martes, 4 de agosto de 2015

LA TENTACIÓN: CAPITULO 4




Eran casi las seis cuando ella acabó. Él se había pasado casi todo el día en reuniones y ella había podido sofocar la inquietante sensación que había aflorado durante su conversación, cuando él traspasó los límites como si quisiera encontrar un resquicio por donde entrar en ella.


Empezó a recoger la mesa y no pudo evitar sonreír. Él no quería saber nada de ella ni buscar fisuras en su coraza. 


Disfrutaba forzando los límites porque era su forma de ser, y, si esos límites la rodeaban a ella, los forzaría si le apetecía. 


Ella no le interesaba como mujer. Pensó en Georgia y supuso que ella era el tipo de mujer que le interesaba. Los hombres siempre buscaban el mismo tipo, ¿no?


Una imagen de Alan se le presentó de repente en la cabeza. 


Alan era rubio y con los ojos marrones, y la había cambiado por una mujer que no era muy distinta a la ex de su jefe. 


Flora también era baja y con curvas. No era tan impresionante y, probablemente, tampoco estaba tan segura del poder que tenía sobre los hombres, pero, en general, era bastante parecida.


—Estás sonriendo.


Ella no se había dado cuenta de que él había entrado mientras se ponía la chaqueta y se sonrojó dando un respingo.


—La semana ya casi ha terminado —contestó ella automáticamente.


Sin embargo, los días laborables eran más tranquilos que los fines de semana, cuando tenía que hacer largos viajes para visitar a su madre.


—¿Tan terrible es trabajar para mí?


A ella le había concedido la misma asignación para ropa que a los demás empleados, pero ella seguía llevando los mismos trajes insulsos. Sus empleados elegían distintos tonos de negro, pero los trajes de ella, aunque cumplían con el color, parecían no encajar. Lo pensó unos segundos, frunció el ceño y se olvidó.


—Claro que no. En realidad, me… me encanta.


Él se hallaba apoyado en el marco de la puerta y estaba tan impresionante al final de la jornada como al principio.


—Me alegro, porque no te he hecho ningún tipo de evaluación.


Ella dudó que hubiese hecho alguna evaluación en su vida. 


Si un empleado no se adaptaba, lo despedía sin más.


—También es verdad que no tengo la costumbre de hacer evaluaciones a mis secretarias —añadió él como si le hubiese leído el pensamiento con una precisión desasosegante.


—¿Será porque, normalmente, te duran dos minutos?


Él se rio y ella sintió una oleada de placer, que aumentó cuando él la miró con agrado.


—Algo así —murmuró él—. Sería absurdo hacerles una evaluación cuando ya tienen un pie fuera.


—Bueno…


Él le bloqueaba el camino y se sintió inquieta. Ella era alta, pero él era bastante más alto todavía.


—Claro, ya vas a marcharte. ¿Por eso sonreías?


—¿Cómo dices?


—¿Sonreías porque tienes algún plan para esta noche?


Si él supiera que sonreía porque había sido tan idiota que había llegado a pensar que él podía fijarse en ella… Los planes de él eran ir al teatro, a cenar a uno de los restaurantes más exclusivos de Londres y luego… Sintió un calor abrasador cuando pensó en acostarse con el hombre que tenía delante después de cenar, en sus manos acariciándola, en su boca recorriéndole el cuerpo, en esa voz susurrándole al oído… Se derritió entre las piernas y un anhelo desconocido se adueñó de ella. No podía moverse. 


Sus piernas parecían bloques de cemento que la pegaban al suelo mientras su imaginación volaba en direcciones prohibidas. Además, podía notar esos ojos oscuros clavados en ella.


—Tengo que irme —contestó ella en tono tenso.


Fue a apartarlo, pero el calor abrasador se reavivó dentro de ella impidiéndole que recuperara la compostura. ¡Era un hombre al que podía respetar, pero no le gustaba! ¡Un hombre al que podía admirar por su brillantez mientras se mantuviese fría y alejada de él!


Salió del despacho y empezó a correr





No hay comentarios.:

Publicar un comentario