por verlo así.


–No pasa nada. ¿Quieres que pidamos algo para cenar? –fue a sacar las cartas de los restaurantes a los que solía pedir comida las raras ocasiones en las que pasaba la noche en casa.


Pedro se preguntó qué haría Paula esa noche. Seguro que tenía cosas que explicarle a su padre; hasta él mismo había pensado que habría tenido que darle alguna que otra explicación. Sin embargo, la llamada de Damian exigiéndole explicaciones nunca había llegado y eso lo había dejado algo decepcionado. Se había pasado el día queriendo discutir con alguien y habría disfrutado mucho diciéndole al hombre… ¡aun a riesgo de poner en peligro la exposición!… que se mantuviera alejado de sus asuntos y de los de Paula, y lo que pensaba de él por haber arruinado la vida de su hija.


Pero en todo el día había recibido una sola llamada de los Chaves.


–¿Pedro, qué te pasa esta noche? –le preguntó Miguel con impaciencia.


–¿Qué?


–Llevas cinco minutos con esas cartas de comida en la mano, sin decir nada, solo mirando al infinito.


Sí, así era, admitió con disgusto.


–¿Y? –preguntó desafiante al entregarle los folletos a su hermano.


–Pues que es la clase de actitud taciturna que me había acostumbrado a ver en Gabriel antes de que volviera a estar con Valeria, pero no en ti.


–¿Qué significa eso?


–Significa que llevas toda la noche embobado.


–Es que estoy un poco distraído, eso es todo.


–¿Estás teniendo problemas con los Chaves?


Pedro se tensó.


–No que yo sepa –respondió con cautela.


–¿Has hablado con su hija?


La tensión de Pedro aumentó.


–¿Sobre qué?


–Sobre tu idea de encargarle las vitrinas de exposición para las galerías, por supuesto –respondió con impaciencia–. ¡Por el amor de Dios, espabila! ¡Fuiste tú el que sugirió que se lo propusiéramos!


Sí, así era, y fue una sugerencia de la que ahora se arrepentía, porque parecía que Paula iba a aceptar, ¿y cómo iba a soportar él trabajar a su lado si solo con mirarla ya la deseaba?


–Le parece bien la idea. Ha dicho que hablaría contigo mañana por la noche.


–¿Conmigo?


–Sí… contigo –le confirmó Pedro con desdén–. Está claro que la señorita Chaves considera que, ya que eres el hermano mayor, eres tú con el que debería hablar en lugar de con tu hermano pequeño, el de la mala fama.


–¿Es que no sabe que yo soy el empresario de la familia, Gaby el artístico, y tú el hombre de las nuevas ideas para todas las galerías Alfonso?


–¿Acaso lo sabe alguien?


–¿Y quién tiene la culpa?


–Yo –suspiró–. Y nunca antes me había molestado.


–¿Pero ahora sí?


Ahora sí. Porque por primera vez en su vida Pedro quería que alguien, Paula, no lo viera por lo que parecía, sino por cómo y quién era realmente, el «hombre de las ideas» de la familia Alfonso.


Justo hacía un momento los dos hermanos habían hablado sobre otro nuevo proyecto en el que llevaba pensando unos días, uno que tomaba la idea de Gabriel de un concurso de nuevos pintores y ampliaba el espectro para incluir todo tipo de artistas, desde escultores hasta diseñadores de joyas.


 Los dos concursos de París y Londres habían sido un gran éxito y un tercero tendría lugar en Nueva York en unos meses, así que si se basaban en esos éxitos, no había motivos para no expandir la idea.


Supondría mucho trabajo para los tres, pero Pedro creía que merecería la pena porque en lugar de limitarse a vender o exponer arte, también lo descubrirían.


Miguel ya se había ilusionado con la idea y los dos lo hablarían con Gabriel en cuanto volviera de la luna de miel.


–Puede.


–¿Te estás cansando un poco de la etiqueta de playboy?


–Creo que sí –¡sobre todo si eso era lo único que veía Paula!


–¡Pues ya era hora!


–¿Ah, sí?


–Estaba bien cuando tenías veinte años, pero me gusta ver que ahora no te conformas con eso. Eres un hombre con unas ideas brillantes, Pedro, siempre has sabido exactamente en qué dirección teníamos que llevar las galerías. Me gustaría que todo el mundo te valorara tanto como Gaby y yo. Y sí, mañana hablaré con la señorita Chaves, pero solo para decirle que tú estás al mando del proyecto, al igual que te ocupas de todos los nuevos proyectos de Arcángel.


Podría ser una auténtica tortura trabajar con Paula teniendo en cuenta cuánto la deseaba, pero no iba a permitir que ella se saliera con la suya y lo esquivara.


A lo mejor a Paula no le gustaba, pero si de verdad se tomaba en serio el trabajo de diseñar las nuevas vitrinas, se quedaría a su lado mientras durara el proyecto.


Miró a su hermano.


–Ni… Alguien me hizo un comentario hace unos días insinuando que tú siempre has sido el serio de los tres porque tuviste dos hermanos pequeños muy traviesos.


–¿Alguien?


–Alguien. ¿Es verdad eso?


–A lo mejor. Como hermano mayor, siempre sentí que tenía que ser más responsable que tú y que Gaby.


–¿Entonces no te has divertido mucho?


–¿Te ha parecido divertido ser el mediano, sentir que siempre tienes algo que demostrar y ser el graciosillo para llamar la atención?


–No.


–¿Estás cansado de ese papel, verdad?


Sí, sí que lo estaba, y si no tenía cuidado, Miguel no tardaría en preguntarle a qué se debía.


–Vamos a pedir la cena, ¿vale? –dijo decidido a cambiar de tema y a no pensar en Paula.


¡Ya tendría que verla la noche siguiente en la gala de inauguración de la colección de su padre!







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